DÍA TRIGÉSIMO
MES DEL
SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
extractado de los escritos de la
B. MARGARITA MARÍA DE ALACOQUE
ORACIÓN PARA COMENZAR TODOS LOS DÍAS:
Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Poniéndonos en la presencia de Dios, adoremos su majestad infinita, y digamos con humildad:
OFRECIMIENTO AL PADRE ETERNO.
Oración de Santa Margarita María Alacoque
Padre eterno, permitid que os ofrezca el Corazón de Jesucristo, vuestro Hijo muy amado, como se ofrece Él mismo, a Vos en sacrificio. Recibid esta ofrenda por mí, así como por todos los deseos, sentimientos, afectos y actos de este Sagrado Corazón. Todos son míos, pues Él se inmola por mí, y yo no quiero tener en adelante otros deseos que los suyos. Recibidlos para concederme por sus méritos todas las gracias que me son necesarias, sobre todo la gracia de la perseverancia final. Recibidlos como otros tantos actos de amor, de adoración y alabanza que ofrezco a vuestra Divina Majestad, pues por el Corazón de Jesús sois dignamente honrado y glorificado. Amén.
Se meditan los textos dispuestos para cada día.
DÍA TRIGÉSIMO
Triunfo del Sagrado Corazón de nuestro Señor Jesucristo por medio del anonadamiento de la Beata
Nuestro Señor dijo un día a su humilde sierva, con una voz llena de autoridad: «Te haré tan pobre, vil y abyecta a tus propios ojos, y te destruiré de tal suerte en las aspiraciones de tu corazón, que podré edificar sobre tu nada».
Bajo la impresión de estas palabras, la Beata dejaba salir de su corazón sublimes acentos, y decía: «Todo sea para aumentar la grande gloria del Corazón de Jesucristo! ¡Oh soberano Bien mío, no escriba yo nada, que no sirva para gloria vuestra y mayor confusión mía! ¡Es preciso extinguirme y anonadarme para vivir pobre, desconocida, oculta, en el Sagrado Corazón de mi divino Maestro, olvidada y despreciada de las criaturas! Por qué este Sagrado Corazón quiere establecer su reino en la destrucción y anonadamiento, de mí misma. Sería para mí el más dulce placer, anonadarme enteramente, para hacerle reinar en mí, y en los corazones todos. El adorable Corazón de Jesús se sirve de un instrumento, que es más a propósito para destruir un designio tan grande, que para llevarle a cabo; más esto es, para que toda la gloria sea dada al soberano Maestro, y no al material de que se sirve, el cual es como aquel barro de que se sirvió este mismo Salvador, para poner sobre los ojos del ciego de nacimiento. Me deleito tanto en el pensamiento dulcísimo de que este amable Salvador, no habiendo podido hallar una persona más pobre, más vil y más miserable que yo para esta obra, que le debe dar tanta gloria, me ha escogido con el designio de procurarme todos los socorros necesarios» La verdad es, que sólo soy un obstáculo para todo bien, y un compuesto de toda clase de miserias en el cuerpo y en el espíritu. Lo único que sostiene mi flaqueza, es que el Señor se complace en glorificar su infinita misericordia sobre los seres más miserables. Mis pecados me hacen indigna de tributar servicio alguno a este divino Corazón, autor de toda santidad. ¡Ay! ¡Cuántos motivos tengo para temer, que por mis grandes infidelidades e ingratitudes haya llegado a ser un obstáculo, para el establecimiento de su reino! Esto me hace desear mil veces, que me extermine y me borre de la faz de la tierra, sin miramiento alguno a mis intereses, antes de permitir que sirva de impedimento al cumplimiento de sus deseos».
Juicio que la Beata formaba de sí misma
«Mi adorable Maestro me tiene, por el exceso de su misericordiosa bondad, tan anonadada en mi espíritu, por la vista de un fondo completamente arruinado y pobre de todo bien espiritual, que no puedo dejar de admirar, no solamente que se dignen dar algún crédito, a lo que pueda decir una criatura tan mala, pero ni aun cómo pueden acordarse de ella. No soy más que una hipócrita, que tiene engañadas a las criaturas con una falsa apariencia de devoción. Jamás he sido más ingrata, infiel y miserable que ahora, no siendo sino un compuesto de orgullo y malicia, que se oponen continuamente a su bondad por mis resistencias a su divina voluntad, y mi frialdad en su amor, que me hacen ser tan floja en su servicio, que me aborrezco a mí misma, cuando considero la vida que llevo, toda sensual y llena de pecados. Veo en mí una gran necesidad de humillarme, pero no sé cómo hacerlo, por no hallar nada, que sea inferior a mí, que no soy sino una criminal. Pedid mi perfecta conversión al Sagrado Corazón de nuestro amado Salvador. Que su bondad no se canse de esperarme a penitencia; y sobre todo, que no me prive de amarle por una eternidad, en castigo de no haberle amado en el tiempo. Ved aquí el castigo riguroso que temo; todo lo demás no causa en mi impresión alguna. Puedo aseguraros, que me considero tan lejos de la pureza de intención, que Dios pide de mí, que me parece que todas mis acciones me condenan. Si supieseis cuán grande es mi malicia, y lo injuriosa que es mi vida a su infinita bondad, le pediríais perdón por mí. Yo os ruego que lo hagáis. Me considero tan mala e infiel delante de Dios, que creo no habrá nadie, que tenga más motivos de temer por su salvación, que yo. No veo en mi nada, que no merezca un castigo eterno. Alabad al Señor, porque a pesar de la multitud de mis pecados, no estoy todavía en lo más profundo del infierno. Mi vida, hasta el presente, ha sido tan injuriosa a Dios, que pongo en el número de sus mayores misericordias, la que ejerce sobre mi alma, haciéndome sufrir en la tierra, por este medio espero disminuir una parte de la gran deuda, que he contraído con mis pecados. Confieso que nuestro buen Dios me trataría con justicia, si me abandonase a los rigores de ella; pero quiere dejarme aún algún tiempo, para que ejercite la caridad con nuestras hermanas y darme un medio de llorar mis pecados, para empezar de nuevo a sufrir, si es que puede llamarse sufrimiento, la dicha de participar de la cruz del Salvador ¡Oh, cuán penoso es vivir sin amar al soberano bien, y sin sufrir por su amor! El amor quiere obras, y yo sólo tengo palabras para el bien, y obras para el mal. Si supieseis cuán alejada estoy, de lo que debe ser una verdadera hija de la Visitación, que debe poner todo su empeño en llegar a ser una perfecta copia de su Esposo crucificado. Me parece que mis infidelidades atraen todas las calamidades que suceden, y esto es para mí una especie de continuo martirio. Me considero tan destituida de todo, que no comprendo cómo me pueden soportar. Quisiera que todas las criaturas se sintiesen animadas de un santo celo, y me tratasen como una criminal de la divina justicia. El dolor que tengo de tantos crímenes horribles, que he cometido contra Dios, me hace ofrecerme incesantemente a su divina bondad, para sufrir las penas, que he merecido. Acepto también, las que son debidas a los pecados, en que hubiese caído, sin el socorro de la gracia. Pero lo que más me hace sufrir, es no poder vengar sobre mí las injurias que hacen a mi Salvador en el Santísimo Sacramento».
