III DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS
Comentarios al Evangelio
de la Catena Aurea de Santo Tomás de Aquino
Lucas 15, 01-07 Y se
acercaban a El los publicanos y pecadores para oírle. Y los fariseos y los
escribas murmuraban diciendo: "Este recibe pecadores, y come con
ellos". Y les propuso esta parábola diciendo: "¿Quién de vosotros es
el hombre que tiene cien ovejas, y si perdiere una de ellas, no deja las
noventa y nueve en el desierto y va a buscar la que se había perdido, hasta que
la halle? Y cuando la hallare, la pone sobre sus hombros gozoso. Y viniendo a
casa, llama a sus amigos y vecinos, diciéndoles: Dadme el parabién, porque he
hallado mi oveja que se había perdido. Os digo, que así habrá más gozo en el
cielo sobre un pecador que hiciere penitencia, que sobre noventa y nueve
justos, que no han menester penitencia". (vv. 1-7)
San Ambrosio
Puede
aprenderse en lo dicho hasta el momento que no debemos preocuparnos de las
cosas de la tierra, ni preferir lo caduco a lo imperecedero. Pero como la
fragilidad humana no puede tener un instante firme mientras viva en este mundo
impúdico, este buen médico nos ha proporcionado remedios contra el error. Y
como Juez misericordioso, no nos niega la esperanza del perdón. Por esto sigue:
"Y se acercaban a El los publicanos", etc.
Glosa
Esto es, los
que exigen tributos públicos, o los arriendan y los que procuran obtener
ganancias por medio de los negocios.
Teofilacto
Esto lo
consentía, porque con este fin había tomado nuestra carne, acogiendo a los
pecadores como el médico a los enfermos. Pero los fariseos verdaderamente
criminales correspondían a esta bondad con murmuraciones. Por lo cual sigue:
"Y los fariseos y los escribas murmuraban diciendo: Este recibe",
etc.
San Gregorio, in Evang hom. 34
Por esta
razón se deduce que la verdadera justicia tiene compasión y la falsa justicia
desdén, aun cuando los justos suelen indignarse con razón por los pecadores.
Pero una cosa es la que se hace con apariencia de soberbia y otra la que se
hace por celo a la disciplina. Porque los justos, aunque exteriormente exageran
sus reprensiones por la disciplina, sin embargo, interiormente conservan la
dulzura de la caridad y, por lo general, prefieren en su ánimo a aquellos a
quienes corrigen, que a sí mismos. Obrando así mantienen a sus súbditos en la
disciplina y a la vez se mantienen ellos en la humildad. Por el contrario, los
que acostumbran a ensoberbecerse por la falsa justicia, desprecian a todos los
demás, sin tener ninguna misericordia de los que están enfermos y, porque se
creen sin pecado, vienen a ser más pecadores. De este número eran los fariseos,
quienes cuando censuraban al Señor porque recibía a los pecadores, reprendían
con un corazón seco al que es la fuente misma de la caridad. Pero como estaban
enfermos o ignoraban que lo estaban, el médico celestial usa con ellos, hasta
que conociesen su estado, de remedios suaves. Sigue, pues: "Y les propuso
esta parábola: ¿Quién de vosotros es el hombre que teniendo cien ovejas, si
pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve y va a buscarla?" Propuso
esta semejanza que todo hombre puede comprender y, sin embargo, se refiere al
Creador de los hombres. Porque ciento es un número perfecto y El tuvo cien
ovejas porque poseyó la naturaleza de los santos ángeles y de los hombres. Por
esto, sigue: "Que tiene cien ovejas".
San Cirilo
Observa aquí
la grandeza del reino de nuestro Salvador. Cuando dice cien ovejas se refiere a
toda la multitud de las criaturas racionales que le están subordinadas; porque
el número cien, compuesto de diez décadas, es perfecto. Pero de éstas se ha
perdido una que es el género humano, que habita en la tierra.
San Ambrosio
Este pastor
es tan rico, que todos nosotros sólo formamos una centésima parte de su rebaño.
Por eso sigue: "Y si perdiere una de ellas, no deja las noventa y
nueve", etc.
San Gregorio, ut sup
Se perdió
una oveja cuando el hombre abandonó, por el pecado, los pastos de la vida. Se
quedan las otras noventa y nueve en el desierto. Porque el número de las
criaturas racionales (esto es, de los ángeles y de los hombres), que ha sido
creado para ver a Dios, queda disminuido con la pérdida del hombre. Por esto
sigue: "¿No deja las noventa y nueve en el desierto?" Esto es, porque
había dejado los coros de los ángeles en el cielo. El hombre abandonó el cielo
cuando pecó. Y para que se completase el número de las ovejas en el cielo, era
buscado el hombre, perdido en la tierra. Por esto prosigue: "Y va a buscar
la que se había perdido".
