DÍA DECIMOCTAVO
MES DEL
SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
extractado de los escritos de la
B. MARGARITA MARÍA DE ALACOQUE
ORACIÓN PARA COMENZAR TODOS LOS DÍAS:
Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Poniéndonos en la presencia de Dios, adoremos su majestad infinita, y digamos con humildad:
OFRECIMIENTO AL PADRE ETERNO.
Oración de Santa Margarita María Alacoque
Padre eterno, permitid que os ofrezca el Corazón de Jesucristo, vuestro Hijo muy amado, como se ofrece Él mismo, a Vos en sacrificio. Recibid esta ofrenda por mí, así como por todos los deseos, sentimientos, afectos y actos de este Sagrado Corazón. Todos son míos, pues Él se inmola por mí, y yo no quiero tener en adelante otros deseos que los suyos. Recibidlos para concederme por sus méritos todas las gracias que me son necesarias, sobre todo la gracia de la perseverancia final. Recibidlos como otros tantos actos de amor, de adoración y alabanza que ofrezco a vuestra Divina Majestad, pues por el Corazón de Jesús sois dignamente honrado y glorificado. Amén.
Se meditan los textos dispuestos para cada día.
DÍA DECIMOCTAVO
El hijo de amor en el Corazón de Jesús
Habiendo dado Nuestro Señor la vida sobre la Cruz con tantos dolores, cubierto de tantas llagas y de su propia sangre, para curar las que habéis causado a vuestra alma, ninguna otra cosa desea sino poneros en posesión de su reino, y haceros descansar en su seno, como un hijo de amor, que se abandona enteramente a los, cuidados de su adorable Providencia. Él cuidará de vosotros, y nada os faltará; y puesto que es Todopoderoso, no os dejará perecer. Abandonaos sin reserva a su amoroso cuidado, y dadle todo vuestro corazón. Esto es, lo que pide de vosotros; para conformar vuestra vida a la suya sacrificada, tomadle por modelo en todas vuestras acciones, uniendo todos vuestros pasos; a los suyos, a fin de que no caminéis por otra senda que la de su santo amor.
No debemos tener ningún temor estando en sus sagrados brazos y en ellos estaremos, si desconfiando de nosotros mismos, lo esperamos todo de Él.
Puesto que el Sagrado Corazón os ama ¿qué tenéis que temer sea vuestro temor el de no corresponderle con todo el amor, que exige de vosotros, el cual consiste, si no me engaño, en este perfecto abandono y olvido de vosotros mismos. No se puede amar, sin sufrir; bien claro nos lo ha probado sobre la Cruz, donde se ha consumido por nuestro amor, y lo hace aun todos los días en el Santísimo Sacramento del altar, donde tiene un deseo tan vivo de que conformemos nuestra vida a la suya, que está todo oculto y anonadado a los ojos de las criaturas. Y puesto que el amor hace conformes a los amantes sí le amamos, conformemos nuestra vida a la suya.
Amad y haced lo que queráis, porque el que tiene amor lo tiene todo. Hacedlo todo, por amor, en el amor y por el amor, porque el amor da el precio a todo. El amor no quiere un corazón dividido; quiere o todo o nada. El amor os hará todo fácil. Devolved amor por amor, y no olvidéis nunca a Aquel, a quien el amor ha hecho morir por vosotros. No le amareis, mientras no sepáis sufrir en silencio, y preferirle a toda criatura, y la eternidad al tiempo.
Seamos todas de este Amado de nuestras almas. Démosle todo nuestro corazón, nuestro amor, nuestros afectos, inclinaciones y ternuras. Es preciso que no amemos a ninguna criatura, ni a nosotros mismos, sino todo para el Sagrado Corazón.
Consejos sobre la amorosa confianza con que debemos tratar a Nuestro Señor
Me complazco en que Nuestro Señor os invite a que os abandonéis toda a Él. Fijaos y apropiaos estas palabras: Si no os hacéis como niños pequeñitos, no entrareis en el reino de los cielos. Yo creo que esto consiste en que os hagáis pequeñas por la verdadera humildad de corazón y simplicidad de espíritu, recibiendo de buen corazón y como venido de la mano de vuestro Padre, las humillaciones y contradicciones que os vinieren, sin deteneros en las segundas causas. Mirad únicamente a su amoroso Corazón, que no permitirá jamás a su mano adorable ejecute nada con vosotros, que no sea para su gloria y vuestra santificación. Por lo mismo que os ama, os proporcionará con frecuencia medios de crucificaros, sea por medio de las criaturas, o por vosotros mismos; más de cualquier modo que sea, no os opongáis; y en la resignación y sumisión más rendida decid: Es mi Padre celestial quien lo ha hecho, esto me basta».
