MES DE LA PRECIOSÍSIMA SANGRE DE JESÚS
Día 24
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
ORACIÓN PARA COMENZAR CADA DÍA
Jesús mío, acepta todas aquellas buenas obras
que durante este mes me inspires;
en reparación por tantos desprecios,
ingratitudes y blasfemias cometidas por los hombres,
y para que la acción del maligno enemigo
no destruya el deseo y conocimiento de tu Amor
por parte de tus hijos.
Que la Devoción a la Divina Sangre
acerque las almas a tu Sagrado Corazón. Amén.
DÍA 24
LA SANGRE DE CRISTO Y EL SUFRIMIENTO
Jesús no entregó su sangre sólo para redimirnos. Él quiso entregarse hasta el extremo, soportando un mar de dolores para darnos ejemplo, consolarnos en nuestros padecimientos y ser modelo de entrega. El dolor es un triste legado del pecado y nadie queda inmune a él. Jesús, precisamente porque estaba cubierto de nuestros pecados, sufrió. En el camino de Emaús les dijo a los dos discípulos “¿No era necesario que el Cristo padeciera y entrara así en su gloria?” (Lc 24, 26). Por lo tanto, quiso experimentar todos los sufrimientos y miserias de la vida: ¡Pobreza, trabajo, hambre, frío, desprendimiento de los más santos afectos, ingratitud, traición, persecución, martirio y muerte para darles sentido a nuestros padecimientos! Dios permite todos los sufrimientos que nos vienen para que nos ayuden a purgar nuestros propios pecados y poder así alcanzar la salvación de nuestras almas. Es un rasgo de la misericordia divina. ¡Cuántos han sido llamados a volver al camino de la salvación por el camino del dolor! ¡Cuántos ya, lejos de Dios, golpeados por la desgracia, han sentido la necesidad de rezar, de volver a la iglesia, de arrodillarse al pie del crucifijo para encontrar fuerza y esperanza en Él! Y, aunque suframos injustamente, demos gracias al Señor porque las cruces que Dios nos envía “son la corona de gloria que no se marchita” (1 Pedro 5; 4).
EJEMPLO
En un hospital de París un hombre, golpeado por una enfermedad repugnante, tuvo que sufrir de manera atroz. Todos lo abandonaron a su suerte, incluso sus familiares y amigos más cercanos. Sólo una hermana de la Caridad permaneció junto a su cama. En un momento de desesperación, el enfermo gritó: - ¡Un revólver! ¡Ese será el único remedio eficaz contra mi enfermedad! Pero, la religiosa, con sumo cuidado, le entregó un crucifijo y le murmuró suavemente: - ¡No, hermano, este es el único remedio para tus sufrimientos y el de todos los enfermos! El hombre, mirándolo con ternura, lo besó y de sus ojos comenzaron a brotar abundantes lágrimas. ¿Qué significado tendría el dolor sin fe? ¿Por qué sufrir? El que tiene fe encuentra en el dolor la fuerza y la resignación. El que tiene fe descubre en el dolor una fuente de mérito poderosa, se topa de frente con Cristo sufriente que padeció por y con nosotros.
INTENCIÓN: Aceptaré de las manos del Señor toda tribulación. Consolaré a los que sufren y visitaré a algunos enfermos.
JACULATORIA: Padre eterno, te ofrezco la preciosísima sangre de Jesucristo para la consagración del trabajo y el dolor, por los pobres, los enfermos y los afligidos.
ORACIÓN PARA TERMINAR CADA DÍA
Oración de San Gáspar de Búfalo
Oh, preciosa sangre de mi Señor,
que yo te ame y te alabe para siempre.
¡Oh, amor de mi Señor convertido en una llaga!
Cuán lejos estamos de la conformidad con tu vida.
Oh Sangre de Jesucristo, bálsamo de nuestras almas,
fuente de misericordia, deja que mi lengua,
impregnada por tu sangre
en la celebración diaria de la misa,
te bendiga ahora y siempre.
Oh, Señor, ¿quién no te amará?
¿Quién no arderá de agradecido afecto por ti?
Tus heridas, tu sangre, tus espinas, la cruz,
la sangre divina en particular,
derramada hasta la última gota,
¡con qué elocuente voz grita a mi pobre corazón!
Ya que agonizaste y moriste por mí para salvarme,
yo daré también mi vida, si será necesario,
para poder llegar a la bendita posesión del cielo.
Oh Jesús, que te has hecho redención para nosotros,
de tu costado abierto, arca de la salvación,
horno de la caridad,
salió sangre y agua, signo de los sacramentos
y de la ternura de tu amor,
¡Seas adorado y bendecido por siempre, oh Cristo,
que nos has amado y lavado en tu preciosísima sangre!
Amén.
V/. Alabada sea la Preciosísima Sangre de Jesús.
R/. Sea por siempre bendita y alabada.