MES DE LA PRECIOSÍSIMA SANGRE DE JESÚS
Día 16
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
ORACIÓN PARA COMENZAR CADA DÍA
Jesús mío, acepta todas aquellas buenas obras
que durante este mes me inspires;
en reparación por tantos desprecios,
ingratitudes y blasfemias cometidas por los hombres,
y para que la acción del maligno enemigo
no destruya el deseo y conocimiento de tu Amor
por parte de tus hijos.
Que la Devoción a la Divina Sangre
acerque las almas a tu Sagrado Corazón. Amén.
DÍA 16
LA SANGRE DEL SACRIFICIO
Una religión, sea verdadera o falsa, tiene el sacrificio como elemento esencial. Con él no sólo se adora a Dios, sino que también se implora el perdón, se expía la culpa y se agradece a Dios por los dones recibidos. El mismo Dios los pidió al pueblo elegido. Pero ¿qué valor podrían tener entonces? ¿Podía la sangre de los animales apaciguar a Dios y purificar al hombre? San Gaspar del Búfalo responde así: “No hay liberación, no hay alianza, no hay expiación; sino en la sangre del Cordero, asesinado desde el origen del mundo”. Es decir, esos sacrificios tenían un valor puramente simbólico y fueron un preludio del sacrificio de Cristo. Para encontrar el sacrificio verdadero, único y definitivo debemos ir al Calvario, donde Jesús, cargado con nuestros pecados, es el santo e inocente sacerdote y, al mismo tiempo, es la Víctima inmaculada agradable a Dios. En el altar, nuevo Calvario, el Padre acepta este sacrifico agradable, porque el río de la redención fluye desde el altar como en su día lo hizo desde el calvario. La cruz está en el Calvario, así como la cruz está en el altar; la misma víctima del Calvario está en el altar; la misma sangre se entrega por nosotros para darle gloria a Dios y redimir al mundo. Jesús se sacrificó en el Calvario y se inmoló en el altar. En el altar, como en la cruz, está la madre de Jesús, están los grandes santos, hay penitentes que se golpean el pecho; en el altar, como al pie de la cruz, están los verdugos, los blasfemos, los incrédulos, los indiferentes. No vaciles en tu fe si en el altar, en lugar de a Jesús, ves a un hombre como tú. El sacerdote recibió el mandato de Jesucristo de hacer lo que Él hizo en el cenáculo. Que tu fe no vacile al no ver la carne y la sangre de Cristo, sino sólo el pan y el vino. Tras las palabras pronunciadas en la consagración ese pan y ese vino cambian de sustancia transformándose en verdadera carne y verdadera sangre de Cristo. La santa misa es un puente sobre el mundo porque une la tierra al cielo. Los Tabernáculos son los pararrayos de la justicia divina. ¡Ay de nosotros si llegara el día en que el sacrificio de la misa ya no se ofreciera a Dios! ¡Sería el final del mundo!
EJEMPLO
Era la Pascua de 1171 y en Ferrara, en una pequeña iglesia llamada Santa María in Vado, un sacerdote se encontraba celebrando la santa misa cuando fue tentado con fuertes dudas sobre la presencia real de Jesucristo en la eucaristía. Después de la elevación, cuando rompió la Hostia consagrada, salió sangre con tanta vehemencia que se rociaron los muros y la bóveda. Este prodigio se extendió por todo el mundo y la piedad de los fieles erigió una grandiosa basílica que contiene intactos los muros y la bóveda del pequeño templo, sobre el que aún hoy, rodeado de muchos anillos dorados, se pueden ver claramente las gotas. de la sangre prodigiosa. En la actualidad, el templo es custodiado por los misioneros de la preciosa sangre y es el destino de muchas almas devotas. ¡Cuántas excusas encontramos para no escuchar la santa misa ni tan siquiera en las fiestas de precepto! ¡Cuántas veces la misa festiva se convierte en el momento de las citas, de la ostentación, de los placeres mundanos! ¡Pareciera que, en algunas personas, la fe se hubiera extinguido por completo!
INTENCIÓN: Tratamos de no perdernos nunca la santa misa en días festivos y de asistirlos con la mayor devoción posible.
JACULATORIA: ¡Oh, Jesús, sacerdote eterno, intercede por nosotros ante tu divino Padre en el santo sacrificio de tu Cuerpo y de tu sangre! (San Gaspar).
ORACIÓN PARA TERMINAR CADA DÍA
Oración de San Gáspar de Búfalo
Oh, preciosa sangre de mi Señor,
que yo te ame y te alabe para siempre.
¡Oh, amor de mi Señor convertido en una llaga!
Cuán lejos estamos de la conformidad con tu vida.
Oh Sangre de Jesucristo, bálsamo de nuestras almas,
fuente de misericordia, deja que mi lengua,
impregnada por tu sangre
en la celebración diaria de la misa,
te bendiga ahora y siempre.
Oh, Señor, ¿quién no te amará?
¿Quién no arderá de agradecido afecto por ti?
Tus heridas, tu sangre, tus espinas, la cruz,
la sangre divina en particular,
derramada hasta la última gota,
¡con qué elocuente voz grita a mi pobre corazón!
Ya que agonizaste y moriste por mí para salvarme,
yo daré también mi vida, si será necesario,
para poder llegar a la bendita posesión del cielo.
Oh Jesús, que te has hecho redención para nosotros,
de tu costado abierto, arca de la salvación,
horno de la caridad,
salió sangre y agua, signo de los sacramentos
y de la ternura de tu amor,
¡Seas adorado y bendecido por siempre, oh Cristo,
que nos has amado y lavado en tu preciosísima sangre!
Amén.
V/. Alabada sea la Preciosísima Sangre de Jesús.
R/. Sea por siempre bendita y alabada.