Homilía de maitines
XII DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS
FORMA EXTRAORDINARIA DEL RITO ROMANO
Homilía de San
Beda el Venerable, Presbítero.
Libro III, capítulo 43
sobre san Lucas
Bienaventurados los ojos, no de los escribas
y de los fariseos, que vieron sólo el cuerpo del Señor, sino los que pueden
conocer sus misterios, aquellos de los cuales se ha dicho: “Y los has revelado
a los pequeñuelos”. Bienaventurados los ojos de esos pequeñuelos, a los cuales
el Hijo se digna revelarse y revelar al Padre. “Abrahán, vuestro padre, ardió
en deseos de ver el día de Cristo: lo vio, y se llenó de gozo”. Isaías, Miqueas
y muchos otros profetas vieron también la gloria del Señor; por eso se les ha
llamado Videntes; pero le vieron y le saludaron de lejos, como en un espejo y
enigma.
En cuanto a los Apóstoles, que gozaban de la
presencia del Señor, que comían con él y que podían preguntarle sobre todo
cuanto deseaban saber, no tenían necesidad, para ser instruidos, ni de ángeles,
ni de ningún género de visiones. A los que San Lucas llama profetas y reyes,
los llama San Mateo con más claridad profetas y justos. Los justos son, en
efecto, grandes reyes; porque, en vez de consentir y sucumbir a los alicientes de sus pasiones, saben
gobernarlas y someterlas.
Se levantó entonces un doctor de la ley, y le dijo con
el fin de tentarle: Maestro, ¿Qué debo hacer para conseguir la vida eterna?”
Este doctor de la Ley que en el designio de tentarle, interroga al Señor sobre
la vida eterna, me parece que tomó pretexto para hacerlo de estas del Salvador:
“Alegraos, porque vuestros nombres están escritos en los cielos”. Pero el lazo
que tiende a Jesús, muestra con cuanta verdad el Señor había dicho al dirigirse
a su Padre: “Porque has encubierto estas cosas a los sabios y prudentes y las
has descubierto a los pequeñuelos”.