MES DE LA PRECIOSÍSIMA SANGRE DE JESÚS
Día 5
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
ORACIÓN PARA COMENZAR CADA DÍA
Jesús mío, acepta todas aquellas buenas obras
que durante este mes me inspires;
en reparación por tantos desprecios,
ingratitudes y blasfemias cometidas por los hombres,
y para que la acción del maligno enemigo
no destruya el deseo y conocimiento de tu Amor
por parte de tus hijos.
Que la Devoción a la Divina Sangre
acerque las almas a tu Sagrado Corazón. Amén.
DÍA 5
LA SANGRE QUE PURIFICA
Jesús nos amó y nos purificó de la culpa en su sangre. La humanidad se encontraba bajo la pesada carga del pecado y sentía la inagotable necesidad de expiación. En la antigüedad se sacrificaban víctimas, consideradas inocentes y dignas ante Dios, con este fin propiciatorio; algunos pueblos llegaron incluso a sacrificar víctimas humanas; pero, ni estos sacrificios, ni todos los sufrimientos humanos que se pudieran ofrecer, hubieran sido suficientes para purificar al hombre del pecado. El abismo entre el hombre y Dios era infinito, por lo que ninguna criatura humana que hubiera sido creada, podía pagar semejante deuda. Era necesario una víctima inocente, capaz de méritos infinitos como Dios, pero al mismo tiempo de naturaleza humana, para levantar esa naturaleza caída. Dicha víctima sólo podía ser el mismo Dios. De este modo, se manifestó toda la caridad de Dios para con el hombre, porque envió a su Hijo único a sacrificarse por nuestra salvación. Jesús quiso elegir el camino del sufrimiento, con el derramamiento de su sangre, para purificarnos de la culpa. Por lo tanto, es necesario recurrir a la sangre de Jesús, al cáliz de la salvación, si queremos tener el perdón de nuestros pecados y mantenernos en la gracia de Dios.
EJEMPLO
El siervo de Dios Mons. Francesco Albertini, para promover mejor la devoción a la sangre de Cristo, fundó la Cofradía de la Preciosa Sangre. Mientras redactaba los estatutos en el convento de la Paolotte en Roma, se escuchaban gritos inquietantes que asustaron a las religiosas y, de un modo especial, a la hermana sor María Agnese del Verbo Incarnato. Él, con aire tranquilo, les dijo: - No tengáis miedo, es el diablo que anda enfadado, porque vuestro confesor está haciendo algo que le desagrada mucho.
En otra ocasión, Mons. Francesco se encontraba escribiendo la Coronilla de la Preciosa Sangre, cuando el maligno despertó en él tantos escrúpulos que a punto estuvo de destruirlo, pero Sor María Agnese, la misma monja a la que él hubo de tranquilizar, inspirada por Dios, al verlo exclamó: - ¡Oh! ¡Qué bonito regalo nos trae, padre! - ¿De qué regalo habla, hermana? -dijo Albertini con asombro, pues nunca le había confiado a nadie lo que andaba escribiendo. Más ella, con firmeza, le respondió: - La coronilla de la preciosa sangre, padre, no la destruya, porque se propagará por todo el mundo en beneficio de las almas. Y así fue como Monseñor Francesco superó aquellos reparos y la dio a conocer durante las misiones. Hasta los pecadores más obstinados quedaron conmovidos. Albertini fue elegido obispo de Terracina, donde murió santo.
INTENCIÓN: Meditar la cantidad de sangre derramada por Nuestro Señor y el alto precio al que fuimos rescatados. Aborrecer el pecado que nos aleja de tan admirable redentor.
JACULATORIA: Salve, preciosa sangre, que brotas de las heridas de nuestro Señor Jesús crucificado y lavas los pecados del mundo entero.
ORACIÓN PARA TERMINAR CADA DÍA
Oración de San Gáspar de Búfalo
Oh, preciosa sangre de mi Señor,
que yo te ame y te alabe para siempre.
¡Oh, amor de mi Señor convertido en una llaga!
Cuán lejos estamos de la conformidad con tu vida.
Oh Sangre de Jesucristo, bálsamo de nuestras almas,
fuente de misericordia, deja que mi lengua,
impregnada por tu sangre
en la celebración diaria de la misa,
te bendiga ahora y siempre.
Oh, Señor, ¿quién no te amará?
¿Quién no arderá de agradecido afecto por ti?
Tus heridas, tu sangre, tus espinas, la cruz,
la sangre divina en particular,
derramada hasta la última gota,
¡con qué elocuente voz grita a mi pobre corazón!
Ya que agonizaste y moriste por mí para salvarme,
yo daré también mi vida, si será necesario,
para poder llegar a la bendita posesión del cielo.
Oh Jesús, que te has hecho redención para nosotros,
de tu costado abierto, arca de la salvación,
horno de la caridad,
salió sangre y agua, signo de los sacramentos
y de la ternura de tu amor,
¡Seas adorado y bendecido por siempre, oh Cristo,
que nos has amado y lavado en tu preciosísima sangre!
Amén.
V/. Alabada sea la Preciosísima Sangre de Jesús.
R/. Sea por siempre bendita y alabada.