DÍA VIGÉSIMOPRIMERO
LA SANGRE DE JESÚS NOS HACE VIVIR CASTOS Y PUROS
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
ORACIÓN INCIAL PARA TODOS LOS DIAS
¡Oh Sangre Preciosísima de vida eterna!, precio y rescate de todo el universo, bebida y salud de nuestras almas, que protegéis continuamente la causa de los hombres ante el trono de la suprema misericordia, yo os adoro profundamente y quisiera compensar, en cuanto me fuese posible, las injurias y ultrajes que de continuo estáis recibiendo de las creaturas humanas y con especialidad de las que se atreven temerariamente a blasfemar de Vos. ¡Oh! ¿Quién no bendecirá esa Sangre de infinito valor? ¿Quién no se sentirá inflamado de amor a Jesús que la ha derramado? ¿Qué sería de mí si no hubiera sido rescatado con esa Sangre divina? ¿Quién la ha sacado de las venas de mi Señor Jesucristo hasta la última gota? ¡Ah! Nadie podía ser sino el amor. ¡Oh amor inmenso, que nos ha dado este bálsamo tan saludable! ¡Oh bálsamo inestimable, salido de la fuente de un amor inmenso! Haced que todos los corazones y todas las lenguas puedan alabaros, ensalzaros y daros gracias ahora, por siempre y por toda la eternidad. Amén.
DÍA VIGÉSIMOPRIMERO
CONSIDERACIÓN:
LA SANGRE DE JESÚS NOS HACE VIVIR CASTOS Y PUROS
I. El primer desconcierto que el hombre sintió en sí después del pecado, fue la
rebelión de los sentidos. Y ella es todavía la causa de muchos males durante la
vida y de condenación después de la muerte. Deshonras, miserias, discordias,
homicidios, muertes prematuras y además la impenitencia final, son los
terribles efectos de la deshonestidad (San Alfonso, Selva de materias
predicables, Parte I, c. 6, n. 1, 10). Para que estemos distantes de vicio
tan perjudicial, o librarnos de él, si hemos caído; no hay medicina más eficaz
que la Sangre Inmaculada del Cordero divino («Si no fuera ungida la antigua
llaga con el ungüento de la Sangre de Cristo». San Cipriano, Pasión de
Cristo). Por eso procuremos recibirlo a menudo en los Sacramentos.
II. Jesús derramó su primera Sangre en la circuncisión, y quiso que fuera adorada por primera vez por María y José, ambos vírgenes; como para demostrar que aquella Sangre sería un medio eficaz para conservar en el hombre la pureza. También en su pasión la derramó de un modo especial para hacer germinar flores de castidad, por lo cual la Sangre Preciosa es llamada vino que engendra vírgenes («Vino germinánte vírgenes, Zacarías IX, 17). y las vírgenes se llaman sus primicias (Cornelio a Lápide, Sobre el Apocalipsis XIV, 4, «Primicias de Dios y del Cordero»). Por tanto, dice San Buenaventura, beber de la Sangre Preciosa es lo mismo que tomar una medicina potentísima para conservarse puro («Tienen la albura de la castidad con el riego de la Sangre de Cristo», De la Eucaristía, sermón 31). Por esto dice San Bernardo que el mantenerse puros tantos cristianos, es efecto de la Sangre de Jesús, que reciben en la comunión (Sobre la Cena, el Bautismo, etc.). Acerquémonos a menudo y devotamente a la divina mesa y obtendremos el mismo efecto.
III. Un jovencito acostumbrado a faltar contra la santa modestia (habiéndole
resultado vano cualquier otro medio), consiguió enmendarse meditando la Pasión
de Jesús (Cirilo Perrone OCarm., Domínica IX después de Pentecostés, Instrucción
sobre la Oración mental). Pues que al sentirse tentado, decía, fijando los
ojos en el crucifijo: «El inocente cuerpo de Jesús está cubierto de llagas y de
Sangre, ¿y yo me atreveré a darme impuros deleites? No, Jesús mío, no lo haré
jamás». Enseguida estampando tiernísimos besos sobre las divinas llagas,
triunfaba de la criminal pasión. Si no podemos embriagarnos con la Preciosa
Sangre comulgando cada día, al menos participemos de ella en espíritu,
meditando cotidianamente los dolores en medio de los cuales Jesús la derramó
(«Meditar los beneficios de su Pasión es haber espiritualmente su Sangre». San
Bernardo, Carta a los Hermanos de Mont-Dieu, 1. I, c. X, n. 30), y con
tal medio también nosotros venceremos las tentaciones y viviremos puros.
EJEMPLO
Habiendo una doncella incautamente fijado sus ojos en un jovencito, la imagen
de éste de tal manera se grabó en su mente que no podía apartar de ella su
pensamiento ni un solo instante. Cien veces se arrepintió de no haber tenido a
raya sus sentidos; pero, demasiado tarde. Vencida un día por la tentación,
queriendo ir hacia el objeto de sus amores, vio aparecérsele a Jesús, el cual
mostrándole sus llagas chorreando Sangre, le dijo: «¿Acaso es más hermoso que
yo, aquel que vas a buscar? ¿Podrá tal vez amarte más de lo que yo te amo?
¿Acaso por tu bien se habrá reducido al estado en que me ves? ¿Por qué entonces
lo prefieres a mi?». Avergonzada la jovencita no respondió sino con lágrimas; y
cambiados los afectos, durante el resto de su vida sólo amó a Jesús, que por su
amor derramó toda su Sangre (Card. Andrea Carlo Ferrari, Instrucciones
Catequística, Volumen I, parte III, capítulo III). Procuremos también
nosotros no dejar transcurrir un día sin pensar en el amor con que Jesús dio su
Sangre por nosotros; y tal pensamiento, extinguiéndose dentro de nuestro
corazón todo afecto profano, lo hará abrazarse de divino amor.
Se medita y se pide lo que se desea conseguir
OBSEQUIO: Quemad libros, retratos y otros objetos no tan buenos, y quitad toda ocasión de pecado por amor de Jesús crucificado.
JACULATORIA: Sangre purísima del
Salvador, dadme de vírgenes, albo candor.
ORACIÓN PARA ESTE DÍA
Postrado a vuestros pies, oh mi Dios crucificado, os repito las palabras del apóstol San Pablo: «Infeliz de mi! ¿quién me librará de la mortal agonía en que me tienen mis pasiones? ¿quién me socorrerá en la dura guerra que me hace mi propio cuerpo?». A San Pablo se le respondió: «La gracia divina por los méritos de Cristo» (Romanos VII, 23, 24, 25 y II Corintios XII, 7, 8, 9). Esta misma gracia debe ayudarme también a mí, oh Jesús querido. Vuestra Sangre, oh Hijo de la Virgen, oh Cordero inmaculado, caiga sobre mi y apague este fuego infernal que me quiere devorar; inunde mi mente y aleje de ella todo criminal consentimiento, llene mi corazón, arrojando de él todo afecto mundano; embriague mi alma y enciéndala de amor a la santa pureza; rocíe mi cuerpo, concediéndole la castidad; para que después de una vida toda pura y casta, tenga la suerte de estar cerca de vos en el reino feliz. Amén.