lunes, 17 de julio de 2023

DÍA 18. LA SANGRE DE JESÚS SOCORRE A LOS MORIBUNDOS EN LA EXTREMAUNCIÓN

DÍA DECIMOCTAVO

LA SANGRE DE JESÚS SOCORRE A LOS MORIBUNDOS EN LA EXTREMAUNCIÓN

 

En el nombre del Padre, y del Hijo , y del Espíritu Santo. Amén.

 

ORACIÓN INCIAL PARA TODOS LOS DIAS

¡Oh Sangre Preciosísima de vida eterna!, precio y rescate de todo el universo, bebida y salud de nuestras almas, que protegéis continuamente la causa de los hombres ante el trono de la suprema misericordia, yo os adoro profundamente y quisiera compensar, en cuanto me fuese posible, las injurias y ultrajes que de continuo estáis recibiendo de las creaturas humanas y con especialidad de las que se atreven temerariamente a blasfemar de Vos. ¡Oh! ¿Quién no bendecirá esa Sangre de infinito valor? ¿Quién no se sentirá inflamado de amor a Jesús que la ha derramado? ¿Qué sería de mí si no hubiera sido rescatado con esa Sangre divina? ¿Quién la ha sacado de las venas de mi Señor Jesucristo hasta la última gota? ¡Ah! Nadie podía ser sino el amor. ¡Oh amor inmenso, que nos ha dado este bálsamo tan saludable! ¡Oh bálsamo inestimable, salido de la fuente de un amor inmenso! Haced que todos los corazones y todas las lenguas puedan alabaros, ensalzaros y daros gracias ahora, por siempre y por toda la eternidad. Amén.

 

DÍA DECIMOCTAVO

 

CONSIDERACIÓN:

LA SANGRE DE JESÚS SOCORRE A LOS MORIBUNDOS EN LA EXTREMAUNCIÓN


I. Grandes son los dolores y angustias del hombre en su última enfermedad, y a ello se agrega que el demonio, lleno de ira, lo asalta horriblemente con las más vigorosas tentaciones. ¡Pobre moribundo! ¿quién lo socorrerá en tamaño peligro? La Sangre de Jesús siempre ha hecho ganar victoria sobre el infierno («Lo convencieron en virtud de la Sangre del Cordero», Apocalipsis XII, 11), y la misma Sangre, por medio del óleo sagrado, dará al moribundo fuerza para triunfar en aquella extrema lucha. Además, este Sacramento ayuda a soportar los dolores de la enfermedad: y así el hombre venciendo aquella postrera tribulación, con bañarse en la Sangre de Jesús, podrá obtener el santo paraíso («Llegaron en una gran tribulación y lavaron sus estolas en la Sangre del Cordero», Apocalipsis VII, 14).

 
II. Apenas muertos, debemos presentarnos al tribunal divino para ser juzgados por aquel Dios ante cuyo acatamiento ¡ni aún los cielos son puros! Ahora bien, el Sacramento de la Extrema Unción borra las reliquias de los pecados; y perdona, al menos en parte, la pena temporal merecida por nuestras culpas (San Alfonso María de Ligorio, Teología moral, De la Extrema Unción, Nº 731). Aún más, perdona cualquiera otra culpa olvidada al moribundo arrepentido (Tridentino, sesión 14, De la Extrema Unción, cap. 11); a fin de que su alma toda pura y hermosa comparezca al tribunal divino. «Sin efusión de sangre, no hay remisión de culpa», dice San Pablo (Hebreos IX, 22). Por consiguiente, la virtud que tiene el óleo santo, se debe a la Sangre del Cordero Inmaculado. ¡Oh gracias singulares que mediante la Preciosa Sangre, recibimos no sólo en la vida, sino también en la muerte!

  
III. La beata María de Oignies O. Cart., asistiendo a los enfermos, cuando éstos recibían la Extrema Unción, veía venir a Jesús rodeado de ángeles, que, echando a los demonios, se acercaba a los moribundos, los confortaba y los disponía para el gran paso (Surio, 23 de junio, Vida de la Beata, libro II, cap. III - IV). Si este Sacramento aporta tanto bien, ¿por qué se esperan los últimos momentos para recibirlos? ¡Ea! Apenas nuestra enfermedad nos ponga en peligro de muerte, recibámoslo al punto, para no privarnos más largo tiempo de tan saludables efectos; tanto más cuanto que a veces da también la salud del cuerpo, si ella conviene a la salvación del alma.

 
EJEMPLO
La beata Ángela de Foliño dejaba por vergüenza de confesar sus pecados. Pero después reparó tan grave daño con una buena confesión general. Mientras lloraba un día sus pecados, se le apareció Jesús en la Cruz y le dijo que Él había satisfecho por nosotros y que su Sangre es eficacísima medicina para sanar de todo pecado, mediante una buena confesión; siendo, por tanto, inexcusable quien de ella no se vale. Por esto procuró la beata recibir con frecuencia los Sacramentos; quedándose de muy buena gana sin comer, pero nunca de comulgar. Habiendo sido devota y tierna amante de su Dios crucificado, a la muerte, después de recibir la extrema unción, vio aparecérsele su querido Jesús, que la lavó con su Sangre Preciosa; por lo cual llena de alegría exclamó: «Mi alma ha sido lavada en la Sangre de Jesús, que estaba tan colorada y caliente, como si entonces hubiera salido de su santísimo cuerpo; y entre tanto se me ha dicho: por ésta has quedado del todo purificada». Por lo cual, toda pura y hermosa, aquella alma se voló al Cielo (Vida de la Beata, escrita por un religioso franciscano, Foligno, 1870). Ánima cristiana, ama siempre, en el curso de la vida, a la Preciosa Sangre, sé siempre devota de la misma, a fin de que, purificada por ella en la Extrema Unción, también tú puedas salir de esta vida, toda pura; y compareciendo así ante el divino tribunal, podrás recibir la sentencia de eterno premio.

        
Se medita y se pide lo que se desea conseguir.

 

OBSEQUIO: Rezad tres Pater Noster, Ave María y Gloria Patri a la Preciosa Sangre por los pobres agonizantes.

 

JACULATORIA: Oh Dios, conforta con esa Sangre a los pecadores agonizantes.

 

ORACIÓN PARA ESTE DÍA

Sangre Preciosísima, no sólo durante el transcurso de la vida, sino también en la muerte me dais gracias especiales por medio de los Sacramentos. En aquel postrero trance, serán grande los dolores de la enfermedad, terribles los asaltos del infierno, riguroso el juicio que habré de soportar apenas muera: y he aquí como Vos, en el Sacramento de la extrema unción, me dais gracia para sufrir las penas del cuerpo, y vencer a los enemigos del alma, y borráis en mí aún las reliquias de los pecados: ¿quién no os amará a la vista de tantos beneficios? Sí, yo os quiero amar y amaros siempre en todos los instantes de mi vida, hasta el último aliento. Amén.