sábado, 21 de octubre de 2023

DÍA 22. LA RESURRECCIÓN. MARÍA ESTABA JUNTO AL MONUMENTO LLORANDO

DÍA 22. LA RESURRECCIÓN. MARÍA ESTABA JUNTO AL MONUMENTO LLORANDO

 

ORACIONES PARA TODOS LOS DÍAS

 

wPara comenzar todos los días

+Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

Bendita sea la Santísima Trinidad que formó a María Santísima Inmaculada desde el primer instante de su ser, conservándola pura antes del parto, en el parto y después del parto, y enriqueciéndola con todas las gracias y dones de su divino Espíritu, por todos los siglos de los siglos. Amén. 

 

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en el principio ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén. (x 3)

 

ORACIÓNA MARÍA SANTÍSIMA

Soberana Reina de los cielos, Abogada de los pecadores y consuelo de todos los afligidos, que quisiste inspirar al gran Patriarca Santo Domingo de Guzmán, tu fiel siervo, la devoción del Santísimo Rosario, para que con ella pudiera vencer a los obstinados herejes albigenses, enemigos implacables de nuestra Religión y de nuestra fe, proveyendo al mismo tiempo en ella un medio sencillo y eficacísimo para conseguir vuestra protección y atraer sobre nuestra alma las gracias del cielo; alcánzanos de tu divino Hijo, nuestro adorable Redentor, que hagamos este santo ejercicio del mes de Octubre a Ti consagrado, con la mayor piedad, atención y recogimiento, para que por este medio consigamos ser, durante toda nuestra vida, incansables devotos de tu Santísimo Rosario. Tú, ¡oh, Virgen María, cuyas gracias y misericordias para con los que te invocan, no se agotan jamás, haz que en estos días participemos de ellas con mayor abundancia, a fin de que, considerando en esta vida tus virtudes y procurando al mismo tiempo imitarlas, podamos algún día cantar tus alabanzas en la gloria por toda la eternidad. Amén. 

 

w Meditación para cada día y oración final.

DÍA VIGÉSIMOSEGUNDO

 

PERO MARÍA ESTABA JUNTO AL MONUMENTO LLORANDO (Jn 20,  11)

 

PUNTO 1º- Ya has considerado, alma mía, en la meditación del día precedente, cómo resucitó Jesús del sepulcro a pesar de los guardas que le custodiaban, siendo ellos mismos testigos de este notable acontecimiento; cómo se apareció en seguida a su Santísima Madre, triunfante y glorioso; y cómo se ocultó a sus discípulos, a pesar de ser ellos los primeros testigos de la desaparición de su cuerpo del sepulcro. Busquemos ahora el motivo de este hecho. En primer lugar, ni San Juan ni San Pedro ni las otras mujeres que acompañaban a la Magdalena, hicieron más diligencias por encontrará Jesús. Vinieron al sepulcro y luego se volvieron tal vez más llenos de espanto que de devoción. Por esto no se les aparece entonces Jesús, pues sus corazones no estaban dispuestos para esta gracia tan grande. Y aun a la Magdalena, que perseveró allí llorando, no se le aparece glorioso, sino en forma de hortelano, de modo que ella en el primer momento no pudo conocerle. ¿Y por qué hace esto Jesús con una mujer que tanto le amaba? ¡Ah! porque ella tampoco tenía fe. Al ver a Jesús en forma de hortelano, le dice: Señor, si tú has llevado el cuerpo de mi maestro, dámelo para que yo lo lleve. Buscaba, por lo tanto, a Jesús muerto, no resucitado. Sin embargo, de ello, Jesús, compadecido de tantas lágrimas, se le manifiesta y dice: María. Ella le contesta: Maestro. Para que veas, alma mía, que la perseverancia en la oración, aunque ésta rio sea del todo perfecta, es causa para que Dios nos conceda su gracia. 

