MES DE LA PRECIOSÍSIMA SANGRE DE JESÚS
Día 10
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
ORACIÓN PARA COMENZAR CADA DÍA
Jesús mío, acepta todas aquellas buenas obras
que durante este mes me inspires;
en reparación por tantos desprecios,
ingratitudes y blasfemias cometidas por los hombres,
y para que la acción del maligno enemigo
no destruya el deseo y conocimiento de tu Amor
por parte de tus hijos.
Que la Devoción a la Divina Sangre
acerque las almas a tu Sagrado Corazón. Amén.
DÍA 10
LA SANGRE DEL AMOR
“La sangre Divina se mezcla con el fuego del Amor divino, porque fue derramada por amor” (Santa Catalina de Siena). Antes que ella, ya lo había expresado San Juan, el discípulo amado: “Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo” (Jn 13, 1).
El don de la sangre de Cristo fue la coronación de un testimonio continuo de amor. Por amor se encarnó, vivió entre nosotros, obró maravillas, sintió hambre y sed, lloró... y finalmente nos dio la prueba suprema del amor: “Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos” (Jn 15, 13). “No fueron los clavos —dice Santa Catalina— los que sostenían a Cristo en la cruz, si no el amor, porque su sangre fue derramada con el fuego del amor”. Si pudiera surgir alguna duda sobre esta verdad flagrante, bastaría mirar la abundancia de sangre derramada y las atrocidades de los dolores sufridos para convencernos de que, todo lo referido a la pasión, nos habla de un amor hasta el extremo. “Hija mía - le dijo Jesús a Santa Gema Galgani- mírame y aprende a amar. ¿No sabes que el amor me hizo dar la vida? Estas heridas, esta sangre, esta cruz es la obra de mi amor”. ¿Y cómo respondemos a tanto amor? Un rápido examen de conciencia descubriría nuestra ingratitud. Recitemos esta oración de Santa Gema:
Señor, cuando mis labios se acerquen a los tuyos, déjame sentir tu hiel; cuando mis hombros se apoyen en los tuyos, déjame sentir tus azotes; cuando mi cabeza se acerque a la tuya, déjame sentir tus espinas; cuando mi costado se acerque al tuyo, déjame sentir tu lanza; cuando tu carne se comunique con la mía, hazme sentir tu Pasión.
EJEMPLO
En Barbastro, durante la revolución española, el bando republicano había capturado a un seminarista de 18 años. Al verlo valiente e imperturbable, comenzaron a cubrirle de insultos y a golpearlo sin piedad. Aquel seminarista, lejos de perder su fe, la mantenía de manera admirable. Irritados por tanta firmeza, los soldados decidieron matarlo. - Hagámosle morir como a Cristo -dijo uno de ellos y lo clavaron en una cruz de tablas. El joven permaneció fuerte incluso en el cadalso y no profirió lamento alguno. Antes de morir, de sus labios brotaron estas palabras: - ¡Jesús, todo lo ofrezco por amor a ti y por la salvación de mi país!
INTENCIÓN: Amarás a Jesús con toda tu mente, con todo tu corazón y con todas tus fuerzas.
JACULATORIA: ¡Oh Corazón ensangrentado de Jesús que arde de amor por mí, enciende mi corazón de amor por Ti!
ORACIÓN PARA TERMINAR CADA DÍA
Oración de San Gáspar de Búfalo
Oh, preciosa sangre de mi Señor,
que yo te ame y te alabe para siempre.
¡Oh, amor de mi Señor convertido en una llaga!
Cuán lejos estamos de la conformidad con tu vida.
Oh Sangre de Jesucristo, bálsamo de nuestras almas,
fuente de misericordia, deja que mi lengua,
impregnada por tu sangre
en la celebración diaria de la misa,
te bendiga ahora y siempre.
Oh, Señor, ¿quién no te amará?
¿Quién no arderá de agradecido afecto por ti?
Tus heridas, tu sangre, tus espinas, la cruz,
la sangre divina en particular,
derramada hasta la última gota,
¡con qué elocuente voz grita a mi pobre corazón!
Ya que agonizaste y moriste por mí para salvarme,
yo daré también mi vida, si será necesario,
para poder llegar a la bendita posesión del cielo.
Oh Jesús, que te has hecho redención para nosotros,
de tu costado abierto, arca de la salvación,
horno de la caridad,
salió sangre y agua, signo de los sacramentos
y de la ternura de tu amor,
¡Seas adorado y bendecido por siempre, oh Cristo,
que nos has amado y lavado en tu preciosísima sangre!
Amén.
V/. Alabada sea la Preciosísima Sangre de Jesús.
R/. Sea por siempre bendita y alabada.