sábado, 15 de julio de 2023

DÍA 16. LA SANGRE DE JESÚS SE OFRECE PARA NUESTRO BIEN EN LA SANTA MISA

DÍA DECIMOSEXTO

LA SANGRE DE JESÚS SE OFRECE PARA NUESTRO BIEN EN LA SANTA MISA

 

 

En el nombre del Padre, y del Hijo , y del Espíritu Santo. Amén.

 

ORACIÓN INCIAL PARA TODOS LOS DIAS

¡Oh Sangre Preciosísima de vida eterna!, precio y rescate de todo el universo, bebida y salud de nuestras almas, que protegéis continuamente la causa de los hombres ante el trono de la suprema misericordia, yo os adoro profundamente y quisiera compensar, en cuanto me fuese posible, las injurias y ultrajes que de continuo estáis recibiendo de las creaturas humanas y con especialidad de las que se atreven temerariamente a blasfemar de Vos. ¡Oh! ¿Quién no bendecirá esa Sangre de infinito valor? ¿Quién no se sentirá inflamado de amor a Jesús que la ha derramado? ¿Qué sería de mí si no hubiera sido rescatado con esa Sangre divina? ¿Quién la ha sacado de las venas de mi Señor Jesucristo hasta la última gota? ¡Ah! Nadie podía ser sino el amor. ¡Oh amor inmenso, que nos ha dado este bálsamo tan saludable! ¡Oh bálsamo inestimable, salido de la fuente de un amor inmenso! Haced que todos los corazones y todas las lenguas puedan alabaros, ensalzaros y daros gracias ahora, por siempre y por toda la eternidad. Amén.

DÍA DECIMOSEXTO


CONSIDERACIÓN:

LA SANGRE DE JESÚS SE OFRECE PARA NUESTRO BIEN EN LA SANTA MISA


I. Dios es nuestro Creador, y todo lo que tenemos es don suyo; por esto le debemos sumo honor e infinitas gracias. Además, habiéndolo ofendido, debemos aplacarlo. Como miserables que somos, necesitamos que continuamente nos provea de lo necesario. Pero nosotros, vilísimas criaturas, somos incapaces de honrar y agradecer a Dios como conviene, de satisfacer a su justicia y de merecer de su bondad nuevos favores. ¿Quién, entonces, suplirá nuestra insuficiencia? Jesús misericordiosamente lo ha suplido todo inmolándose por nosotros en la Cruz y derramando en ella su Preciosa Sangre. Con esta Sangre podemos rendir a Dios lo que le debemos, e impetrar de Él lo que necesitamos. ¿Y habrá alguien que no se abrase de amor hacia esta Sangre?


II. Los mismos bienes que hemos recibido por el sacrificio de la Cruz, los recibimos por el sacrificio del Altar, siendo éste igual a aquél, aunque incruento. Pues en la Santa Misa el mismo Jesús es la víctima y el principal sacerdote, y Él, como nos lo asegura San Lorenzo Justiniano, habla al Eterno Padre, le muestra sus Llagas y le ofrece su Sangre por nosotros («El mismo Redentor clama al Padre, mostrándole las cicatrices de su cuerpo». San Lorenzo Justiniano, Sermón de Eucaristía). «Y el Padre aplacado, concediendo la gracia y el don de la penitencia, perdona los pecados y los delitos, por graves que sean; y sirve también para cualquier otra necesidad, y aún para la remisión de la pena a los vivos y a los muertos» (Concilio de Trento, Sesion 22, Del Sacrificio de la Misa, cap. 2).

  
III. Si fue perfidia grande la de los judíos, que insultaron a Jesús cuando herido y ensangrentado estaba pendiente de la Cruz; mayor perfidia es la nuestra, pues creyendo en Jesús, sin embargo oímos con irreverencia la Santa Misa. ¡Jesús se sacrifica en ella por nosotros; y nosotros, en vez de asistir a ella recogidos y devotos, nos atrevemos a conversar, mirar a todos lados y pensar en cosas inoportunas en aquel momento! ¡Qué grande impiedad, digna del más severo castigo! Si queremos participar de los beneficios de la Sangre divina, oigamos la Misa con devoción.

 
EJEMPLO
Mientras un sacerdote que padecía de dudas acerca de cómo la substancia del pan se convierte en el cuerpo y la Sangre de Jesús, celebraba la Misa el día de Pascua (28 de marzo de 1171) en Santa María en Vado de Ferrara, durante la elevación de la Hostia, fue visto en ella por todos los presentes un hermoso niño; y al momento de romper el sacerdote las sagradas especies, de la quebradura brotó viva Sangre que, saliendo con ímpetu, fue a salpicar la bóveda de aquella capilla; quedando todos poseídos de sacro terror, y movidos a asistir a la Misa con reverencia (Benedicto XIV, De la Beatificación y Canonización de los Santos, libro IV, parte II, cap. último, Nº 7). Estimule un gran prodigio también a nosotros a oír la Misa con devoción, a fin de que sea para nosotros fuente de todo bien espiritual y también corporal.

        
Se medita y se pide lo que se desea conseguir.

 

OBSEQUIO: Oíd devotamente una Misa, en descuento de vuestros pecados.

 
JACULATORIA: Por tu Sangre, Gran Señor, dame gracias, dame amor.

 
ORACIÓN PARA ESTE DÍA

Muchas son las necesidades de alma y cuerpo, y muchos los deberes que tengo para con mi Criador; y vos, mi buen Jesús, todo lo habéis suplido, no solo sacrificándoos por mí en la Cruz, sino ¡renovando cada día aquel mismo sacrificio sobre nuestros altares! ¿Y yo tan raras veces, y sin la debida devoción y reverencia, asisto a la Santa Misa? Pero de esa manera, ¿cómo rendiré a Dios el honor que merece y las gracias debidas por los beneficios recibidos? ¿Cómo impetraré de Él perdón de mis pecados y socorro en mis necesidades? ¡Ah! De ahora en adelante, oh Señor, quiero asistir a la Santa Misa, no como los judíos en el Calvario, sino como el discípulo amado y la Magdalena, a fin de gozar los frutos de vuestra Sangre que el sacerdote ofrece sobre el altar. Amén.
 

 

En el nombre del Padre, y del Hijo , y del Espíritu Santo. Amén.

 

ORACIÓN INCIAL PARA TODOS LOS DIAS

¡Oh Sangre Preciosísima de vida eterna!, precio y rescate de todo el universo, bebida y salud de nuestras almas, que protegéis continuamente la causa de los hombres ante el trono de la suprema misericordia, yo os adoro profundamente y quisiera compensar, en cuanto me fuese posible, las injurias y ultrajes que de continuo estáis recibiendo de las creaturas humanas y con especialidad de las que se atreven temerariamente a blasfemar de Vos. ¡Oh! ¿Quién no bendecirá esa Sangre de infinito valor? ¿Quién no se sentirá inflamado de amor a Jesús que la ha derramado? ¿Qué sería de mí si no hubiera sido rescatado con esa Sangre divina? ¿Quién la ha sacado de las venas de mi Señor Jesucristo hasta la última gota? ¡Ah! Nadie podía ser sino el amor. ¡Oh amor inmenso, que nos ha dado este bálsamo tan saludable! ¡Oh bálsamo inestimable, salido de la fuente de un amor inmenso! Haced que todos los corazones y todas las lenguas puedan alabaros, ensalzaros y daros gracias ahora, por siempre y por toda la eternidad. Amén.