CON SU SANGRE CANCELÓ EL DECRETO DE NUESTRA CONDENACIÓN.
San Alfonso María de Ligorio
Fiesta de la Preciosísima Sangre de Cristo
En el punto mismo en que caímos en pecado, lanzó Dios contra nosotros sentencia de condenación eterna, y ¿qué hizo el compasivo Redentor?: Cancelando el acta escrita contra nosotros con sus prescripciones, que nos era contraria, la quitó de en medio, clavándola en la cruz [3]. Con su sangre canceló el decreto de nuestra condenación y lo fijó en la cruz, para que, al levantar la vista para mirar la sentencia condenatoria, viésemos a la par la cruz donde Jesús moribundo lo enclavó y borró con su sangre, y así renaciera la esperanza de perdón y de salvación eterna.
¡Y cuánto mejor habla a favor nuestro y nos alcanza divina misericordia la sangre de Jesucristo que hablaba contra Caín la sangre de Abel! [4]. Pecadores, dice el Apóstol, ¡felices de vosotros, que después de pecar acudís a Jesús crucificado, que derramó toda su sangre para ponerse como mediador de paz entre Dios y los pecadores y recabar de Él vuestro perdón! Si contra vosotros claman vuestras iniquidades, a favor vuestro clama la sangre del Redentor, y la divina justicia no puede menos de aplacarse a la voz de esta sangre.
Cierto que de todas nuestras culpas habemos de rendir estrecha cuenta al eterno Juez; pero y ¿quién será este nuestro juez? El Padre... todo el juicio lo ha entregado al Hijo [5]. Consolémonos, pues, que el Eterno Padre puso nuestra causa en manos de nuestro mismo Redentor. San Pablo nos anima con estas palabras: ¿Quién será el que condene? Cristo Jesús, el que murió... es quien... intercede por nosotros [6]. ¿Quién es el juez que nos ha de condenar? El mismo Salvador, que, para no condenarnos a muerte eterna, quiso condenarse a sí mismo, y, en consecuencia, murió, y, no contento con ello, ahora en el cielo prosigue cerca del Padre siendo mediador de nuestra salvación.