V DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS
Comentarios al Evangelio
de la Catena Aurea de Santo Tomás de Aquino
MATEO 5, 20-22
"Porque os digo en verdad, que si vuestra justicia
no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de
los cielos. Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás: pues el que
matare, reo será en el juicio. Mas yo os digo, que todo aquél que se enoja con
su hermano, reo será en el juicio. Y quien dijere a su hermano raca, reo será
en el concilio. Y quien dijere insensato, reo será en el infierno". (vv.
20-22)
San Hilario, in Matthaeum, 4
Con tan
magnífico exordio empezó a plenificar la obra de la ley antigua y a anunciar a
sus Apóstoles que no les será posible la entrada en el Reino de los Cielos si
no aventajan a los fariseos en justicia. Esto es lo que manifiesta cuando dice:
"Porque os digo, que si vuestra justicia no fuere mayor", etc.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom.16,4
Llama
justicia aquí a la virtud universal. Entiéndase en esto el aumento de la
gracia. A sus discípulos los consideraba todavía como ignorantes, pero quiere
que sean mejores que los maestros en el Antiguo Testamento. No llamó inicuos a
los escribas y a los fariseos porque no negó que tenían justicia. Considera
también que con estas cosas confirma el Antiguo Testamento delante de sus
Apóstoles, comparándolo con el Nuevo, resultando el más y el menos dentro del
mismo género. La justicia de los escribas y los fariseos son los mandamientos
de Moisés. Los cumplimientos de aquellos mandatos son los preceptos de Jesucristo.
Esto es, pues, lo que dice: Si alguno, además de los preceptos de la ley, no
cumple estos preceptos míos, que ellos consideraban como pequeños, no entrará
en el Reino de los Cielos; puesto que aquellos preceptos libran de la pena
(debida a los transgresores de la ley), mas no llevan al Reino de los Cielos,
pero éstos libran de la pena y llevan al cielo. Siendo una misma cosa
quebrantar los preceptos pequeños y no cumplirlos, ¿por qué dice arriba, del
que los quebranta, que se llamará pequeño en el reino de Dios, y ahora dice del
que no los cumple, que no entrará en el Reino de los Cielos? Pero entiende que
ser pequeño en el Reino, es lo mismo que no entrar en él y que estar en el
Reino no es reinar con Cristo, sino vivir en el pueblo de Cristo. Como si
dijese del que no cumple que estará entre los cristianos, pero que será un
cristiano pequeño, y que el que entra en el Reino, participa del Reino con
Jesucristo. Por lo tanto, éste que no entra en el Reino de los Cielos, no
tendrá gloria con Jesucristo. Sin embargo, estará en el Reino de los Cielos,
esto es, en el número de aquéllos sobre quienes reina Jesucristo, que es el rey
de los cielos.
San Agustín, de civitate Dei, 20,9
O como dice en otro lugar: "Si vuestra justicia no fuese mayor que la de los escribas y de los fariseos", esto es, de aquéllos que no practican lo que enseñan porque de ellos ya ha dicho San Mateo: "Dicen y no hacen" ( Mt 23,3). Como si dijese: si no abundase vuestra justicia de modo que no quebrantéis, sino más bien hagáis lo que enseñáis, no entraréis en el Reino de los Cielos. Antes se entendía el Reino de los Cielos donde están ambos: el que no practica lo que enseña y el que lo practica, pero el primero se llama pequeño y el segundo grande, por lo que se entiende como Reino de los Cielos a la Iglesia presente. Aquí, se entiende el Reino de los Cielos donde entra aquel que cumpla la ley. Esta es la Iglesia tal y como será en la otra vida.
San Agustín, contra Faustum, 19, 30
Este nombre
de Reino de los Cielos, que con tanto interés nombra nuestro Señor, no sé si
alguno lo habrá encontrado escrito en los libros del Antiguo Testamento.
Propiamente hablando pertenece a la revelación del Nuevo Testamento, porque se
reservaba nombrarlo a los labios de Aquel a quien prefiguraba el Antiguo
Testamento para regir y gobernar a sus siervos. Este fin, al cual deben
referirse los preceptos, estaba oculto en el Antiguo Testamento, aunque
ajustados a él vivían los santos que veían su revelación futura.