San Cirilo
¿Cómo es que
abandona todas las demás y sólo tiene caridad respecto de una sola? De ningún
modo. Todas las demás se encuentran en su redil, defendidas por su diestra
poderosa. Pero debía compadecerse más de la perdida, para que no quedase
incompleto el resto de sus criaturas. Una vez recogida ésta, el número ciento
recobra su perfección.
San Agustín De quaest.Evang. 2, 32
O bien:
aquellas noventa y nueve que dejó en el desierto, se refieren a los soberbios
que, llevando la soledad -por decirlo así- en el alma, quieren aparecer como
que son solos. A estos les falta la unidad para la perfección. Así, cuando
alguno se separa de la verdadera unidad, se separa por soberbio. Deseando no
depender más que de su propio poder, prescinde de la unidad, que está en Dios.
Se aleja de todos los reconciliados por la penitencia, que se obtiene con la
humildad.
San Gregorio Niceno
Cuando el
pastor encuentra la oveja, no la castiga ni la conduce al redil violentamente
sino que, colocándola sobre sus hombros y llevándola con clemencia, la reúne
con su rebaño. Por esto sigue: "Y cuando la hallare, la pone sobre sus
hombros gozoso".
San Gregorio, ut sup
Puso la
oveja sobre sus hombros porque, habiendo tomado la naturaleza humana, llevó
sobre sí todos nuestros pecados ( Is 53). Habiendo encontrado la oveja, vuelve
a su casa. Porque nuestro pastor, una vez redimida la humanidad, vuelve al
reino de los cielos. Por esto sigue: "Y viniendo a casa, llama a sus
amigos y vecinos diciéndoles: Dadme el parabién, porque he hallado mi oveja que
se había perdido". Llama amigos y vecinos a los coros de los ángeles.
Estos son amigos suyos, porque constantemente cumplen su voluntad sin cesar.
También son vecinos suyos, porque gozan a su lado de la claridad de su
presencia.
Teofilacto
Se llaman,
pues, ovejas, los espíritus celestiales, porque toda naturaleza creada es
animal respecto de Dios. Pero son llamados amigos y vecinos por ser criaturas
racionales.
San Gregorio, ut sup
Debe
advertirse que no dice: Felicitaos por la oveja encontrada, sino: dádmela a mí.
Porque nuestra vida es su alegría y cuando somos llevados al cielo hacemos el
colmo de ella.
San Ambrosio
Los ángeles,
como racionales, se alegran también en la redención inmerecida de los hombres.
Por esto sigue: "Os digo, que así habrá más gozo en el cielo sobre un
pecador que hiciere penitencia, que sobre noventa y nueve justos que no han
menester penitencia". Sirva esto de aliciente para obrar bien. Porque cada
uno puede creer que su conversión será agradable a los coros de los ángeles,
cuyo patrocinio se debe buscar, así como se debe temer su ofensa.
San Gregorio, ut sup
Declara el Señor que habrá más alegría en el cielo por la conversión de los pecadores que por la perseverancia de los justos. Porque todos aquellos que no viven bajo el yugo del pecado, están siempre en el camino de la justicia, pero no anhelan con afán la patria celestial. Y la mayor parte andan perezosos en las prácticas de las buenas obras, porque se creen seguros por no haber cometido las culpas más graves. Por el contrario, aquellos que recuerdan haber cometido faltas, afligidos por su dolor, se enardecen en el amor de Dios. Y como ven que han obrado mal respecto del Señor, recompensan los males primeros con los méritos que les siguen. Por tanto, hay mayor alegría en el cielo. Como sucede en las batallas que el capitán ama más a aquel soldado que después de haber huido vuelve y combate con más ardor al enemigo, que a aquel que nunca ha vuelto las espaldas, pero que nunca ha peleado con ardor. Así, el labrador estima más aquella tierra que después de abrojos produce óptimos frutos, que aquella que nunca produce ni espinas ni fruto abundante. Pero entre estas cosas debe tenerse en cuenta que hay muchos justos cuya vida causa tanta alegría que no puede preferirse a ella ninguna penitencia. De aquí debe deducirse que el Señor goza mucho cuando el justo llora humildemente, puesto que le llena de alegría que el pecador condene el mal que ha hecho por la penitencia.
08-10 "O
¿qué mujer que tiene diez dracmas, si perdiere una dracma, no enciende el
candil y barre la casa, y la busca con cuidado hasta hallarla? Y después que la
ha hallado, junta las amigas y vecinas, y dice: Dadme el parabién, porque he
hallado la dracma que había perdido. Así os digo, que habrá gozo delante de los
ángeles de Dios por un pecador que hace penitencia". (vv. 8-10)
Cirilo
Por la
parábola que precede, en la que se dice que el género humano era una oveja
descarriada, se nos enseña que somos creaturas de Dios omnipotente que nos ha
hecho a nosotros, -y no nosotros a El- y que somos ovejas de sus pastos. Ahora
añade la segunda parábola, en que el género humano es comparado a una dracma
que se ha perdido. Por medio de ésta manifiesta que hemos sido creados a imagen
y semejanza del Rey, esto es, del Dios excelso. Porque la dracma es una moneda que
lleva impresa la imagen del rey. Por esto dice: "¿O qué mujer que tiene
diez dracmas, si perdiese una dracma", etc.
