lunes, 23 de octubre de 2023

DÍA 24. LA ASCENSIÓN. ELLOS, ADORÁNDOLE,SE VOLVIERON CON GRAN GOZO

DÍA 24. LA ASCENSIÓN. ELLOS, ADORÁNDOLE,

SE VOLVIERON CON GRAN GOZO

 

ORACIONES PARA TODOS LOS DÍAS

 

wPara comenzar todos los días

+Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

Bendita sea la Santísima Trinidad que formó a María Santísima Inmaculada desde el primer instante de su ser, conservándola pura antes del parto, en el parto y después del parto, y enriqueciéndola con todas las gracias y dones de su divino Espíritu, por todos los siglos de los siglos. Amén. 

 

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén. (x 3)

 

ORACIÓNA MARÍA SANTÍSIMA

Soberana Reina de los cielos, Abogada de los pecadores y consuelo de todos los afligidos, que quisiste inspirar al gran Patriarca Santo Domingo de Guzmán, tu fiel siervo, la devoción del Santísimo Rosario, para que con ella pudiera vencer a los obstinados herejes albigenses, enemigos implacables de nuestra Religión y de nuestra fe, proveyendo al mismo tiempo en ella un medio sencillo y eficacísimo para conseguir vuestra protección y atraer sobre nuestra alma las gracias del cielo; alcánzanos de tu divino Hijo, nuestro adorable Redentor, que hagamos este santo ejercicio del mes de Octubre a Ti consagrado, con la mayor piedad, atención y recogimiento, para que por este medio consigamos ser, durante toda nuestra vida, incansables devotos de tu Santísimo Rosario. Tú, ¡oh, Virgen María, cuyas gracias y misericordias para con los que te invocan, no se agotan jamás, haz que en estos días participemos de ellas con mayor abundancia, a fin de que, considerando en esta vida tus virtudes y procurando al mismo tiempo imitarlas, podamos algún día cantar tus alabanzas en la gloria por toda la eternidad. Amén. 

 

w Meditación para cada día y oración final.

 

DÍA VIGÉSIMOCUARTO

Y ELLOS, ADORÁNDOLE,

SE VOLVIERON CON GRAN GOZO. (Lc 24, 52)

 

PUNTO 1º- Consideremos hoy, alma mía, las circunstancias que concurrieron en la Ascensión de nuestro divino Salvador al cielo. La primera es, que antes de realizar este admirable misterio, saca de la ciudad a los discípulos y los lleva al monte Olivete. No quiere Jesús que estos grandes acontecimientos tengan lugar en poblado. Así, para transfigurarse, subió al monte Tabor; para la oración tan angustiosa que hizo antes de morir, fue al Huerto de las Olivas; para morir, subió a la montaña del Calvario. ¿Por qué, pues, prefirió siempre Jesús la soledad y el retiro al bullicio y a la compañía? Porque en la soledad es donde Dios habla principalmente al alma y la hace participante de sus favores. Por esto Jesús quiere elevarse al cielo y realizar este último prodigio en la cima de este monte. Míralo, alma mía, en aquel lugar, rodeado de ciento veinte discípulos, con su Madre Santísima al lado, haciendo a todos celestiales reflexiones, a fin de que se prepararan para recibir al Espíritu Santo. Pero antes de partir, aún les quiere dar otra prueba de su entrañable amor. Les da a todos su bendición, a fin de que los enemigos no pudieran ofenderlos, mientras no estuvieran fortalecidos y confirmados en la virtud del Paráclito. ¡Tanto es el amor que Jesús muestra a los que le siguen y a los que arrostran por El en esta vida todo género de trabajos! 

 

PUNTO 2º- Después que Jesús bendijo a aquel sagrado rebaño, que le rodeaba, elevando los brazos, empezó a subir por los aires, valiéndose para ello de su propia virtud; los discípulos le contemplaban extasiados, viendo a su dulce Maestro subir a la gloria, para abrir las puertas, que estaban hasta entonces cerradas, a todos los que guardaran sus mandamientos. ¿No debía esto causarles a ellos grande alegría? Sí, ciertamente; porque si ellos entonces no le seguían, tenían la esperanza de seguirle algún día sin estorbo de ninguna clase. Por esto tú también te debes alegrar ahora, alma mía, porque el beneficio, no fue sólo para aquellos ciento veinte discípulos del Señor, sino para todos los cristianos que en adelante quisieren aprovecharse del beneficio de su redención. ¡Oh, si tú comprendieras la inmensa ventaja que es verá Dios en seguida, que el alma sale de este mundo! Mas sólo pudieron apreciar esto debidamente los que por espacio de tantos años permanecieron detenidos en el limbo. 

 

PUNTO 3º- Una nube resplandeciente ocultó, por fin, a la vista de los discípulos la divina figura de Jesús. o por esto dejaron ellos de mirar hacia lo alto, porque su corazón no podía despedirse de aquel a quien tanto amaban. Y hubieran permanecido en aquella postura largo tiempo; si no fuera que un ángel les avisó diciendo: Varones de Galilea, ¿por qué miráis ya hacia el cielo? Este Jesús, que se ha elevado delante de vosotros al cielo, vendrá de la misma manera que le visteis partir. Entonces, comprendiendo que aquel ad­ mirable misterio se había ya terminado y que Jesús estaba en la gloria, descendieron con grande gozo otra vez a Jerusalén. ¡Qué diferencia tan grande entre tú y los discípulos, alma mía! Ellos no se cansan de mirar al cielo, aunque ya no ven a Jesús; y a ti es preciso que te lo recuerden de mil maneras para que los levantes de la tierra. Y, aun así, te muestras muchas veces rebelde a la gracia divina. 

 

ORACIÓN A JESÚS SENTADO

A LA DIESTRA DE DIOS PADRE

Eterno Hijo de Dios, esposo dulcísimo de las almas, ¡qué gloria tan grande has conseguido para tu Humanidad Sacratísima por medio de los dolores y penas que padeciste en este mundo! Las mismas cicatrices que llevas en tus manos, pies y sagrado costado, son otros tantos motivos de gloria, para ese divino cuerpo, que antes tanto padeció. ¡Oh, si yo aprendiese a sufrir por tu ejemplo de la manera que tú has sufrido, cuán grande gloria conseguiría también después de mi muerte! Pero yo me resisto a los trabajos y a las mortificaciones de cualquier clase que sean. No pienso que sean los únicos caminos para la salvación después del pecado. Dame, pues, gracia Jesús mío, para que, penetrado de estas verdades, y sufriendo cuantos trabajos tenga a bien vuestra Providencia mandarme, dispuesto siempre a cumplir vuestra voluntad en todo, pueda yo algún día tomar asiento en tu gloria. Amén. 

 

Obsequio a María: Siempre que a nuestros sentidos se ofrezca alguna cosa agradable o algún placer honesto, decir: ¡Cuánto más dulce será la gloria, si guardo los divinos mandamientos! 

 

 

w Oraciones para terminar cada día:

 

La Virgen María prometió a Santa Matilde y a otras almas piadosas que quien rezara diariamente tres avemarías, tendría su auxilio durante la vida y su especial asistencia a la hora de la muerte. Confiados en tal promesa, invoquemos a la Madre de Dios diciendo:

Dios te Salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo. Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito el fruto de tu vientre, Jesús.

Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. (x 3)

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Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.

Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.

Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.

Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.

Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.

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¡Querido hermano, no dejes de honrar en este día a la Santísima Virgen con el rezo del santo Rosario! Si te ha gustado esta meditación, compártelo con tus familiares y amigos.

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