viernes, 21 de noviembre de 2025

22. EJEMPLOS DE DEVOCIÓN A LAS BENDITAS ALMAS DEL PURGATORIO

A una madre que por largo tiempo había llorado incesantemente por la muerte de su hijo, sin socorrerle empero, con los sufragios de la religión, a fin de dirigir a un fin más provechoso su ternura, demostró el Señor en espíritu una solemne procesión de jovencitos, los cuales, engalanados con vestiduras blancas, enriquecidas con varios adornos, se dirigían alegres hacia un magnífico templo.

El templo era el cielo, las vestiduras blancas, eran las vestiduras de la fe y los varios adornos eran las obras de caridad de que estaban enriquecidos. La desolada madre, que tenía siempre fija la mente y el corazón en su perdido hijo, con suma ansia lo buscaba entre aquella turba escogida; más a pesar de la atención con que fijó por todas partes sus miradas, no le fue posible descubrirle sino allá al último de todos, cubierto con un vestido de color oscuro, humedecido todo, y que apenas podía dar un paso.

A vista de semejante espectáculo vertió la inconsolable madre un copiosísimo torrente de lágrimas, y con voz conmovida e interrumpida por los sollozos: ¿por qué, le dijo, ¡oh hijo mío! Vas tan diverso de los demás, y tan abatido? ¿Por qué te quedas tan atrás de tus compañeros en el camino? A lo que el triste joven, ¿veis, ¡oh madre! respondió, ¿esta vestidura tan lúgubre y tan mojada? Este


es el beneficio del luto que conserváis por mí, el fruto de las lágrimas que por mí derramáis.

El llanto y el luto me agravan y me impiden moverme con paso veloz como mis compañeros. ¡Ah! Poned término de una vez al doloroso desahogo de la naturaleza, y si deveras me amáis y deseáis verme feliz, reanimad vuestra fe, y socorredme con las obras de fe y de caridad.

Haced piadosos sufragios, como hacen las otras madres, no menos tiernas; pero más religiosas y sabias que vos; entonces podré, dichoso y feliz, caminar más presto, y llegar con mis compañeros al suspirado término del Paraíso. En esto desapareció la visión, y quedó la madre tan solícita de allí en adelante en procurarle socorros espirituales, cuanto había sido en lo pasado liberal en derramar por él incesantes lágrimas.

El mismo sentimiento de fe se excite en nosotros para con nuestros difuntos, y nos haga, no tanto sensibles para llorarlos, cuanto piadosos para socorrerlos con buenas obras.