DÍA 29
DE LA SAGRADA COMUNIÓN Y SU PERMANENCIA EN EL SACRAMENTO
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ORACIONES PARA TODOS LOS DÍAS
Ejercicio de Preparación para una buena muerte extractado de los textos de San Alfonso María de Ligorio
Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Poniéndonos en la presencia de Dios, hagamos un acto de contrición, reconociéndonos pecadores:
Señor mío Jesucristo,
Dios y hombre verdadero, Creador, Padre y Redentor mío.
Por ser Vos quien sois, Bondad infinita,
y porque os amo sobre todas las cosas,
a mí me pesa de todo corazón haberos ofendido.
También me pesa porque podáis castigarme
con las penas del infierno.
Ayudado de vuestra divina gracia
propongo firmemente nunca más pecar,
confesarme y cumplir la penitencia
que me fuera impuesta. Amén
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MEDITACIÓN DIARIA ASIGNADA A CADA DÍA
DÍA 29
DE LA SAGRADA COMUNIÓN Y SU PERMANENCIA EN EL SACRAMENTO.
Tomad y comed; éste es mi Cuerpo. Mt 26, 26.
Consideremos la grandeza de este Santísimo Sacramento de la Eucaristía, el amor inmenso que Jesucristo nos manifestó con tan precioso don y el vivo deseo que tiene de que le recibamos sacramentado.
En primer lugar, la grandeza de la Eucaristía queda reflejada en que todo un Dios, omnipotente y altísimo, quiso encerrarse en un trozo de pan para darse todo por entero, sin reservarse nada para Sí.
En segundo lugar, el inmenso amor se descubre al contemplar que nuestro Redentor no se satisfizo con haberse unido solamente a nuestra naturaleza humana, sino que, además quiso, en palabras de San Francisco de Sales, penetrar nuestras almas y unirse íntimamente con los corazones y cuerpos de sus fieles a través de este Sacramento admirable.
Así dice San Juan Crisóstomo que a ese mismo Señor a quien los ángeles no se atreven ni a mirar «nos unimos nosotros y nos convertimos con Él en un solo cuerpo y una sola carne».
Por último, consideremos el gran deseo que tiene Jesucristo de que le recibamos en la santa Comunión que, al alma que lo recibe con vivo deseo, la enciende en ardentísimas llamas de su amor divino.
Diréis, quizá, que no os atrevéis a comulgar con frecuencia porque no sentís en vosotros ese fuego del divino amor. Pero esa excusa, como observa Gerson, sería lo mismo que decir que no queréis acercaros a las llamas porque tenéis frío. Cuanta mayor tibieza sintamos, tanto más a menudo debemos recibir el Santísimo Sacramento, con tal que tengamos deseos de amar a Dios.
Debemos estar eternamente agradecidos a Nuestro Señor porque quiso permanecer con nosotros en la Eucaristía para no dejarnos solos en este valle de lágrimas.
Ved, pues, a Jesucristo que vive en los altares como encerrado en prisiones de amor. Le toman del Sagrario los sacerdotes para exponerle ante los fieles o para la santa Comunión, y luego le guardan nuevamente. Y el Señor se complace en estar allí de día y de noche...
AFECTOS Y SÚPLICAS
¡Oh, Jesús, Redentor mío y amor de mi alma! ¡A cuán alto precio pagasteis vuestra morada en la Eucaristía! Sufristeis primero dolorosa muerte antes de vivir en nuestros altares, y luego innumerables injurias en el Sacramento por asistirnos y regalarnos con vuestra real presencia. Y, en cambio, nosotros nos descuidamos y olvidamos de ir a visitaros, aunque sabemos que os complace nuestra visita y que nos colmáis de bienes cuando ante Vos permanecemos. Perdonadme, Señor, que yo también me cuento en el número de esos ingratos...
Mas desde ahora, Jesús mío, os visitaré a menudo, me detendré cuanto pueda en vuestra presencia para daros gracias, y amaros, y pediros mercedes, que tal es el fin que os movió a quedaros en la tierra, acogido a los sagrarios y prisionero nuestro por amor. A Vos, Señor, deseo unirme a menudo en este Sacramento, a fin de apartarme de todas las cosas que no sean Vos. Ayudadme, Redentor mío, por los merecimientos de vuestra Pasión.
Rogad a Jesús por mí, Santa María y puesto que Vos abrasáis en el amor divino a todos vuestros amantes siervos, inflamad en él mi corazón, que tanto os ama.
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PARA FINALIZAR CADA DÍA
Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía.
Jesús, José y María, asistidme en mi última agonía.
Jesús, José y María, descanse en vos el alma mía.
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Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.
Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.
Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.
Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.
Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.
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Ave María Purísima, sin pecado concebida.
También pueden utilizarse SÚPLICAS FINALES A JESÚS CRUCIFICADO PARA OBTENER LA GRACIA DE UNA BUENA MUERTE http://misagregorianatoledo.blogspot.com/2022/10/suplicas-jesus-crucificado-para-obtener.html?m=1