Glosa
O esto que
dice: "si no abundare", debe referirse a la inteligencia de los
escribas y fariseos, no al contenido del Antiguo Testamento.
San Agustín, contra Faustum, 19, 28
Casi todo lo
que el Señor aconsejó o mandó precedido de estas palabras ( Mt 19,23):
"Yo, pues, os digo", se encuentra en aquellos libros antiguos. Pero
como no comprendían que el homicidio era otra cosa más que la destrucción de un
cuerpo humano, el Señor les manifestó que todo movimiento malo que pueda
contribuir a hacer daño al prójimo, debe considerarse como homicidio. Por esto
añade: "Oísteis que fue dicho a los antiguos: 'No matarás".
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 11
Queriendo
Jesucristo manifestar que el mismo Dios que habló en la ley es el que ahora
manda en la gracia, pone a la cabeza de sus preceptos aquel que en la ley
antigua se ponía el primero; esto es, antes de los prohibitivos contra el
prójimo.
San Agustín, de civitate Dei, 1, 21
El precepto:
"No matarás", no expresa, como opinan los maniqueos, la prohibición
de arrancar una caña o matar un animal sin razón, puesto que por ordenación
justísima del Creador, su vida y su muerte están sometidas a nuestras
necesidades. Por ello debemos entender, que todo lo dicho se refiere al hombre:
No matarás a otro, ni tampoco a ti, pues el que se mata, no hace otra cosa que
matar a un hombre. De ningún modo obraron contra este mandamiento los que por
orden de Dios hicieron la guerra. Ni tampoco cometen crimen aquellos que,
ejerciendo la autoridad legítima, castigan a los criminales por razones justas.
A Abraham, no solamente no se le consideró como culpable de crueldad, sino que
más bien se le alaba con el nombre de piadoso, cuando quiso matar a su hijo por
obedecer a Dios. Se exceptúan aquí aquellos a quienes Dios manda matar por mandamiento
expreso, o por cumplir con la ley, o por librar a otra persona. No mata aquél
que obedece al que manda, como aquellos que prestan su ayuda al que ejerce la
justicia; tampoco debe considerarse como homicida a Sansón, que sucumbió bajo
las ruinas con todos sus enemigos, porque el mismo Espíritu que por medio de él
hacía milagros, había sido quien le había dado esta orden, aunque de una manera
oculta.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 16,5
Por esto que
dice: "Se ha dicho a los antiguos", manifiesta que hacía ya mucho
tiempo que conocían este precepto. Dice esto, pues, para mover a los oyentes
tardos a preceptos más altos. Así como si un maestro dice a su alumno perezoso
animándolo al estudio: "has pasado mucho tiempo en deletrear". Por
eso añade: "Mas yo os digo, que todo aquel que se enoje con su hermano,
obligado será a juicio". En lo que debemos comprender la potestad del
legislador. Ninguno de los antiguos había hablado así, sino de esta manera:
"Esto dice el Señor". Porque aquéllos, como siervos, anunciaban las
cosas que eran del Señor, pero éste, como Hijo, anuncia las cosas que son de su
Padre y suyas a la vez; aquéllos predicaban a sus compañeros de servidumbre y
éste dictaba leyes a sus subordinados.
San Agustín, de civitate Dei, 9,4
Dos son los
pareceres de los filósofos acerca de las pasiones del alma. Los estoicos creen
que las pasiones son impropias del hombre sabio; pero los peripatéticos creen
que los hombres sabios pueden tener pasiones, pero moderadas y sujetas a la
razón, sí como cuando se ejerce la misericordia de modo que se conserve la
justicia
San Agustín, de civitate Dei, 4,5
En la
doctrina cristiana no se indaga principalmente si un alma piadosa puede
encolerizarse o entristecerse sino el origen de donde proceden esas
impresiones.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 11
El que se
encolerice sin causa, será culpable. Pues si la ira no existiera, ni la
doctrina aprovecharía, ni los tribunales estarían constituidos, ni los crímenes
se castigarían. Así, el que no se enfurece cuando hay causa para ello, peca. La
paciencia imprudente fomenta los vicios, aumenta la negligencia e invita a
obrar el mal, no sólo a los malos sino también a los buenos.
