MES DE LA PRECIOSÍSIMA SANGRE DE JESÚS
Día 7
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
ORACIÓN PARA COMENZAR CADA DÍA
Jesús mío, acepta todas aquellas buenas obras
que durante este mes me inspires;
en reparación por tantos desprecios,
ingratitudes y blasfemias cometidas por los hombres,
y para que la acción del maligno enemigo
no destruya el deseo y conocimiento de tu Amor
por parte de tus hijos.
Que la Devoción a la Divina Sangre
acerque las almas a tu Sagrado Corazón. Amén.
DÍA 7
LA SANGRE QUE REDIME
El pecado, no solamente aleja al hombre de la gracia enemistándolo con Dios, también lo hace esclavo de satanás. La redención otorga tres efectos en las almas. A saber:
-Devuelve la gracia santificante.
-Purifica de la culpa y pacifica con Dios
-Y libera de la esclavitud de satanás.
El hombre, al pecar, rechaza el dulce y suave yugo de la Ley divina, sometiéndose la tiranía del maligno. Quien peca -dice San Juan- pertenece a satanás. (1 Juan 3,8) ¿Qué precio pagó Jesús para arrebatar nuestras almas de las garras del enemigo? Su preciosa sangre. ¡Este es el valor de una Alma! “¿Cuánto vales tú?” -Dice San Agustín “Examina el precio de tu salvación”. Dios te había perdido y ha vuelto a comprarte derramando toda su sangre. ¿Y tú? ¿cómo te presentas? ¿cuántas veces, cediendo a la violencia de las tentaciones, huyes de Dios y te vendes otra vez a satanás? Sé fuerte, mantén tu fe en las virtudes de la Divina sangre, implora a la divinidad y no sucumbirás en la batalla. Así lo asegura San Pablo: “¡Con cuánta más razón, pues, justificados ahora por su sangre, seremos por Él salvos de la cólera!” (Rom 5, 9).
EJEMPLO
Al Venerable Don Juan Merlini, segundo sucesor de San Gaspar en la dirección general de la congregación de la Preciosa Sangre, mientras predicaba en Segni, en Lazio, se le presentó un hombre que había vendido su alma al diablo por veinte escudos diarios. El pacto lo escribió y firmo él y se lo entregó al mismísimo satanás. El desafortunado hombre recibía misteriosamente todos los días sus veinte escudos, pero no tenía paz. A pesar de que los veinte escudos suponían una buena suma, el hombre estaba lleno de deudas por la cantidad de gastos y vicios a los que se sometía. Estaba desesperado cuando oyó hablar del santo misionero. Lo buscó y al encontrarlo se postró a sus pies implorando su ayuda. Don Merlini, ofreciéndole consuelo, le dijo: - ¡Tenga fe, hijo! La sangre de Jesús volverá a comprar su alma. Con esta disposición, el siervo de Dios comenzó a rezar, a ayunar y a mortificarse con total disciplina rogando a Dios por el rescate de aquella alma, y, a través de sus ruegos y mortificaciones, la sangre de Jesús triunfó teniendo satanás que dejar de atormentar a aquella alma arrepentida.
¡Qué decir de los hombres que por placeres despreciables venden sus almas a satanás! ¡Si pensaran cuántos tormentos le costaron a Jesús!
INTENCIÓN: Para evitar el pecado mortificaré mi voluntad, mis sentidos y, sobre todo, mis ojos.
JACULATORIA: ¡Sangre preciosa de Jesús, precio infinito de nuestro rescate, que seas siempre amada por todos los hombres!
ORACIÓN PARA TERMINAR CADA DÍA
Oración de San Gáspar de Búfalo
Oh, preciosa sangre de mi Señor,
que yo te ame y te alabe para siempre.
¡Oh, amor de mi Señor convertido en una llaga!
Cuán lejos estamos de la conformidad con tu vida.
Oh Sangre de Jesucristo, bálsamo de nuestras almas,
fuente de misericordia, deja que mi lengua,
impregnada por tu sangre
en la celebración diaria de la misa,
te bendiga ahora y siempre.
Oh, Señor, ¿quién no te amará?
¿Quién no arderá de agradecido afecto por ti?
Tus heridas, tu sangre, tus espinas, la cruz,
la sangre divina en particular,
derramada hasta la última gota,
¡con qué elocuente voz grita a mi pobre corazón!
Ya que agonizaste y moriste por mí para salvarme,
yo daré también mi vida, si será necesario,
para poder llegar a la bendita posesión del cielo.
Oh Jesús, que te has hecho redención para nosotros,
de tu costado abierto, arca de la salvación,
horno de la caridad,
salió sangre y agua, signo de los sacramentos
y de la ternura de tu amor,
¡Seas adorado y bendecido por siempre, oh Cristo,
que nos has amado y lavado en tu preciosísima sangre!
Amén.
V/. Alabada sea la Preciosísima Sangre de Jesús.
R/. Sea por siempre bendita y alabada.