27 de enero
San Juan Crisóstomo, obispo, confesor y doctor de la Iglesia
Juan, de Antioquía, llamado Crisóstomo por el áureo río de su elocuencia. Dejó el foro y los negocios seculares para consagrarse por entero al estudio de las sagradas letras; mereció muchas alabanzas por su ciencia. Iniciado en los misterios sagrados fue presbítero de la Iglesia de Antioquía; a la muerte de Nectario, por voluntad del emperador Arcadio, y contra su deseo, fue elegido arzobispo de la Iglesia de Constantinopla. Allí reprendió las costumbres depravadas, y la vida inmoral de los nobles, procurándole una gran enemistad de muchos y la animadversión de Eudoxia, a quien reprendió por quedarse el dinero de la viuda Calítropa y el campo de otra viuda.
Algunos obispos, reunidos en Calcedonia, le citaron; habiéndose negado a asistir por tratarse de un conciliábulo instigado, principalmente por Eudoxia, fue desterrado. Mas habiéndose amotinado el pueblo que deseaba su vuelta, con unánime aplauso de la ciudad, fue llamado del destierro. Pero, como no desistiera de reprender las malas costumbres, y prohibiera los juegos en la plaza de Santa Sofía, cabe la estatua de plata de Eudoxia, una conspiración de obispos enemigos, le obligó a expatriarse; la pérdida del padre común fue llorada por las viudas y por todos los menesterosos. Es imposible referir los males de toda suerte sufridos por Crisóstomo en el destierro, así como el número de los que convirtió a la fe de Jesucristo.
Mas cuando, por un decreto del Papa Inocencio I dado en un concilio de Roma, fue restituido a su sede, padeció las más extraordinarias calamidades y privaciones por parte de los soldados que le custodiaban durante el camino. Al pasar por Armenia, San Basilisco, Mártir, en cuyo templo antes había orado, le habló así durante la noche: “Juan, hermano mío, el día de mañana nos reunirá un mismo lugar”. Y en efecto, al día siguente, 14 de septiembre, después de recibir el sacramento de la Eucaristía y fortalecido con la señal de la cruz, entregó su alma a Dios. A su muerte cayó sobre Constantinopla un horrible pedrisco, y Eudoxia murió cuatro días después. Teodosio, hijo de Arcadio, mandó sepultarlo con gran honor, el día 27 de enero. El mismo emperador, tras venerar sus reliquias, pidió perdón por sus padres. Su cuerpo se trasladó y fue sepultado en la Basílica Vaticana. Todos admiran el número, piedad y elegancia de sus sermones y demás escritos suyos, así como la manera cómo interpreta y explana en su sentido literal los libros sagrados. Parece como si el apóstol San Pablo, al cual veneró fervorosamente, le dictase muchas cosas de las que predicó y escribió, y todos las juzgan dignas de un favor semejante. A este preclarísimo Doctor de la Iglesia, San Pío X, Pontífice máximo, le declaró y constituyó celestial Patrono de los oradores sagrados.
Oremos.
Te suplicamos, Señor, que la gracia celestial dilate cada día más la santa Iglesia, a la cual te dignaste ilustrar con los gloriosos merecimientos y la doctrina del bienaventurado Juan Crisóstomo, tu Confesor y Pontífice. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, Dios, por todos los siglos de los siglos. R. Amén.
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