MES DE LA PRECIOSÍSIMA SANGRE DE JESÚS
Día 8
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
ORACIÓN PARA COMENZAR CADA DÍA
Jesús mío, acepta todas aquellas buenas obras
que durante este mes me inspires;
en reparación por tantos desprecios,
ingratitudes y blasfemias cometidas por los hombres,
y para que la acción del maligno enemigo
no destruya el deseo y conocimiento de tu Amor
por parte de tus hijos.
Que la Devoción a la Divina Sangre
acerque las almas a tu Sagrado Corazón. Amén.
DÍA 8
LA REDENCIÓN DE LA PRECIOSA SANGRE FUE ABUNDANTE Y UNIVERSAL
Los judíos pensaban que el Mesías tenía que encarnarse para llevar a Israel al antiguo esplendor del reino de Israel.
Jesús, en cambio, vino a la tierra para la salvación de todos los hombres. Su fin era espiritual y no político. “Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuese de este mundo, mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos: pero mi reino no es de aquí”. (Jn 18, 36). La redención, operada con su preciosa sangre, fue copiosa; es decir, que no derramó algunas gotas de su sangre, sino que la entregó por completo. Nos mostró el camino través de su ejemplo, de su palabra, de su gracia derramada sobre nosotros y de su cuerpo entregado en el sacrificio del altar para alimento nuestro. Quiso redimir al hombre en su totalidad: voluntad, intelecto y corazón, sin limitar su obra redentora a algunos pueblos o castas privilegiadas: “«Eres digno de tomar el libro y abrir sus sellos porque fuiste degollado y compraste para Dios con tu sangre hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación»" (Apoc 5; 9).
Desde lo alto de la cruz su sangre fue derramada sobre la tierra inundándola por completo. De este modo, la naturaleza tembló frente a tan inmenso sacrificio. Jesús era el Mesías esperado y todos los hombres están llamados a participar de esta inmolación mirando hacia el Calvario en el altar del santo sacrificio. Cristo es el único manantial de salud espiritual. A los pies de esta gloriosa cruz fue engendrada la Iglesia y de este cuerpo místico salieron y saldrán todos los cristianos que, respondiendo a la misión que Dios les tenga encomendada, le darán inmensa gloria. Pensemos en los apóstoles de la preciosísima sangre. Para que sus voces anuncien, de manera firme y clara, las propiedades de la preciosa sangre de Cristo.
EJEMPLO
La santa cruz es la reliquia más insigne impregnada con la preciosa sangre de Cristo. Tras su descubrimiento, por parte de Santa Elena y de San Macario, la cruz se quedó en Jerusalén durante tres siglos, hasta que los Persas conquistaron la ciudad y se la llevaron a su país. Catorce años después, el emperador Eraclio, habiendo conquistado Persia, quiso llevársela a la ciudad santa. Apenas habían comenzado a subir el camino hacia el Calvario hubieron de parar, movidos por una fuerza misteriosa que les impedía avanzar. Estando allí el santo obispo Zacarías, se acercó al emperador diciéndole: - No es posible caminar ataviado de tanto lujo por la misma vía por donde Jesús subió con tantísima humildad y dolor. El emperador entonces, despojándose de sus fastuosas vestiduras y de sus ostentosas joyas, pudo proseguir el camino y colocar con sus propias manos la santa cruz en la colina del Gólgota.
También nosotros, en muchas ocasiones, nos dejamos llevar erróneamente por la tentación de querer llevar la cruz sin despojarnos del bienestar, de nuestros apegos, vicios, pasiones... lo cual es incompatible con el camino que abrió nuestro Señor. Es necesaria la humildad para recorrer la vía señalada por la sangre de Jesús.
INTENCIÓN: Por amor a la sangre Divina aceptaré gustoso los sufrimientos y humillaciones y me desprenderé de alguna cosa para ofrecérsela a los pobres.
JACULATORIA: ¡Te adoramos oh, Cristo y te bendecimos! ¡Que por tu santa cruz redimiste al mundo!
ORACIÓN PARA TERMINAR CADA DÍA
Oración de San Gáspar de Búfalo
Oh, preciosa sangre de mi Señor,
que yo te ame y te alabe para siempre.
¡Oh, amor de mi Señor convertido en una llaga!
Cuán lejos estamos de la conformidad con tu vida.
Oh Sangre de Jesucristo, bálsamo de nuestras almas,
fuente de misericordia, deja que mi lengua,
impregnada por tu sangre
en la celebración diaria de la misa,
te bendiga ahora y siempre.
Oh, Señor, ¿quién no te amará?
¿Quién no arderá de agradecido afecto por ti?
Tus heridas, tu sangre, tus espinas, la cruz,
la sangre divina en particular,
derramada hasta la última gota,
¡con qué elocuente voz grita a mi pobre corazón!
Ya que agonizaste y moriste por mí para salvarme,
yo daré también mi vida, si será necesario,
para poder llegar a la bendita posesión del cielo.
Oh Jesús, que te has hecho redención para nosotros,
de tu costado abierto, arca de la salvación,
horno de la caridad,
salió sangre y agua, signo de los sacramentos
y de la ternura de tu amor,
¡Seas adorado y bendecido por siempre, oh Cristo,
que nos has amado y lavado en tu preciosísima sangre!
Amén.
V/. Alabada sea la Preciosísima Sangre de Jesús.
R/. Sea por siempre bendita y alabada.