DÍA 26
DEBERES DE JUSTICIA PARA CON EL PURGATORIO
MES DE NOVIEMBRE
EN SUFRAGIO DE
LAS BENDITAS ALMAS
DEL PURGATORIO
Francisco Vitali
Por la señal…
ORACIÓN INICIAL
Oh María, Madre de misericordia: acuérdate de los hijos que tienes en el purgatorio y, presentando nuestros sufragios y tus méritos a tu Hijo, intercede para que les perdone sus deudas y los saque de aquellas tinieblas a la admirable luz de su gloria, donde gocen de tu vista dulcísima y de la de tu Hijo bendito.
Oh glorioso Patriarca San José, intercede juntamente con tu Esposa ante tu Hijo por las almas del purgatorio. Amén.
Se lee lo propio de cada día.
DÍA 26
MEDITACIÓN
Deberes de justicia para con el Purgatorio
El hombre ha sido formado de tal modo que sabe, generalmente hablando, resistir los impulsos del corazón y a vista de las miserias de los otros se conmueve de tal manera, que da y promete todo cuanto puede. Estos efectos de la benéfica naturaleza se palpan particularmente en la circunstancia de la muerte, cuando en el momento de separarnos de las personas que nos son tan queridas nos encomendamos a su piedad y, movidos a compasión, les ofrecemos y prometemos una eterna memoria y una perenne comunicación de piadosos sufragios. Mas, ¡ay!, con el sonido lúgubre de las campanas se desvanece por lo común la memoria de los muertos y concluidos aquellos últimos oficios de la religión, ningún sufragio se hace ya por aquellas desoladas almas, que reclaman en vano de entre las llamas la fe de la aceptada promesa. ¿Querremos también nosotros quebrantar la palabra dada a nuestros muertos?, ¡ah, no!, que cuanto más vehementes son los padecimientos en el Purgatorio, tanto más viva debemos con conservar su memoria, tanta mayor fidelidad y constancia debemos mostrar en las promesas. Muchas veces, empero, el débito de sufragar a las almas de los muertos no sólo dimana de promesas, sino también de justicia, y esto se verifica cuando tenemos que satisfacer legados piadosos. La religión, la justicia y todo el orden social prescribe y manda la ejecución de los piadosos legados y aquellos que no los cumplen, apropiándose sus rentas, son defraudadores, son ladrones sacrílegos, son desapiadados verdugos de las almas abandonadas a la voracidad del fuego, contra los cuales reclaman así las leyes divinas como humanas. ¡Miserable de aquel que se alimenta de las oblaciones de los muertos!, él cree tener una buena mesa impunemente y no advierte que se alimenta de un manjar que cuanto es benéfico para los difuntos, otro tanto es pernicioso para los vivos. Muchas son las familias que se arruinan por no haber satisfecho las obligaciones de misas y demás piadosos legados de los autores de sus días. Seamos, por tanto, no sólo diligentes, sino aun escrupulosos sobre este particular para no atraer sobre nuestra cabeza las maldiciones del Cielo. El Concilio de Trento impone a los señores obispos la obligación de vigilar cuidadosamente el cumplimiento de los piadosos legados, el Yacente, aprobado por san León el grande, ordena que sean arrojados como infieles de los lugares sagrados los que se apropian las obligaciones de los muertos o retarden el entregarlas a la Iglesia, y otros concilios ordenan que sean separados éstos de la comunión eclesiástica por todo el tiempo que dilaten la ejecución de la piadosa voluntad de los difuntos. Estas leyes tan rígidas y estas penas tan severas nos dan bien a conocer cuán grave delito sea el defraudar de los sufragios prescritos la esperanza de los muertos. Pues si los mismos gentiles eran tan religiosos para con los muertos que no se atrevían a apoderarse ni aun de sus vestidos, sino que juntamente con el cadáver los quemaban en holocausto, ¿con cuánta mayor razón deberían los fieles emplear en sufragio de los difuntos lo que ellos mismos se reservaron para su alma?
ORACIÓN
No permitáis jamás, ¡oh gran Dios! que nosotros faltemos a los deberes de justicia, con las almas santas del Purgatorio. Harto sagrado es su derecho, muy imponente es nuestra deuda, así por las promesas que les hicimos, como por los legados por ellos impuestos. Son muy justas las leyes de la Iglesia contra los sacrílegos defraudadores de las obras pías, y merece justamente vuestra terrible indignación el que quiere alimentarse con el pan de los muertos. Mas nosotros, ¡oh Señor!, queremos satisfacer plenamente todas las obligaciones que nos incumben, y os suplicamos os dignéis aceptar esta satisfacción en descuento de lo que nuestros difuntos deben a vuestra justicia, para que cuanto antes, puedan verse libres de las abrasadas cadenas del Purgatorio, y conseguir la tan suspirada y dichosa libertad del Paraíso. Amén.
JACULATORIA
Eterno Padre, por la preciosísima sangre de Jesús, misericordia.
(x3)
V. No te acuerdes, Señor, de mis pecados.
R. Cuando vengas a purificar al mundo en fuego.
V. Dirige, Señor Dios mío, a tu presencia mis pasos.
R. Cuando vengas a purificar al mundo en fuego.
V. Dales, Señor, el descanso eterno y luzca para ellos la luz eterna.
R. Cuando vengas a purificar al mundo en fuego.
Padre nuestro… (se recita en silencio)
V. Libra, Señor, sus almas.
R. De las penas del infierno.
V. Descansen en paz.
R. Amén.
V. Señor, escucha nuestra oración.
R. Y llegue a ti nuestro clamor.
Oremos. Oh Dios mío, de quien es propio compadecerse y perdonar: te rogamos suplicantes por las almas de tus siervos que has mandado emigrar de este mundo, especialmente por las almas de nuestros familiares, amigos y bienhechores (pueden nombrarse por su nombre propio), para que no las dejes en el purgatorio, sino que mandes que tus santos ángeles las tomen y las lleven a la patria del paraíso, para que, pues esperaron y creyeron en ti, no padezcan las penas del purgatorio, sino que posean los gozos eternos. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
V. Dales, Señor, el descanso eterno.
R. Y brille para ellos luz perpetua.
V. Descansen en paz.
R. Amén.