San Jerónimo
En algunos
códices se añade: "Sin causa". Sin embargo, en las cosas verdaderas
no hay duda y la cólera se prohíbe totalmente. Si se nos manda rogar por los
que nos persiguen ( Mt 5,44), queda suprimida toda ocasión de enfurecerse. No
debemos incomodarnos sin causa, porque la ira del hombre no opera la justicia
de Dios ( Stgo 1,20).
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 11
Sin embargo,
la ira con causa no es ira, sino juicio, pues la cólera propiamente dicha es la
alteración de una pasión. El que se enfada con causa, su ira no es de pasión, y
por lo tanto juzga, no se irrita.
San Agustín, In libro retractationum, 1, 19
También
debemos fijarnos en lo que significa enfurecerse con su hermano, puesto que no
se enfurece con su hermano aquel que se enfurece por la culpa de su hermano. El
que se enfurece con su hermano y no con su pecado, se enfurece sin causa.
San Agustín, de civitate Dei, 14, 9
Nadie que
tenga su juicio cabal, podrá decir que se enfurece aquel que se incomoda con su
hermano para que se corrija. Estos movimientos, que provienen del amor del bien
y de la santa caridad, no pueden llamarse vicios, puesto que están en armonía
con la recta razón.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 11
Yo creo que
Jesucristo no habla aquí de la ira carnal, sino de la ira espiritual. La carne
no puede obedecer sin conturbarse. Cuando el hombre se enfurece y no quiere
hacer aquello que la ira le impulsa, su carne se enfurece, pero su alma queda
en paz.
San Agustín, de sermone Domini, 1, 9
Así, pues,
en este primer mandamiento se trata de una cosa sola: la ira. En el segundo se
trata de dos: la ira y la voz que la expresa, como se dice en estos términos:
"Y el que dijere a su hermano raca, obligado será en el concilio".
Algunos han querido tomar del griego la significación de esta palabra, creyendo
que la palabra raca quiere decir andrajoso, puesto que en griego la palabra racos
quiere decir andrajoso. Es más probable que sea una voz sin significado alguno,
pero manifestando la alteración de un alma indignada. Los gramáticos llaman a
estas voces interjecciones, como cuando se dice por uno que padece:
"¡Ay!"
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom.16,7
También la
palabra raca puede ser una palabra de desprecio o de ultraje, como cuando
nosotros decimos, o a los criados, o a los que son más jóvenes que nosotros:
"Marcha tú, dile tú". Y así, los que conocen la lengua siríaca, ponen
la palabra raca en lugar de tú. El Señor, pues, quiso arrancar hasta los
defectos más pequeños, y por ello nos manda que nos respetemos mutuamente.
San Jerónimo
O bien raca
es una palabra hebrea y quiere decir vano o hueco, a quien no podemos llamar
con la injuria vulgar, sin cerebro. Y con intención añade: "El que dijere
a su hermano": nuestro hermano, pues, no puede ser otro que aquel que
tiene un mismo padre que nosotros.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 11
No es propio
llamar hombre vacío a aquel que tiene en sí al Espíritu Santo.
San Agustín, de sermone Domini, 1,9
En tercer
lugar, se significan tres cosas: la ira, la voz que significa la ira y la
expresión del vituperio. Por ello sigue: "Y quien dijere insensato,
quedará sujeto al fuego del infierno". Hay gradación en estos pecados.
Primero, cuando uno se enfurece y retiene el movimiento concebido en el corazón
y si esfuerza la voz sin significación precisa, pero que por su fuerza es signo
de la emoción, hay un grado más que en la cólera que calla. Pero aun es más si
expresa una palabra ciertamente injuriosa.
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 11
Así como
ninguno que tiene el Espíritu Santo puede llamarse vacío, así ninguno que
conoce a Jesucristo puede llamarse fatuo. Pero si la palabra raca significa
vacío en cuanto al sentido de la palabra, lo mismo quiere decir fatuo que raca.
