DÍA 23
EL SUFRAGAR A LAS ALMAS DEL PURGATORIO ES UNO DE LOS ACTOS MÁS HEROICOS DE CARIDAD
MES DE NOVIEMBRE
EN SUFRAGIO DE
LAS BENDITAS ALMAS
DEL PURGATORIO
Francisco Vitali
Por la señal…
ORACIÓN INICIAL
Oh María, Madre de misericordia: acuérdate de los hijos que tienes en el purgatorio y, presentando nuestros sufragios y tus méritos a tu Hijo, intercede para que les perdone sus deudas y los saque de aquellas tinieblas a la admirable luz de su gloria, donde gocen de tu vista dulcísima y de la de tu Hijo bendito.
Oh glorioso Patriarca San José, intercede juntamente con tu Esposa ante tu Hijo por las almas del purgatorio. Amén.
Se lee lo propio de cada día.
DÍA 23
MEDITACIÓN
El sufragar a las almas del Purgatorio es uno de los actos más heroicos de caridad
Entre las virtudes del cristianismo, la caridad es la mayor, dice San Pablo, y se ejercita en el grado más perfecto cuando se socorren las miserias de las almas del Purgatorio. Gran caridad es dar de comer al hambriento que desfallece, vestir al desnudo que se hiela de frío, visitar al enfermo que gime entre dolores. Mas el objeto de tal caridad es el cuerpo, mientras que el de los piadosos sufragios es el alma, y cuanto el alma excede al cuerpo en precio, tanto más excelente es la caridad hacia los muertos que hacia los vivos. No se pretende por eso con el ejercicio de la una excluir el de la otra, antes bien, el fin del cristiano debe ser unirlas a entrambas, con una mano socorrer al pobre y con la otra sufragar al Purgatorio; puesto que con la doble caridad se ayuda más copiosamente a unos y a otros y nos asemejamos más al Divino Autor de Nuestra Santísima Religión, Jesucristo. Esforcémonos, por tanto, en perfeccionar tan bella obra y alcanzaremos copiosas bendiciones de la tierra y del Cielo. Cuando nos decidimos a socorrer la indigencia de nuestros semejantes nos mueve por lo común un espíritu por naturaleza sensible y piadoso. La vista de una necesidad precedente hiere fuertemente nuestros sentidos y se apodera de nuestro corazón de tal manera que casi no está en nuestra facultad rehusar el socorro, involuntariamente brotan las lágrimas de nuestros ojos, la mano se mueve espontáneamente en su auxilio y cuanto más bien formado esté un corazón, tanto más se afecta por compasión sensible y por ternura. Pero cuando empleamos nuestra beneficencia para con el Purgatorio, no hay ningún objeto que esté bajo el dominio de los sentidos, nuestro ánimo está purificado de toda erosión terrena, nuestra caridad es del todo espiritual. Por lo mismo se acrecienta siempre su mérito, lo que nos debe estimular a practicarla con todo empeño. La caridad, en fin, tiene su orden y requiere que se provea ante todo a quien yace sumergido en las más graves miserias, a quien menos puede ayudarse por sí mismo, a quien está unido con nosotros con más estrechas relaciones y a quien está más adelantado y firme en la amistad de Dios. Pero, ¿qué miserias por grandes que sean en esta tierra pueden compararse con la más ligera pena del Purgatorio? ¿Quién más, que aquellas almas encerradas en aquella cárcel es incapaz de ayudarse, puesto que nada pueden merecer por sí misma? ¿En dónde se hallará quien tenga con nosotros mayores relaciones que ellas, siendo así que cuanto hay en la sociedad, en la Iglesia, en el orden de la naturaleza y de la gracia, nos liga a ellas con dobles vínculos? ¿Y quién finalmente puede sobrepujarlas en el carácter de la santidad y de la amistad con Dios, estando ya confirmadas en la gracia y en los dones del Señor? Todo, pues, concurre a dirigir nuestra caridad hacia ellas y a pesar de tan grande impulso que por todas partes recibimos, ¿permaneceremos perezosos e indolentes?, ¡Ah!, reanímese en nuestro corazón la caridad viva del cristianismo y hagamos sentir a aquellas almas los más copiosos efectos.
ORACIÓN
¡Oh eterna caridad de Dios, de quien se propaga toda caridad en el mundo!, ¡ah!, descienda sobre nuestros corazones una centella de tu divino fuego para hacer nuestra caridad verdaderamente perfecta, entonces tendremos más en consideración las miserias de los espíritus que las de los cuerpos, entonces nuestra caridad será purificada de todo afecto sensible y terreno, entonces conservará sus grados y la perfección de aquel orden que procede de ti y se convertirá como en un incendio de inextinguible amor en beneficio y alivio de los difuntos. ¡Oh caridad, caridad de Dios!, ¡ah!, inflama nuestros corazones y nuestro ardor sabrá entonces superar al del Purgatorio para hacer felices eternamente las almas sumergidas en aquellas voracísimas llamas. Amén.
JACULATORIA
Eterno Padre, por la preciosísima sangre de Jesús, misericordia.
(x3)
V. No te acuerdes, Señor, de mis pecados.
R. Cuando vengas a purificar al mundo en fuego.
V. Dirige, Señor Dios mío, a tu presencia mis pasos.
R. Cuando vengas a purificar al mundo en fuego.
V. Dales, Señor, el descanso eterno y luzca para ellos la luz eterna.
R. Cuando vengas a purificar al mundo en fuego.
Padre nuestro… (se recita en silencio)
V. Libra, Señor, sus almas.
R. De las penas del infierno.
V. Descansen en paz.
R. Amén.
V. Señor, escucha nuestra oración.
R. Y llegue a ti nuestro clamor.
Oremos. Oh Dios mío, de quien es propio compadecerse y perdonar: te rogamos suplicantes por las almas de tus siervos que has mandado emigrar de este mundo, especialmente por las almas de nuestros familiares, amigos y bienhechores (pueden nombrarse por su nombre propio), para que no las dejes en el purgatorio, sino que mandes que tus santos ángeles las tomen y las lleven a la patria del paraíso, para que, pues esperaron y creyeron en ti, no padezcan las penas del purgatorio, sino que posean los gozos eternos. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
V. Dales, Señor, el descanso eterno.
R. Y brille para ellos luz perpetua.
V. Descansen en paz.
R. Amén.