Lecciones del II Nocturno de Maitines
1º domingo de noviembre
Del Libro de San Atanasio, Obispo, a las
vírgenes.
Libro de la Virginidad, después del principio.
Si alguien te dice que no ayunes con tanta frecuencia, por miedo a dañar tu salud, no escuches sus consejos. Porque es el enemigo quien te sugiere semejante cosa. La Escritura refiere de Daniel, de los tres jóvenes y de otros de la misma edad, llevados cautivos a Babilonia por el rey Nabucodonosor. Había ordenado que se les sirviesen manjares de su mesa, y se les obligase a beber de su vino; pero Daniel y sus tres compañeros no quisieron mancharse comiendo de la mesa del rey y dijeron al eunuco: Danos productos de la tierra, y nos alimentarán suficientemente. Mas el eunuco les respondió: Yo temo que si el rey llega a veros más flacos que los demás jóvenes alimentados con manjares de su mesa, me castigará.
Ellos le respondieron: Te suplicamos hagas la prueba por diez días, y dénsenos legumbres y agua. Hecho así, los llevó ante el rey, y su rostro era más hermoso que el de los otros jóvenes alimentados de manjares de la mesa real. ¿Ves los efectos del ayuno? Cura las enfermedades, sana los malos humores del cuerpo, ahuyenta a los demonios, aparta los malos pensamientos, despeja la inteligencia y purifica el corazón, santifica el cuerpo, y lleva al hombre hasta el trono del Señor. El Evangelio te ofrece un testimonio del mismo Salvador. Habiéndole preguntado sus discípulos cómo podrían expulsar los demonios impuros, respondió nuestro Señor: “Este género de demonios sólo se expulsa por la oración y el ayuno”.
Si alguien se ve atormentado por el espíritu impuro, ayune y éste le abandonará. Los demonios se complacen en vernos entregados a los excesos en el comer y beber, y a los regalos del cuerpo. Grande es el poder del ayuno, y por él se realizan grandes y admirables cosas. ¿Cómo podrían ciertos hombres obrar tantas maravillas y prodigios, y cómo se serviría Dios de ellos para devolver la salud a los enfermos, sino por sus prácticas espirituales, su humildad de espíritu y su santa vida? El ayuno es el alimento de los ángeles, y el que de él se alimenta, debe ser mirado como si él mismo perteneciera al orden angélico.