DÍA DECIMONOVENO
MES DEL
SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
extractado de los escritos de la
B. MARGARITA MARÍA DE ALACOQUE
ORACIÓN PARA COMENZAR TODOS LOS DÍAS:
Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Poniéndonos en la presencia de Dios, adoremos su majestad infinita, y digamos con humildad:
OFRECIMIENTO AL PADRE ETERNO.
Oración de Santa Margarita María Alacoque
Padre eterno, permitid que os ofrezca el Corazón de Jesucristo, vuestro Hijo muy amado, como se ofrece Él mismo, a Vos en sacrificio. Recibid esta ofrenda por mí, así como por todos los deseos, sentimientos, afectos y actos de este Sagrado Corazón. Todos son míos, pues Él se inmola por mí, y yo no quiero tener en adelante otros deseos que los suyos. Recibidlos para concederme por sus méritos todas las gracias que me son necesarias, sobre todo la gracia de la perseverancia final. Recibidlos como otros tantos actos de amor, de adoración y alabanza que ofrezco a vuestra Divina Majestad, pues por el Corazón de Jesús sois dignamente honrado y glorificado. Amén.
Se meditan los textos dispuestos para cada día.
DÍA DECIMONOVENO
El alma debe procurar hacerse un agradable santuario del Sagrado Corazón de Nuestro Señor Jesucristo
He aquí el relato de una gracia insigne con que la Beata fue honrada el día de la Ascensión: Estando reunidas en el coro delante del Santísimo Sacramento, venerando el instante en que nuestro Señor subió al cielo, yo me hallaba en grande recogimiento. De repente vi un grande resplandor que encerraba en sí a mi amable Jesús.
Aproximándose, me dijo estas palabras: “Hija mía, he escogido a tu alma para que sea mi cielo sobre la tierra, y tu corazón será un trono de delicias para mi divino amor” Yo le decía alguna vez con esta santa familiaridad que me instaba a tener con Él: «Dios mío, en medio de vuestras amorosas caricias, no puedo olvidar las injurias que os he hecho y que Vos sois todo y yo nada.
Escuchemos ahora a la Beata cuyo corazón era un cielo de descanso para su divino Esposo y ella nos enseñará con una amable sencillez porque medios haremos que nuestros corazones sean la agradable estancia de Nuestro Señor.
Yo os exhorto a mantener vuestro corazón dispuesto a recibir las visitas de Nuestro Señor. Para esto es preciso que nuestros sentidos se hallen en soledad por un santo recogimiento interior, evitando las reflexiones inútiles y miramientos propios, que sólo sirven para turbarnos y apartar nuestra alma de la paz que necesita para ser el Santuario del Señor.
Debéis mirar siempre a Dios en vosotras mismas porque al mirarle en nosotras es imposible que todas nuestras potencias y facultades no se recojan en nuestro interior. Si le miramos fuera de nosotras los objetos nos distraen fácilmente.
Si queremos que habite su amor en nosotras es necesario desocupar y desprender nuestro corazón del afecto de todas las criaturas y de nosotros mismos, porque todo apego nos le arrebata, nos quita a Dios y su puro amor que reina en el sufrimiento y triunfa en la humildad para gozar en la unidad.
Debéis siempre mirar vuestra alma como un santuario donde Dios habita. Ved porque debéis evitar mancharla con ninguna falta. Además, es preciso que hagáis de vuestro corazón un trono de su amor, y retirándoos allí con Él os entretendréis en silencio adorándole y amándole con todas vuestras fuerzas y potencias. Debéis imitar a una esposa muy amante y poner sumo cuidado en ser muy pura e inocente para agradar a este divino Esposo, no teniendo otra mira ni fin en cuanto hagáis que agradarle, dándoselo todo sin reserva.
El Sagrado Corazón de Nuestro Señor quiere ser el objeto de todas vuestras complacencias y quiere que todo vuestro placer le halléis en él para ser digna de que Él le encuentre en vosotras.
Como Jesús es celoso de vuestro corazón y que quiere poseerle él sólo, quiere también que vosotras seáis celosas del suyo, amándole más que nadie si es posible.