Desprecio de la Beata en la estimación de las criaturas y sus deseos de un eterno olvido
Tenía un temor tal, de que los dones de Dios me hiciesen ser estimada de las criaturas, que alaban por lo común, lo que es digno de reprobarse, que hubiese preferido ser privada de ellos; y temía menos todos los furores del infierno que las alabanzas las cuales dejando caer en el alma un secreto veneno, le quitarían la vida insensiblemente, si Dios por su bondad no le aplicase el divino remedio de la humillación. La estimación, alabanzas y aplausos me hacen sufrir más, que todas las humillaciones, desprecios y abyecciones pudieran dar que sentir a las personas, más ansiosas de honores, lo que me hace decir en ciertas ocasiones: «¡Oh Dios mío! armad todos los furores del infierno contra mí, antes de permitir, que las lenguas de las criaturas se empleen en vanas alabanzas, adulaciones y aplausos; que caigan sobre mi antes todas las humillaciones, dolores, contradicciones y confusiones. Desearía, que mi miseria e ingratitud hacia Dios fuese conocida de todo el mundo, a fin de que no se acordasen de esta miserable más, que para darle lo que le es debido; desprecios, humillaciones, en las que deseo vivir y morir sepultada, pidiendo a Dios de todo corazón, que no se forme jamás de mí un buen pensamiento. Os confieso francamente, que el deseo que me insta, de verme olvidada y despreciada de las criaturas, me hace padecer un continuo martirio en los empleos de la Religión, como también el escribir e ir al locutorio, que me parece un infierno. Creo que no estaré tranquila jamás, hasta verme en los abismos de las humillaciones y sufrimientos, desconocida de todos, y envuelta en un eterno olvido; o si se acuerdan de mí, que sea para despreciarme más y más, y para proporcionarme nuevos medios de sufrir algo por mi Dios ¡Ay! Cuán obligada os estaré, mi buena Madre, escribía en particular a la Madre de Saumaise, si me dieseis el gusto de quemar todos los escritos, que tenéis míos, a fin de que nunca sean vistos, ni se sepa el lugar de donde salieron; porque tengo tanta pasión de mantenerme envuelta en el olvido y desprecio después de mi muerte, como tengo de estarlo durante la vida».
Mas tarde decía: Moriré contenta ya, puesto que el Sagrado Corazón de mi Salvador, empieza a ser conocido y yo olvidada; porque por su grande misericordia vedme ya casi enteramente extinguida y anonadada en estimación y reputación, en el aprecio de las criaturas, lo cual me consuela más, de lo que pudiera yo decir. Recuerdo lo que sobre esto me tenéis prometido, que es impedir cuanto os sea posible, que se haga mención alguna de mí después de mi muerte, como no sea para pedir oraciones por la peor y más necesitada Religiosa, que ha existido jamás en el Instituto y en la santa Comunidad, donde tengo el honor de estar, y donde se ejerce conmigo una continua indulgencia y caridad de todas maneras. Jamás me olvidaré de esto delante del Sagrado Corazón de mi adorable Jesús».
Aspiraciones hacia el Corazón de Jesús
«¡Oh buen Jesús, que habéis querido padecer una infinidad de oprobios y de humillaciones por mi amor! imprimid poderosamente el amor y la estimación de ellos en mi corazón, y hacedme desear su práctica. ¡Oh Corazón favorable, que halláis tanto placer en hacernos bien! concededme la gracia de llenar la deuda, que he contraído con la divina justicia. Yo soy impotente, pagad por mí. Reparad los males que he hecho, con los bienes que vos habéis hecho. Y a fin de que todo lo deba a Vos, recibidme ¡oh caritativo Corazón! a la hora de mi muerte, que será tan terrible para mí. Qué gloria os dará, Jesús mío, la pérdida de un miserable átomo. Pero será muy grande para Vos, el salvar a una tan grande pecadora. Salvadme, pues, puro amor mío, porque ansío amaros eternamente, cuésteme lo que me costase. Sí, yo os quiero amar, a pesar de todo, yo os quiero amar con todo mi corazón. Así sea».
PARA FINALIZAR
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Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.
Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.
Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.
Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.
Santa Margarita María de Alacoque, ruega por nosotros.
Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.
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