 

PUNTO 2º- Mas si a la Magdalena se le aparece Jesús en forma de hortelano a los dos discípulos, que iban a Emaús, se les aparece en forma de peregrino. ¿Por qué este nuevo y extraño aspecto de Jesús? Porque así estaba en los corazones de sus discípulos. Aun después de oírle a Él hablar y exponerles las Santas Escrituras, manifestándoles cómo Jesús debía sufrir aquella muerte ignominiosa para luego resucitar glorioso al tercer día, todavía no creían ellos en su resurrección. ¡Oh; qué duros corazones! ¿Pero no está también el tuyo de esta manera, alma mía? ¿Cuántas pruebas tienes de la Providencia de Dios sobre ti y, con todo, desconfías de Él y buscas el consuelo en los trabajos, no en sus divinas promesas, sino en los bienes y distracciones de este mundo? Por esta causa no logras muchas veces sus favores, porque, aunque tengas alguna fe en El, no por eso desprendes tu corazón de las cosas criadas. 

 

PUNTO 3º- Por fin se aparece Jesús a todos sus discípulos y les saluda diciendo: La paz sea con vosotros. Es de advertir que entró estando todas las puertas cerradas, para que de esa manera no dudaran ya ni de su divinidad ni de su resurrección gloriosa. Mas ellos estaban tan asombrados, que no podían dar crédito a lo que veían y oían. Entonces Jesús pidió de comer, para que ellos no dudaran de la realidad de su aparición teniéndolo acaso por un fantasma. El Apóstol Santo Tomás, que no estaba allí cuando Jesús se apareció, mostróse más incrédulo que ninguno, al referirle ellos esta aparición. Por esta causa, cuando Jesús se les apareció por segunda vez, se dirigió a él y le dijo: Tomás, mete ahora tus dedos por los agujeros de mis heridas y no quieras ser por más tiempo incrédulo. El temerario discípulo al oír esto, no pudo menos de exclamar: ¡Señor mío y Dios mío!,  quedando por este medio enteramente confirmada la Resurrección de Jesús. 

 

ORACIÓN A JESÚS CONSOLANDO

CON SU RESURRECCIÓN A SU MADRE

Y A SUS DISCÍPULOS.

Amantísimo Señor, celestial consuelo de todos los afligidos, ¡con cuanta alegría te presentaste a tu Madre, resucitado y glorioso, para consolar aquel afligido corazón, que tanto había sufrido en la Pasión por ti! Y al mismo. tiempo, ¡qué medios tan ingeniosos empleaste para hacer también participantes de esta dicha a todos tus discípulos! Yo, Señor, mucho más indigno que ellos, no aspiro a gozar de tanta alegría, como es contemplarte glorioso en este mundo. Pero sí te pido, oh, Jesús mío, que no me falte nunca tu gracia; porque sin ella me expongo a no poder contemplarte tampoco en el cielo, lo que constituye el mayor mal de los males. Concédela, pues, a mi alma, para que, creyendo firmemente en tus promesas y amándote de todas veras en este mundo, pueda algún día contemplarte en el cielo entre los coros de los ángeles y de los Santos. Amén. 

 

Obsequio a María: Siempre que pasemos por delante de alguna imagen de Jesús o de María, rezar alguna jaculatoria. 

 

w Oraciones para terminar cada día:

 

La Virgen María prometió a Santa Matilde y a otras almas piadosas que quien rezara diariamente tres avemarías, tendría su auxilio durante la vida y su especial asistencia a la hora de la muerte. Confiados en tal promesa, invoquemos a la Madre de Dios diciendo:

Dios te Salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo. Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito el fruto de tu vientre, Jesús.

Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén. (x 3)

***

Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.

Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.

Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.

Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.

Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.

***

¡Querido hermano, no dejes de honrar en este día a la Santísima Virgen con el rezo del santo Rosario! Si te ha gustado esta meditación, compártelo con tus familiares y amigos.

*