San Gregorio, in Evang hom. 34
Lo mismo que
se representa por el pastor, se representa por la mujer, porque aquél es el
mismo Dios y ésta la sabiduría de Dios. El Señor creó a imagen suya la
naturaleza angélica y la naturaleza humana para que lo conociesen. Tuvo diez
dracmas, porque nueve son los coros de los ángeles y, para completar el número
de los elegidos, el hombre fue creado décimo.
San Agustín De quaest.Evang. 2, 33
También
coloca entre las nueve dracmas, así como entre las noventa y nueve ovejas, la
representación de aquellos que -presumiendo de sí- se prefieren a los pecadores
que vuelven al camino de la salvación. Uno falta a nueve para que sean diez. Y
al noventa y nueve también le falta uno para ser ciento. Este uno designa a
todos los reconciliados por la penitencia.
San Gregorio, ut sup
Y como la
imagen le representa en la moneda, la mujer perdió la dracma cuando el hombre
-que había sido creado a imagen de Dios- dejó de parecérsele cuando pecó. Y
esto es lo que añade: "¿Si perdiere una dracma no enciende el
candil?". La mujer enciende la antorcha porque la sabiduría de Dios
apareció en la humanidad. La antorcha es una luz en un vaso de barro. La
divinidad en la carne es como la luz en el vaso de barro. Una vez encendida la
antorcha, prosigue: "Y barre la casa", porque así como su divinidad
ha resplandecido en la humanidad, toda nuestra conciencia quedó limpia. Esta
palabra barre no se diferencia de limpia, que se lee en los demás códices.
Porque el alma depravada, si no se limpia primero por el temor, no queda limpia
de los defectos en que vivía. Una vez barrida la casa se encuentra la dracma.
Por eso sigue: "Y la busca con cuidado hasta hallarla". Cuando la
conciencia humana es sacudida 1,
es reparada en el hombre la semejanza del Creador.
San Gregorio Nacianceno
Una vez
encontrada la dracma hace participante de su alegría a los espíritus
celestiales, a quienes hace dispensadores de sus beneficios. Y sigue: "Y
después que la ha encontrado, junta a las amigas y vecinas", etc.
San Gregorio, ut sup
Los
espíritus celestiales se encuentran tanto más unidos con la divina sabiduría,
cuanto más se aproximan por la gracia de su visión permanente.
Teofilacto
Son sus
amigas, porque cumplen su voluntad; vecinas suyas, porque son incorpóreas. O
bien: son amigos suyos todos los espíritus celestes, pero son sus vecinos los
que están más cerca, como son los tronos, los querubines y los serafines.
San Gregorio Niceno
De otro
modo: creo que el Señor nos da a conocer en la búsqueda de la dracma perdida
que no nos viene utilidad alguna de la práctica de las virtudes exteriores -a
las que llama dracmas- aun cuando se posean todas, si queda el alma como viuda
de aquella que le da el brillo de la semejanza de Dios. Por esto, primero manda
encender la luz -esto es, la palabra divina que descubre las cosas ocultas-, o
acaso la lámpara de la penitencia. Pero en la casa propia -en sí mismo y en su
conciencia- conviene buscar la dracma perdida. Es decir, la imagen del rey, que
no se ha perdido del todo, sino que está cubierta debajo del abono, que
significa la miseria humana. Una vez quitado éste con esmero, es decir limpiado
por el esfuerzo de la vida, resplandece lo que fue encontrado. Por esto
conviene que aquella que la encuentra se alegre y que llame a participar de su
alegría a las vecinas, esto es, a las que están más próximas, que son las
virtudes; a saber: el entendimiento, la sensibilidad y todos los afectos que
puedan considerarse como propios del alma, que deben alegrarse en el Señor.
Finalmente, para concluir la parábola añade: "Así os digo que habrá gozo
delante de los ángeles de Dios por un pecador que hace penitencia".
San Gregorio, ut sup
Hacer
penitencia es llorar los pecados pasados y llorando, no volver a cometerlos.
Porque el que llora unos pecados a la vez que vuelve a cometerlos, o ignora qué
es hacer penitencia, o la hace fingidamente. Debe considerarse también que para
satisfacer a su Creador, aquel hombre que hizo lo que está prohibido debe
abstenerse aún de lo que está permitido y el que recuerde que faltó en lo
grave, debe censurarse por lo leve.
Notas
1. "Sacudida", en el sentido de limpiar, sacudir el polvo, lo que hace referencia al acto de barrer de la mujer que busca la dracma.