30 de noviembre
San Andrés Apóstol
Lecciones de Maitines
Homilía de San
Gregorio, Papa.
Homilía 5, acerca de los Evangelios.
Habéis oído, amadísimos hermanos míos, que al primer llamamiento, Pedro y Andrés dejaron sus redes y siguieron al Redentor. No le habían visto hacer aún ningún milagro, ni nada le habían oído decir sobre el beneficio de una recompensa eterna; ello no obstante, al primer mandato del Señor, olvidan y dejan todo cuanto poseen. Pero nosotros, ¿cuántos milagros suyos no vemos?, ¿por medio de cuántas pruebas no somos aleccionados?, ¿por virtud de cuántas amenazas procura amedrentarnos? A pesar de todo, despreciamos el llamamiento del Señor.
Aquel que nos exhorta a la conversión, está ya en el cielo, ha sometido ya los gentiles al yugo de la fe, ha confundido ya la gloria del mundo, y ya nos anuncia, mediante las ruinas que con tanta frecuencia se presentan, la proximidad del día de su riguroso juicio. A pesar de ello, nuestra alma, ensoberbecida, no consiente en dejar aún de buena voluntad lo que pierde todos los días contra su propia voluntad. ¿Qué diremos amadísimos hermanos míos, qué diremos el día en que Él nos juzgue, qué diremos nosotros, que no nos apartamos del amor del siglo presente ante los preceptos del Señor, ni nos enmendamos ante sus castigos?
Pero quizás diga alguno en el secreto de su pensamiento: Esos dos pescadores, que casi nada tenían, ¿qué dejaron a la voz del Señor? Acerca de esto, amadísimos hermanos míos, antes debemos considerar el afecto de la voluntad que el valor de la cosa. Mucho deja quien no guarda nada para sí; mucho deja quien lo deja todo, por poco que tenga. Por lo contrario, nosotros poseemos con afición las cosas que nos pertenecen, y buscamos con nuestros deseos las que no son nuestras. Pedro y Andrés dejaron, pues, mucho cuando uno y otro renunciaron al deseo mismo de poseer.