1.
LA INOCENCIA
EL MES DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN
DE MARÍA SANTÍSIMA
EXCELSA PATRONA DE ESPAÑA E INDIAS
Padre Luis Ángel Torcelli
ORACIONES INICIALES
Abrid, Señor, mis labios y desatad mi lengua
para anunciar las grandezas de la Virgen Inmaculada,
y cantaré las alabanzas de vuestra misericordia.
Venid en mi auxilio, oh Reina inmaculada
y defendedme de los enemigos de mi alma.
Gloria al Padre, gloria al Hijo y al Espíritu Santo,
que preservó inmaculada a María
por los siglos de los siglos. Amén.
HIMNO
Oh Madre dulce y tierna
Oye la triste voz,
La triste voz del mundo,
Que te demanda amor.
Salve, salve, Inmaculada,
Clara estrella matutina,
Que los cielos ilumina
Y este valle de dolor;
Tú, con fuerza misteriosa
Por salvar la humana gente,
Quebrantaste la serpiente
Que el infierno suscitó.
Salve, salve, Madre mía,
Tú bendita por Dios eres
Entre todas las mujeres
Y sin culpa original.
Salve, oh Virgen! esperanza
Y remedio apetecido
Del enfermo y desvalido,
Y del huérfano sin pan.
Tú del nuevo eterno pacto
Eres arca y eres sello;
Luz espléndida, iris bello
De la humana redención.
Tú llevaste en tus entrañas
El que dio á la pobre tierra
Paz y amor, en vez de guerra,
Ya sus crímenes perdón.
Eres bella entre las bellas,
Eres santa entre las santas,
Alabándote a tus plantas
Coros de ángeles están.
Resplandece tu pureza
Más que el campo de la nieve,
Y de ti la gracia llueve
Sobre el mísero mortal.
Virgen cándida, cual lirio,
Eres fuente cristalina
Donde el triste que camina
Va a calmar la ardiente sed.
Gentil palma del desierto,
Que da sombra protectora
Al que su piedad implora
Consagrándole su fe.
¡Gloria al Padre, Gloria al Hijo,
¡En la tierra y en el cielo!
¡Gloria al que es nuestro consuelo,
Al Espíritu de Amor.
Y la Virgen sin mancilla
Siempre viva en la memoria,
Y en su honor repita Gloria
Nuestro amante corazón. Amén.
Se lee la meditación de cada día.
LA INOCENCIA
A la historia de la humanidad, historia que cuenta tan pocas glorias y tantas desventuras, no era posible dar un principio más bello ni más sublime que el que la cupo en suerte. La primera escena en que aparece la humana naturaleza, es para tomar posesión de ese orden admirable del universo, y de cuanto más tierno, más interesante y más augusto puede imaginarse, no diré únicamente por la mente humana, expuesta a los dolores, las amarguras y la desgracia, sino por la mente angélica, habituada a las más elevadas contemplaciones del poder del Criador. No había entonces lágrimas, trabajos, tribulaciones ni muerte; un jardín plantado por la mano del mismo Dios, adornado con todas las bellezas de la naturaleza, y colmado de las bendiciones del cielo, era la mansión bienaventurada de los dos únicos habitantes de la tierra. El mismo Señor los gobernaba, y reinaba entre ellos la paz, porque eran inocentes. No tenían más vestido que el de la inocencia, ni más pensamientos ni palabras que los de la inocencia, y Dios se complacía en hablar con ellos, y mandará las hermosas criaturas, que eran el adorno del cielo; por manera que Dios, los ángeles, el hombre y la mujer formaban un feliz consorcio: el de la inocencia. Pocos momentos después todo había cambiado: desapareció como un relámpago la terrestre bienaventuranza; un ángel empuñó una espada de fuego, y lanzó del paraíso a los que le habitaban; la muerte siguió muy de cerca de la culpa, y se apresuró a herir la cabeza de los culpables; el infierno, dando espantosos bramidos, ¿abrió sus puertas... y la inocencia? ¡Ah! la inocencia, esa hermosa prerrogativa del paraíso, fue abandonada, despreciada y reemplazada por la humana soberbia: Dios la recogió en sus brazos y la colocó en María. He ahí, la dijo: «0h, tú, bendita entre todas las mujeres; he ahí ese don precioso que conservarás como el anillo de esposa, el anillo de amor que deberá reunir otra vez las criaturas con su Criador». Y aunque María no estaba todavía bajo el dominio del tiempo, se hallaba ya concebida en el pensamiento de Dios, recibió con júbilo el don celestial; consigo le llevó al seno de su madre, la sacó nuevamente a la luz del día, y consigo hizo que se la prestase otra vez el homenaje más grato al Señor, el homenaje de la criatura inocente. Aquel fue el feliz momento en que la tierra recobró aquella inocencia que había gozado en sus primeros instantes, y cuya pérdida debía llorar hasta la consumación de los siglos. Aquel fue el bienaventurado momento en que dirigiendo Dios una mirada a la tierra, pudo encontrar un objeto que no mereciese su ira, un objeto que le invitase con un suspiro de inmaculado amor a desplegar la misericordia establecida en los eternos decretos. ¡Salve, oh dulce momento!... ¡Salve, oh inmaculada Virgen María!... ¡Salve!... ¡Salve!...
