jueves, 24 de noviembre de 2022

DÍA 25. DE LAS PENAS DEL INFIERNO, DE LA ETERNIDAD DE LAS PENAS Y DEL REMORDIMIENTO DEL CONDENADO

DÍA 25

DE LAS PENAS DEL INFIERNO, DE LA ETERNIDAD DE LAS PENAS Y DEL REMORDIMIENTO DEL CONDENADO

 

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ORACIONES PARA TODOS LOS DÍAS

 

Ejercicio de Preparación para una buena muerte extractado de los textos de San Alfonso María de Ligorio

 

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

Poniéndonos en la presencia de Dios, hagamos un acto de contrición, reconociéndonos pecadores:

 

Señor mío Jesucristo,

Dios y hombre verdadero, Creador, Padre y Redentor mío.

Por ser Vos quien sois, Bondad infinita,

y porque os amo sobre todas las cosas,

a mí me pesa de todo corazón haberos ofendido.

También me pesa porque podáis castigarme

con las penas del infierno.

Ayudado de vuestra divina gracia

propongo firmemente nunca más pecar,

confesarme y cumplir la penitencia

que me fuera impuesta. Amén

 

*

MEDITACIÓN DIARIA ASIGNADA A CADA DÍA

 

DÍA 25

DE LAS PENAS DEL INFIERNO, DE LA ETERNIDAD DE LAS PENAS Y DEL REMORDIMIENTO DEL CONDENADO

 

E irán éstos al suplicio eterno. Mt, 25, 46.

 

Cuando el alma se condena, la culpa mayor que sufrirá será la de haberse apartado de Dios, no pudiendo gozar de su vista por haberle perdido para siempre. Esto llevará al alma a padecer la pena más grande que hay en el infierno, llamada pena de daño. Pero no sólo eso, pues, como el pecador se dio a las criaturas, será luego atormentado en el infierno por esas mismas criaturas, el fuego y los demonios; soportando así la pena de sentido.

San Basilio explica que el Señor separará del fuego la luz, de modo que esas llamas abrasarán por todas partes, como leño en el horno, sin alumbrar. El olfato padecerá su propio tormento, pues el condenado ha de estar siempre entre millones de vivos cadáveres hediondos por la pestilencia que arrojarán de sí (Is 34, 3). «Allí—dice Santo Tomás—la compañía de otros desdichados no alivia, antes acrecienta la común desventura» Padecerán, asimismo, el tormento de la inmovilidad (Ex 15, 16), sin que les sea dado cambiar de sitio ni mover mano ni pie mientras Dios sea Dios. Será atormentado el oído con los continuos lamentos y voces de aquellos pobres desesperados y por el horroroso estruendo que los demonios moverán (Jb 15, 21). La gula será castigada con el hambre devoradora (Sal 58, 15).

Pero, el verdadero infierno será la pena de haber perdido a Dios. El réprobo odiará y maldecirá a Dios, y maldiciéndole maldecirá los beneficios que de Él recibió.

Pasemos a considerar la duración eterna del infierno, siendo esta una verdad de fe revelada por Dios en muchos lugares de la Escritura: «Apartaos de Mí, malditos, al fuego eterno. E irán éstos al suplicio eterno. Pagarán la pena de eterna perdición». Puerta para entrar hay en el infierno, mas no para salir, dice Eusebio Emiseno.

Es Santo Tomás quien explica los tres remordimientos de los condenados. El primero, dice, es considerar que se han perdido por verdaderas naderías y que pudieran, si hubiesen querido, alcanzar fácilmente el premio de la gloria. El segundo consistirá, pues, en pensar lo poco que debían haber hecho para salvarse y el tercero será examinar el alto bien que han perdido; cuya pena, como dice San Juan Crisóstomo, será mayor por la privación de la gloria que por los mismos dolores del infierno.

Cuando el enemigo te induzca a pecar, piensa en el infierno y acude a Dios y a la Virgen Santísima. La idea del infierno podrá librarte del infierno mismo, porque ese pensamiento te hará recurrir a Dios.

 

AFECTOS Y SÚPLICAS

¡Cuánto desearían los condenados un día, una hora de ese tiempo que a mí me concedéis!... Y yo ¿qué haré? ¿Seguiré malgastándole en cosas que os desagraden?...

No, Jesús mío, no permitáis que continúe siendo ingrato a tantas gracias como me habéis concedido, por los merecimientos de vuestra preciosísima Sangre, que hasta ahora me han librado del infierno. Imprimid en mi alma el recuerdo del infierno que merecí y no permitáis que, apartándome otra vez de Vos, vuelva a condenarme yo mismo a los tormentos de aquella cárcel...

María Santísima, rogad a Jesús por mí, y libradme del pecado, único motivo capaz de acarrearme nueva condenación.

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PARA FINALIZAR CADA DÍA

 

Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía.

Jesús, José y María, asistidme en mi última agonía.

Jesús, José y María, descanse en vos el alma mía.

*

Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.

Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.

Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.

Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.

Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.

***

Ave María Purísima, sin pecado concebida.

 

También pueden utilizarse SÚPLICAS FINALES A JESÚS CRUCIFICADO  PARA OBTENER LA GRACIA DE UNA BUENA MUERTE http://misagregorianatoledo.blogspot.com/2022/10/suplicas-jesus-crucificado-para-obtener.html?m=1