Se diferencia, sin embargo, en cuanto al fin que se propone el que dice esta
palabra. Raca era una palabra vulgar entre los judíos, la cual pronunciaban, no
por ira ni por odio, sino por algún movimiento vano. La decían, pues, más bien
como para expresar confianza que injuria. Pero si no se dice por causa de
rabia, ¿qué clase de pecado es? Porque se dice con el deseo de disputa, no de
edificación; si, pues, no debemos decir aun las buenas palabras sino para
edificar a los demás, ¿cuánto más aquello que en sí ya es malo por naturaleza?
San Agustín, de sermone Domini, 1,9
Fijémonos
ahora en las tres clases de pena: el juicio, el Sanedrín y el fuego eterno,
grados con los cuales subimos de lo más leve a lo más grave; pues en el juicio
aun hay lugar a defenderse. Al Sanedrín pertenece la pronunciación de la
sentencia, cuando los jueces convienen entre sí en la clase de castigo que haya
de aplicarse, y en el fuego eterno ya se expresa claramente la condenación y la
pena del culpable. De donde se ve cuán grande es la diferencia que hay entre la
justicia de Jesucristo y la de los fariseos. Entre éstos la muerte de otro hace
reo de juicio, y Aquél lo hace reo de juicio por la ira, de cuyas tres cosas
ésta es la más leve.
Rábano
El Señor
llama aquí infierno al tormento del infierno, cuyo nombre creen que lo tomó de
un valle consagrado a los ídolos, y que está cerca de Jerusalén, lleno en otro
tiempo de cadáveres, que, según leemos en el libro de los Reyes, Josías
profanó.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 16,8
Es la
primera vez que pronuncia el nombre de infierno después que antes había hablado
del Reino de los Cielos, manifestando que El nos da éste por su amor, el otro
por nuestra desidia. A muchos les parece demasiado fuerte eso de padecer por
una sola palabra una pena tan grande, por lo que algunos dicen: "Que esto
se expresa de una manera hiperbólica". Pero me temo que, interpretando mal
estas palabras, suframos allí el último suplicio. No creas que esto es duro,
porque la mayor parte de las penas y de los pecados proceden de las palabras.
Las palabras insignificantes inducen muchas veces al homicidio y han destruido
ciudades enteras. No consideres como cosa pequeña el llamar a tu hermano necio,
puesto que le quitas la prudencia y el entendimiento, por los cuales somos
hombres y nos diferenciamos de los animales
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 11
O será reo
del Sanedrín, esto es, no pertenecerá al concilio de aquéllos que se reunieron
contra Jesucristo, como interpretan los Apóstoles en sus cánones.
San Hilario, in Matthaeum, 4
O bien el
que trata como vacío al que está lleno del Espíritu Santo, se hace reo ante el
concilio de los santos, como si hubiere de pagar la ofensa hecha al Espíritu
Santo, con la reprensión de jueces santos.
San Agustín, de sermone Domini, 1, 9
Alguno me
preguntará: ¿con qué suplicio más grave se castiga el homicidio, si la injuria
ya se castiga con el fuego del infierno? Obliga a comprender que hay varios
infiernos.
San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom.16
El juicio y
el Sanedrín son penas que se padecen en esta vida, y el fuego del infierno es
la pena que se padece en la otra; por ello pone el juicio de la ira, para
manifestar que no es posible que el hombre viva absolutamente sin pasiones,
pero que le es posible enfrentarlas y por lo tanto, no la fijó una pena
determinada, para que no apareciese que la prohibía totalmente. El Sanedrín lo
cita ahora como juicio de los judíos, para que no se crea que innova en todo.
San Agustín, de sermone Domini, 1, 9
En estas tres sentencias debe observarse que hay palabras que se sobreentienden, exceptuada la primera, que tiene todas las palabras: "El que se enfurece, dijo, contra su hermano" (sin causa, según algunos); en la segunda, cuando dice: "Pero el que dijese a su hermano raca " (se entiende sin causa), y en la tercera, cuando dice: "Pero el que dijese fatuo", da a entender dos cosas: a su hermano y sin causa. Y esto es con lo que se defiende aquel dicho del Apóstol, que llama necios a los de Galacia, a quienes también denomina hermanos. No hace, pues, esto sin causa.
