DÍA DÉCIMO
LA SANGRE DE JESÚS SIRVE DE SALVACIÓN A QUIEN SE VALE DE ELLA, Y DE CONDENACIÓN A QUIEN LA DESPRECIA
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
ORACIÓN INCIAL PARA TODOS LOS DIAS
¡Oh Sangre Preciosísima de vida eterna!, precio y rescate de todo el universo, bebida y salud de nuestras almas, que protegéis continuamente la causa de los hombres ante el trono de la suprema misericordia, yo os adoro profundamente y quisiera compensar, en cuanto me fuese posible, las injurias y ultrajes que de continuo estáis recibiendo de las creaturas humanas y con especialidad de las que se atreven temerariamente a blasfemar de Vos. ¡Oh! ¿Quién no bendecirá esa Sangre de infinito valor? ¿Quién no se sentirá inflamado de amor a Jesús que la ha derramado? ¿Qué sería de mí si no hubiera sido rescatado con esa Sangre divina? ¿Quién la ha sacado de las venas de mi Señor Jesucristo hasta la última gota? ¡Ah! Nadie podía ser sino el amor. ¡Oh amor inmenso, que nos ha dado este bálsamo tan saludable! ¡Oh bálsamo inestimable, salido de la fuente de un amor inmenso! Haced que todos los corazones y todas las lenguas puedan alabaros, ensalzaros y daros gracias ahora, por siempre y por toda la eternidad. Amén.
CONSIDERACIÓN:
LA SANGRE DE JESÚS SIRVE DE SALVACIÓN A QUIEN SE VALE DE ELLA, Y DE CONDENACIÓN A QUIEN LA DESPRECIA
I. Jesús derramó su Sangre para la salvación de todos; sin embargo, el santo
anciano Simeón predijo que ella habría de servir de salud para muchos y de
ruina para otros; y que ello sucedería cuando el alma de la Madre divina fuera
traspasada por la espada del dolor (San Lucas II, 34-35). En el Calvario María
fue por ésta atravesada, mientras Jesús derramaba su Sangre en la Cruz. Por
tanto, Jesús crucificado servirá de salvación a quien quiera aprovecharse de la
efusión de su Sangre, y servirá de ruina a quien rehúse valerse de ella.
II. Un ladrón crucificado junto a Jesús, despreció obstinadamente su Sangre, y
se condenó. Judas traicionó esta Sangre, y desesperado se quitó la vida
ahorcándose. Los judíos al pedir la muerte de Jesús, gritaron: «Caiga su Sangre
sobre nosotros y sobre nuestros hijos» (San Mateo XXVII, 25); y he aquí que pocos
años más tarde, el mal que habían imprecado, descendió sobre sus cabezas. Pues
muchísimos de ellos fueron muertos, otros hechos cautivos y Jerusalén
totalmente destruida, como el mismo Jesús lo había anunciado (San Lucas XIX,
44). ¡Qué tremendos castigos tiene Dios aparejados a los conculcadores de su
Sangre!
III. Si en el tiempo pasado hemos despreciado la Sangre de Jesús, haciéndonos
sordos a las divinas inspiraciones, viviendo obstinados en la culpa, y no
cooperando a las gracias que Dios nos ha dado; no suceda así en lo futuro, para
no atraer sobre nosotros la más terrible venganza del Cielo. La voz de la
Preciosa Sangre sirve de misericordia a quien la escucha, pero de condenación a
quien la desprecia.
EJEMPLO
San Francisco de Borja, llamado al lecho de un moribundo que pertinazmente
rehusaba confesarse, con el crucifijo en una mano y palabras de fuego en los
labios, hizo poderíos para hacerlo arrepentirse. Más despreciando aquel impío
las palabras de Francisco, el crucifijo comenzó a gotear viva Sangre de sus
llagas, y con amorosos acentos, dijo: «Mira cuánto he padecido y cuánta Sangre
he derramado por ti: ¿por qué, entonces, no te entregas? ¡Ah! Confiésate
arrepentido, que te perdono». Pero aún a vista de tan gran prodigio, permaneció
aquél siempre obstinado, y Jesús desclavo una mano y llenándola de Sangre, la
arrojó al rostro del pérfido, diciéndole: «Si no la quieres para salvarte,
sírvate de condenación». El desgraciado, blasfemando, murió presa de la más
aterradora desesperación (Colección de las Obras del Santo, y su vida,
por su sobrino-nieto, Francisco Borja). ¡Terrible ejemplo para quien deprecia
las divinas gracias que Jesús nos ha merecido con la efusión de su Sangre!
Se medita y se pide lo que se desea conseguir.
OBSEQUIO: Haced el
acto de contrición con el firme propósito de valeros siempre de la Sangre
Preciosa.
JACULATORIA: Haced que sea, caro
Señor, la Sangre vuestra mi salvación.
ORACIÓN PARA ESTE DÍA
¡Qué locura, oh Señor, ha sido hasta ahora la mía de resistir a vuestras gracias! ¡Me habéis ofrecido el perdón y yo lo he rehusado; me habéis extendido vuestros brazos para apretarme al seno, y yo os he vuelto las espaldas y me he escapado; me habéis mostrado la Sangre derramada para salvarme, y yo la he pisoteado cometiendo nuevos pecados! ¡Desgraciado de mí, que no merezco más perdón! Pero ¡ea! Por esta misma Sangre, no me rechacéis, ahora que arrepentido me vuelvo a Vos, Sangre Preciosa, con vuestra voz omnipotente, perorad en favor mío; ya que en lo futuro no sólo no quiero jamás pisotearos, sino vivir siempre como vuestro verdadero amante. Amén.