CANTICO
Entonemos a María un nuevo cántico; felicitemos a la Señora de nuestra alegría.
Corramos a su encuentro con alabanzas, y
ofrezcámosla los cánticos de nuestro corazón.
Porque es la Virgen inmaculada, la bendita
sobre todas las criaturas.
Porque fue la que acogió la inocencia en su
pecho, y la estrechó en él, como una tierna
madre a su hijo.
Abrazó a la inocencia, y se hizo más hermosa al hallarse en sus brazos.
La inocencia era hermosa colocada en el árbol de la vida; pero lo fue mucho más recogida en el corazón de María.
Era hermosa la inocencia adornada con la
serenidad del cielo del paraíso; pero adquirió
mucha mayor belleza con la dulce y apacible
serenidad de los ojos de María.
Era hermosa la inocencia con las delicias del
paraíso de Edén; pero acrecentó su hermosura
inmaculada de María.
Sonrió la inocencia en sus brazos, y aquella
sonrisa fue recogida en las alas de los serafines.
Volaron al cielo con aquella preciosa sonrisa: era la sonrisa de la inocente María.
Y fue festejada en el cielo por las potestades
y dominaciones y por los querubines y serafines.
Y la ensalzaron las virtudes y los principados, y los arcángeles y los ángeles exclamaban:
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,
que ha conservado inmaculada a María por los
siglos de los siglos. Amén.
ORACION
¿Con qué expresiones podré ensalzaros, oh inmaculada María? Despojado por la falta de Adán de aquella inocencia que debía ser mi herencia, he adquirido otra segunda inocencia, que el divino Redentor me conquistó con su preciosa sangre. La hizo descender sobre mi cabeza con el agua del santo Bautismo, y mi alma, purificada de la culpa, brilló como una estrella en el firmamento. ¡Ay! ¿por qué no ha permanecido siempre en un estado tan feliz? ¿Con qué júbilo podría pensar ahora en vos, oh María? ¿Con qué confianza podría presentarme a saludaros, oh inocentísima entre todas las criaturas? Os ofrezco un corazón, que fue redimido por vuestro Hijo inocente. ¡Ay de mí! Si es muy duro el recordar los tiempos felices en los días de tribulación, todavía es más amargo el recordar los venturosos momentos de una inocencia que ya no se posee. Desaparecen los años, y van a perderse en el seno de la eternidad; bórrense los días de la desgracia, dejando expedito el camino a horas todavía más desventuradas; pero cuando la inocencia llega a perderse, no vuelve a recobrarse jamás... El tiempo en que podía ofreceros un corazón inocente ha pasado... Han trascurrido largos años antes de que pudiera conocer el valor de tan precioso tesoro. ¿Qué me queda que ofreceros ahora sino la confusión que produce en mi espíritu una consideración tan funesta? Madre inmaculada de un Dios de misericordia que no desprecia jamás a un corazón contrito y humillado, dignaos acoger benévolamente los afectos que en el curso de este mes me propongo ofreceros; serán viles, imperfectos é indignos; más, sin embargo, los elevaré hacia vos, para que los hagáis más aceptos, cubriéndolos con esa aura de inocencia, que siempre acompañó todos vuestros actos y vuestras obras. Así, cuantas veces me dirija al trono del Altísimo, podrá, por medio de vuestra intercesión, ser admitida mi oración, para salvación de mi alma y honra y gloria de Dios, que tanto os ha amado, y que nos ha concedido a nosotros, pobres miserables, el poder ser partícipes del fruto de vuestra inmaculada concepción.
Tres Ave Marías.
CONCLUSIÓN
PARA CADA UNO DE LOS DIAS.
Tota pulchra es, Maria, et macula originalis non est in te. Tu gloria Jerusalem, tu laetitia Israel, tu honorificentia populi nostri. O María, virgo prudentissima, mater clementissima, ora pro nobis, intercede pro nobis ad Dominum Jesu Christum.
V. In conceptione tua, O Virgo, immaculata fuisti. R. Ora pro nobis Patrem, cuius Filium peperisti.
OREMUS. DEUS, qui per immaculatam Virginis Conceptionem dignum Filio tuo habitaculum praeparasti, quaesumus, ut qui ex morte eiusdem Filii tui praevisa eam ab omni labe praeservasti, nos quoque mundos, eius intercessione, ad te pervenire concedas. Per eundem Christum Dominum nostrum. Amen.
Ave Maria Purissima, Sine labe originali concepta. |
Sois toda hermosa , María, y no hay en vos mancha original; Sois la gloria de Jerusalén. Sois la alegría de Israel. Sois la honra de los pueblos. Oh María, Virgen prudentísima , Madre de toda clemencia, Rogad por nosotros, Interceded por nosotros ante Jesucristo, nuestro Señor. V. En vuestra concepción , Virgen Santísima , fuisteis inmaculada. R. Rogad por nosotros al Padre, cuyo hijo disteis a luz.
OREMOS. Dios, que por medio de la inmaculada concepción de la Virgen preparasteis una habitación digna para vuestro Hijo, preservándola de toda mancha, concedednos por su intercesión que conservemos fielmente inmaculado nuestro corazón y nuestro cuerpo. Por el mismo Jesucristo, nuestro Señor. Amén
Ave María Purísima, sin pecado concebida.
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