martes, 9 de agosto de 2016

LA RESPUESTA DE LA IGLESIA ANTE LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL Reflexión diaria del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (n.267-269)




LA RESPUESTA DE LA IGLESIA ANTE LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL
Reflexión diaria del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (n.267-269)
El curso de la historia está marcado por las profundas transformaciones y las grandes conquistas del trabajo, pero también por la explotación de tantos trabajadores y las ofensas a su dignidad. La revolución industrial del siglo XIX planteó a la Iglesia un gran desafío, al que el Magisterio social respondió afirmando principios de validez universal y de perenne actualidad, para bien del hombre que trabaja y de sus derechos contenidos en la encíclica Rerum novarum de León XIII. Esta encíclica significó:
1.- la defensa de la inalienable dignidad de los trabajadores, a la cual se une la importancia del derecho de propiedad, del principio de colaboración entre clases, de los derechos de los débiles y de los pobres, de las obligaciones de los trabajadores y de los patronos, del derecho de asociación.
2.- la consolidación de numerosas iniciativas: uniones y centros de estudios sociales, asociaciones, sociedades obreras, sindicatos, cooperativas, bancos rurales, aseguradoras, obras de asistencia. Todo esto dio un notable impulso a la legislación laboral en orden a la protección de los obreros, sobre todo de los niños y de las mujeres; a la instrucción y a la mejora de los salarios y de la higiene.
Juan Pablo II, en la encíclica Laborem exercens  enriquece la visión personalista del trabajo, indicando la necesidad de profundizar en los significados y los compromisos que el trabajo comporta. El trabajo, clave esencial  de toda la cuestión social, condiciona el desarrollo no sólo económico, sino también cultural y moral, de las personas, de la familia, de la sociedad y de todo el género humano.