jueves, 26 de octubre de 2023

DÍA 27. LA ASUNCIÓN. MARÍA ES ASUNTA AL CIELO

DÍA 27. LA ASUNCIÓN. MARÍA ES ASUNTA AL CIELO

 

ORACIONES PARA TODOS LOS DÍAS

 

wPara comenzar todos los días

+Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

Bendita sea la Santísima Trinidad que formó a María Santísima Inmaculada desde el primer instante de su ser, conservándola pura antes del parto, en el parto y después del parto, y enriqueciéndola con todas las gracias y dones de su divino Espíritu, por todos los siglos de los siglos. Amén. 

 

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén. (x 3)

 

ORACIÓNA MARÍA SANTÍSIMA

Soberana Reina de los cielos, Abogada de los pecadores y consuelo de todos los afligidos, que quisiste inspirar al gran Patriarca Santo Domingo de Guzmán, tu fiel siervo, la devoción del Santísimo Rosario, para que con ella pudiera vencer a los obstinados herejes albigenses, enemigos implacables de nuestra Religión y de nuestra fe, proveyendo al mismo tiempo en ella un medio sencillo y eficacísimo para conseguir vuestra protección y atraer sobre nuestra alma las gracias del cielo; alcánzanos de tu divino Hijo, nuestro adorable Redentor, que hagamos este santo ejercicio del mes de Octubre a Ti consagrado, con la mayor piedad, atención y recogimiento, para que por este medio consigamos ser, durante toda nuestra vida, incansables devotos de tu Santísimo Rosario. Tú, ¡oh, Virgen María, cuyas gracias y misericordias para con los que te invocan, no se agotan jamás, haz que en estos días participemos de ellas con mayor abundancia, a fin de que, considerando en esta vida tus virtudes y procurando al mismo tiempo imitarlas, podamos algún día cantar tus alabanzas en la gloria por toda la eternidad. Amén. 

 

w Meditación para cada día y oración final.

DÍA VIGÉSIMOSÉPTIMO

MARÍA ES ASUNTA AL CIELO

(Oficio de la Asunción de Ntra. Señora)

 

PUNTO 1º- Es el cuarto misterio glorioso la Asunción de María al cielo. Muy natural parece ciertamente, que, después de considerar la vida, pasión, muerte y gloria de Jesús, consideremos también la gloria y el triunfo de su Madre Santísima. Ella también padeció 

en este mundo al lado de su divino Hijo; también nos dio ejemplo de las más sublimes y heroicas virtudes, durante toda su vida; fue, en fin, la corredentora del género humano. ¿Y han de hacer caso omiso de su gloriosa Asunción, los que profesan tan grande amor a su Hijo, los que esperan salvarse por su intercesión, los que, en una palabra, la consideran? como su más tierna Madre y celestial abogada? No; porque esto sería una iniquidad, una injusticia y una verdadera ruina para nuestra alma. Debemos, pues, en primer lugar, pensar que toda la vida de María fue una continua preparación para la muerte. Ella vivía en este mundo, sin que su corazón tuviese apego a ninguna cosa de la tierra; sólo por cumplir la voluntad de Dios y por hacer muchas cosas en su servicio, sufría María vivir en este mundo. ¡Qué dulce nueva sería, por lo tanto, para ella la que le anunció su cercano tránsito a la gloria! Si tú, alma mía, llevases también una vida devota y cristiana, no temerías la muerte ni sentirías el ver acercarse el fin de tu vida. Mas, como estás llena de faltas e imperfecciones, cuando no de grandes pecados, por eso la memoria de la muerte te espanta y te acobarda. 

 

PUNTO 2º- La muerte de María fue, pues, un suspiro de amor. No tenía enfermedad alguna, según la creencia general de la Iglesia; no sentía ningún dolor material, sólo sí, unas ansias in­ mensas, incomprensibles, de unirse para siempre con su Dios. Esto, y nada más que esto, fue lo que puso fin a su vida material. Porque es cierto que tanto los dolores como las alegrías y ansias del alma, pueden causarnos la muerte, cuando son extraordinarias. ¡Qué muerte tan dulce, por tanto, la de María! ¡Qué éxtasis tan delicioso y nunca hasta entonces sentido! ¡Volar aquella alma tan pura en alas de su divino amor, desde la oscura tierra a aquellas lucidísimas mansiones! Dicha semejante no se encuentra en este mundo, alma mía. Por esto, si quieres experimentar dicha parecida, debes entregarte en este mundo al amor divino, con exclusión de otros amores terrenos; entonces será este colmado en los últimos instantes de tu vida. 

 

PUNTO 3º- También tenía Dios que premiar este grande amor de María, aun en los instantes de su muerte. Por esto es de creer que su divino Hijo estaría a su lado, visiblemente para ella, confortándola é inflamando más y más en su amor su abrasado corazón. ¡Qué dicha tan grande para María! ¡Ella, que sólo amaba a su divino Hijo con tan intenso amor, tenerlo a su lado en aquellos momentos, haciéndola la más dichosa entre todas las mujeres! En verdad que este misterio debe moverte, alma mía, al completo desprecio de todas las cosas mundanas. ¿Qué son todas ellas, ni todos los placeres juntos de esta vida; comparados con felicidad tan celestial? Tierra, polvo, cieno; como tales podemos imaginárnoslas ante la belleza de las que tiene Dios reservadas para los que le sirven. Cual sombra fugaz desaparecen los placeres de esta vida; más aquellos son perdurables y eternos. 

 

ORACIÓN A JESÚS

EN EL TRÁNSITO DE SU SANTÍSIMA MADRE

Amantísimo Hijo de María y Rey de todos los corazones, ¡cómo premias las virtudes de tu Purísima Madre y lo mucho que sufrió por ti en este mundo, pues, aun antes de llevarla al cielo, según la tradición, en cuerpo y alma, procuras consolarla en esta vida y hacer muy feliz y dichoso su glorioso tránsito! No hay duda de que tu Divina presencia no le faltaría en aquellos instantes. Por otra parte, contemplábate glorioso y señor de cielo y tierra, no como antes, durante tu vida mortal y durante tu afrentosa Pasión. ¡Oh, si yo tuviera, Jesús mío, en la hora de mi muerte una parte de la dicha que tu Madre tuvo en la suya! Pues, aunque visiblemente no te contemplara, por lo menos sería dichoso si me asistieras con tu gracia. Haz, pues, eficaz mi petición, Jesús mío, por los ruegos de tu Santísima Madre, para que esto sea un preámbulo de la dicha sin fin que espero en el cielo. Amén. 

 

Obsequio a María: Procurar tener toda la noche algún escapulario o imagen suya sobre nuestro corazón, aunque esto nos cause alguna incomodidad o algún desvelo. 

 

w Oraciones para terminar cada día:

 

La Virgen María prometió a Santa Matilde y a otras almas piadosas que quien rezara diariamente tres avemarías, tendría su auxilio durante la vida y su especial asistencia a la hora de la muerte. Confiados en tal promesa, invoquemos a la Madre de Dios diciendo:

Dios te Salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo. Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito el fruto de tu vientre, Jesús.

Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. (x 3)

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Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.

Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.

Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.

Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.

Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.

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¡Querido hermano, no dejes de honrar en este día a la Santísima Virgen con el rezo del santo Rosario! Si te ha gustado esta meditación, compártelo con tus familiares y amigos.

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