Vayamos pues, con una filial confianza a arrojamos en sus brazos, que su amor le ha hecho extender en la cruz para recibirnos. Digámosle con frecuencia: Dios mío, Vos sois mi Padre, tened piedad de mí, según vuestra gran misericordia. Yo me abandono a Vos; no me desechéis, pues yo sé bien, que un hijo no puede perecer estando en los brazos de su Padre Todopoderoso. Otras veces mirando su bondad y amor, decidle: ¡Oh mi buen Padre! hacedme digna de cumplir vuestra santa voluntad, porque soy toda vuestra.
¡Ah! Si pudieseis comprender la gran caridad de Nuestro Señor para con vosotros, veríais claro que sus permisiones y disposiciones no son más que amor. Quiere que le hagáis otros tantos sacrificios de vuestro amor propio y voluntad, como ocasiones os presente, rompiéndola y contrariándola hasta que se halle enteramente destruida y anonadada, para hacer reinar la de este divino Corazón en vosotros. Ved aquí en lo que consiste vuestra completa paz, de la cual no podréis gozar plenamente, hasta que hayáis trabajado en esto con todas vuestras fuerzas.
El Corazón de Jesús no os pide más, que la confianza en su bondad, para haceros experimentar la dulzura y la fuerza de su socorro en vuestras necesidades, pero Siempre a medida de vuestra confianza. Id sencillamente con Nuestro Señor, no os, perderá, porque os ama. Confiad en Él, olvidándoos y despreciándoos a vosotros mismos. Contentaos con amarle y dejarle obrar esto os basta.
El niño Jesús se presenta a la Beata para servirle de modelo
La Beata nos refiere así una aparición con que la Santísima Virgen le regaló, en uno de sus ejercicios. Mi santa Libertadora, nos dice, me honró con una de sus visitas, teniendo a su divino Hijo en los brazos; y colocándole sobre los míos, me dijo: He aquí el que viene a enseñarte lo que has de hacer. Sentíme penetrada de una sensible alegría, y presurosa del deseo de acariciarle, lo cual me permitió hacer a mi gusto, y habiéndome satisfecho plenamente, me dijo: «¿Estás ya contenta? Que esta satisfacción te sirva para siempre, pues quiero estés abandonada a mi poder, según has visto. Sea que te acaricie, o que te atormente, no debes tener otros sentimientos, que los que te dé.
Tal vez el recuerdo de esta gracia arrebatadora era lo que hacía decir a la Beata: Yo quiero vivir como un hijo sin cuidado alguno en el Corazón de mi buen Padre, dejándole hacer y disponer de mí según su agrado, sin otro cuidado de mí misma, que abandonarme toda a Él y a su amorosa Providencia, dejándome conducir en todo con la sencillez de un niño, no teniendo otra mira ni deseo en cuanto haga, que contentará Jesucristo.
No tengo que mirar nada en mí misma, y me someteré gustosa a cuanto agrade a mi Soberano hacer de mí y en mí; porque me tiene dicho, que mientras yo no me mezcle en nada, que a mí se refiera, jamás me faltarán sus cuidados; esto lo he experimentado muchas veces en mis infidelidades, en las cuales me ha hecho ver contrariados mis deseos; pero ya no deseo más que cumplir, lo que me ha dicho tantas veces: Déjame obrar. El Sagrado Corazón de Nuestro Señor Jesucristo hará todo en mí, si le dejo obrar. Querrá, amará, deseará por mí, suplirá todas mis faltas.
Súplicas al Sagrado Corazón de Jesús
Yo os suplico, Jesús, único amor mío, que absorbáis todos mis pensamientos, y apartéis mi corazón de cuanto hay debajo del cielo, por la fuerza de vuestro amor, más ardiente que el sol, y más dulce que la miel. Hacer que yo muera del amor de vuestro amor, como Vos habéis muerto del amor del mío. ¡Ay Señor! herid de tal suerte este corazón, que es vuestro, y atravesadle de modo que no pueda ya contener nada terreno ni humano.
¡Oh Corazón de Jesús! Yo languidezco de deseo de unirme a Vos; de poseeros, de abismarme en Vos, para no vivir más que de Vos, que sois mi mansión eterna. En Vos, Corazón amable, quiero vivir, amar y sufrir. Consumid en mi cuánto hay de mí misma, y poned en su lugar cuanto sea vuestro, para que me trasforme en Vos.
¡Oh Corazón buenísimo y sacratísimo, donde el eterno gozo será sin amargura y lleno de regocijo! ¡Oh Corazón, recompensa de los bienaventurados! ¡ah, cuán amable y deseable sois!
PARA FINALIZAR
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Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.
Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.
Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.
Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.
Santa Margarita María de Alacoque, ruega por nosotros.
Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.
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Ave María Purísima, sin pecado concebida.