MES DE LA PRECIOSÍSIMA SANGRE DE JESÚS
Día 12
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
ORACIÓN PARA COMENZAR CADA DÍA
Jesús mío, acepta todas aquellas buenas obras
que durante este mes me inspires;
en reparación por tantos desprecios,
ingratitudes y blasfemias cometidas por los hombres,
y para que la acción del maligno enemigo
no destruya el deseo y conocimiento de tu Amor
por parte de tus hijos.
Que la Devoción a la Divina Sangre
acerque las almas a tu Sagrado Corazón. Amén.
DÍA 12
LA SANGRE DE CRISTO Y EL PECADO
Jesús con infinito amor y amargo dolor purificó nuestras almas del pecado, pero seguimos ofendiéndolo. Los pecadores -dice San Pablo- clavan a Jesús en la cruz de nuevo (Cfr. Hebreos 6, 6). Nuestros pecados prolongan su pasión. El pecador obstinado que rechaza la gracia divina no sólo mata su propia alma, sino que hace vana para sí la obra redentora de la sangre de Cristo. Es necesario profundizar en la gravedad que entraña todo pecado mortal que nos separa de Dios y nos deja como miembros muertos del cuerpo místico de la Iglesia. “El pecador, por su pecado -dice San Agustín- se aparta de Dios, que es la luz verdadera, y se vuelve ciego. Todavía no siente la pena, pero ya la lleva consigo” (Sermón 11, 5). ¿Y quién de nosotros no tiene pecado? ¡Cuántas veces nos hemos rebelado contra Dios alejándonos de Él para ofrecer nuestro corazón a las criaturas! Contemplemos a Jesús crucificado: ¡Él es quien borra los pecados del mundo! Volvamos a su Corazón que late con infinito amor por los pecadores, bañémonos en su sangre, porque es la única medicina que puede sanar nuestra alma.
EJEMPLO
En una ocasión en la que San Gaspar del Búfalo se encontraba predicando en una misión, un grupo de personas le imploró que fuera a casa de un moribundo que, habiendo llevado una vida de pecado, se negaba a recibir los sacramentos. Pronto el santo se acercó a su cama y, con el crucifijo en las manos, le habló de la sangre que Jesús había derramado por amor a él. Sus palabras conmovieron a cuantos estaban en aquella sala, más el moribundo permaneció indiferente y sin muestras de arrepentimiento. Entonces, San Gaspar, dejando sus hombros al descubierto, se arrodilló junto a la cama del agonizante y comenzó a disciplinarse produciéndose heridas por donde fluía su sangre. Ni siquiera esto conmovió al obstinado. El santo no se desanimó y le dijo: -Hermano, no quiero que te pierdas, no me detendré hasta que haya salvado tu alma. Entonces, uniendo su dolor a la pasión de Cristo intensificó su oración. El moribundo, tocado por la gracia rompió a llorar, confesó sus pecados y murió. Los santos, siguiendo el ejemplo de Jesús, también están dispuestos a dar su vida para salvar un alma. Nosotros, en cambio, con nuestros escándalos, quizás hemos sido la causa de su perdición. Pidamos al señor el celo por las almas y oremos por la conversión de los pecadores.
INTENCIÓN: Lloraremos nuestros pecados ante Dios pidiéndole nos alcance la gracia de no volver a ofenderlo más. Sería como enjugar y ensalzar su rostro atormentado por causa de nuestras culpas.
JACULATORIA: ¡Oh preciosísima sangre de Jesús, ten piedad de mí y purifica mi alma del pecado!
ORACIÓN PARA TERMINAR CADA DÍA
Oración de San Gáspar de Búfalo
Oh, preciosa sangre de mi Señor,
que yo te ame y te alabe para siempre.
¡Oh, amor de mi Señor convertido en una llaga!
Cuán lejos estamos de la conformidad con tu vida.
Oh Sangre de Jesucristo, bálsamo de nuestras almas,
fuente de misericordia, deja que mi lengua,
impregnada por tu sangre
en la celebración diaria de la misa,
te bendiga ahora y siempre.
Oh, Señor, ¿quién no te amará?
¿Quién no arderá de agradecido afecto por ti?
Tus heridas, tu sangre, tus espinas, la cruz,
la sangre divina en particular,
derramada hasta la última gota,
¡con qué elocuente voz grita a mi pobre corazón!
Ya que agonizaste y moriste por mí para salvarme,
yo daré también mi vida, si será necesario,
para poder llegar a la bendita posesión del cielo.
Oh Jesús, que te has hecho redención para nosotros,
de tu costado abierto, arca de la salvación,
horno de la caridad,
salió sangre y agua, signo de los sacramentos
y de la ternura de tu amor,
¡Seas adorado y bendecido por siempre, oh Cristo,
que nos has amado y lavado en tu preciosísima sangre!
Amén.
V/. Alabada sea la Preciosísima Sangre de Jesús.
R/. Sea por siempre bendita y alabada.