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San Agustín, de sermone Domini, 1, 10 Si no es
lícito enfurecerse contra su hermano ni decirle raca ni necio, mucho menos
debemos tener ninguna animadversión que pueda degenerar en odio, y por esto
añade: "Por tanto, si fueres a ofrecer tu ofrenda al altar y allí
recordares que tu hermano tiene alguna cosa contra ti". San Jerónimo No dijo si
tú tienes algo contra tu hermano, sino si tu hermano tiene algo contra ti,
como imponiéndote con más dureza la necesidad de reconciliarte. San Agustín, de sermone Domini, 1, 10 Entonces
él tiene algo contra nosotros, si le hemos ofendido en algo; pero nosotros
tenemos algo en contra de él, si él nos ha ofendido, en cuyo caso no es
necesario procurar su reconciliación. No pedirás el perdón a aquel que te
hace alguna ofensa, sino que lo que haces es perdonarlo. Como deseas que Dios
te perdone, perdona tú también a tu hermano. Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 11 Pero si
aquél te ofendiere y fueses el primero en pedirle el perdón, adquirirás un
gran mérito. San Juan Crisóstomo, homiliae in Matthaeum, hom. 16,9 Pero si
alguno no procura reconciliarse con él por amor al prójimo, lo induce a esto
para que sus buenos oficios no queden incompletos, especialmente si se
verifican en un lugar sagrado. Por esto añade: "Deja allí tu ofrenda
delante del altar y ve primeramente a reconciliarte con tu hermano". San Gregorio, hom 1 El Señor
no quiere recibir el sacrificio de los que están enemistados. De aquí podéis
conocer cuán grande sea el mal de la enemistad, por lo cual se rechaza aun
aquello, en virtud de lo cual se perdona la culpa. Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 11 Ve aquí la
gran misericordia de Dios, que da preferencia a las utilidades de los hombres
sobre su honor, más bien quiere la unión de los fieles que sus ofrendas.
Cuando los hombres fieles tienen alguna disensión entre sí, no recibe ninguna
ofrenda de ellos, ni oye ninguna de sus oraciones, mientras dura la
enemistad. Ninguno, pues, puede ser amigo fiel de dos que son enemigos entre
sí, y por ello, Dios no quiere ser amigo de los fieles mientras sean enemigos
entre sí. Y nosotros no guardamos la fe a Dios si amamos a sus enemigos y
aborrecemos a sus amigos. Aquel que ofende primero, debe ser el que pida la
reconciliación. Has ofendido con el pensamiento, debes reconciliarte por
medio del pensamiento; has ofendido con palabras, con palabras debes
reconciliarte; has ofendido con obras, con obras debes reconciliarte. Todo
pecado, del mismo modo que se comete, debe hacerse por él penitencia. San Hilario, in Matthaeum, 4 Una vez
obtenida la paz humana manda volver a la divina, para pasar de la caridad de
los hombres a la de Dios, y por ello sigue: "Y entonces ven a ofrecer tu
ofrenda". San Agustín, de sermone Domini, 1, 10 Si lo que aquí se dice se toma al pie de la letra, acaso crea alguno que esto conviene hacerlo así, no puede dilatarse la reconciliación por mucho tiempo si el hermano está presente, puesto que se nos manda dejar la ofrenda delante del altar; mas si está ausente y (lo que puede suceder también) al otro lado del mar, es un absurdo el creer que debe dejar su ofrenda delante del altar y recorrer las tierras y los mares antes de ofrecerla al Señor. Por ello se nos manda recogernos en el interior y pensar espiritualmente, para que pueda entenderse aquello que se dice, sin incurrir en absurdos. Por altar debemos entender, espiritualmente hablando, la fe. La ofrenda que ofrecemos al Señor, ya sea por medio de la enseñanza, ya por medio de la oración, o ya por cualquier otro concepto, no puede ser aceptable delante de Dios si no va adornada con la fe. Si, pues, hemos ofendido a nuestro hermano en alguna cosa, debemos ir a reconciliarnos con él, no con los pies del cuerpo, sino con los movimientos del alma, prostrándonos ante el hermano con afectos de humildad, en presencia de Aquel a quien vamos a ofrecer. Y así, como si estuviese presente, podremos calmarlo, no con ánimo afectado, sino pidiéndole perdón y al volver, esto es, renovando la intención de lo que habíamos empezado a hacer, ofreceremos nuestra ofrenda. |