La Beata enseña a sus novicias a hacer de su corazón una capilla toda dedicada al Sagrado Corazón de Jesús
Yo creo que no podéis dar prueba mayor de amor a este divino Corazón, ni que le sea más agradable que la de dejarle hospedarse en el lugar de delicias que él mismo se ha fabricado, que es vuestro corazón, del cual es preciso arrojéis esos ídolos que tanto tiempo habéis adorado, ya sea el ídolo de vuestro orgullo, o el de la propia voluntad o el del apego a alguna criatura. Después de haber arrojado de esta capilla a todos los enemigos del Sagrado Corazón porque este nombre debéis dar a los vuestros la limpiareis y la purificareis de toda mancha, quitando todas las pasiones e inclinaciones inmortificadas, después la adornareis con la pureza de intención que consistirá en procurar agradarte en todo. Después por medio de una profunda humildad, echareis los cimientos de su trono que adornareis para colocar en él como Rey al Sagrado Corazón. Es el amor puro y divino entre cuyos ardores está siempre este Corazón Sagrado como una víctima de holocausto, inmolada y sacrificada a la gloria de su divino Padre por nuestro amor estos adornos de este trono serán ricos y preciosos según Él los desea y vosotros podáis santamente adquirir. El primero debe ser todo de oro, es decir, de ardiente caridad, la cual os estrechará tanto en su amistad que permitirá la poseáis como una esposa amada, a la cual dice amorosamente: todo lo que es mío es tuyo y todo lo que es tuyo es mío, porque la caridad nos une. Las tres potencias de vuestra alma son como tres ángeles destinados a tributarle un continuo homenaje. Vuestro entendimiento no se ocupará de otra cosa más que de conocerle y vuestra voluntad de amarle, ofreciéndole sin cesar el incienso de mil santos afectos, el deseo de agradarle y de no separarse nunca de Él. El recuerdo de vuestra memoria no será más que una continua gratitud a sus beneficios. Entrareis tres veces al día. Por la mañana para tributar vuestros homenajes de adoración y de sacrificio a este Sagrado Corazón, como a vuestro soberano libertador, al cual sacrificareis cuanto hagáis y sepáis y todo vuestro ser para no serviros de él sino para amarle, honrarle y glorificarle, uniéndoos a sus santas intenciones y renunciando a todo lo que pueda desagradarle.
Al medio día entrareis a rendirle vuestros homenajes de amor y súplica. Le descubriréis todas las llagas y miserias de vuestra alma como al eficaz remedio de vuestros males, puesto que sólo Él puede remediar todas vuestras necesidades.
Por la noche entrareis para rendirle vuestros homenajes de gratitud, dándole gracias por todos sus beneficios y pidiéndole perdón con un vivo dolor de todas las ingratitudes e infidelidades que podáis haberle hecho y con una firme resolución de morir antes que ofenderle. Después le hacéis una corona de las prácticas de virtudes que hayáis hecho y le coronaréis con ella para dulcificar las heridas que recibe de las espinas de nuestros pecados, suplicándole repare el mal que hemos hecho, con el bien que Él ha hecho.
El amor es una oración y la oración nace del amor
Me pedís una corta oración para manifestarle vuestro amor; por mí no se ni encuentro otra mejor que este mismo amor, porque todo habla cuando se ama y aun las mayores ocupaciones son pruebas de amor. Amad pues, como dice San Agustín y haced lo que queráis. Y como no se puede amar sin sufrir, amemos y suframos a la vez, sin perder un momento, porque todas las cruces son buenas y preciosas para un corazón que ama a su Dios y quiere ser amado de Él. Procuremos ser verdaderas copias de nuestro amor crucificado.
Oración en nuestro Señor como verdadero Rey en el Santísimo Sacramento
Yo os adoro ¡oh Jesús! como Rey y poderoso, sobre vuestro trono de amor y de misericordia. Recibidme como vuestra esclava y vuestra sierva, y perdonad, os ruego, mis resistencias y rebeliones a vuestro soberano dominio sobre mi alma ¡Ay Rey benigno! Acordaos que no podríais ser misericordioso si no tuvieseis súbditos miserables. Extended, os suplico, vuestra liberal mano para remediar mi extrema indigencia con el precioso tesoro de vuestro santo amor y puesto que él no es otra cosa que Vos mismo, despojadme de todo este miserable amor propio y de todos estos vanos respetos humanos que me tienen como atada y encadenada. Venid ¡oh soberano Rey mío! a romper mis ataduras y a librarme de esta mala servidumbre y estableced vuestro imperio en mi corazón. Quiero reinar en el vuestro por una ardiente caridad con mi prójimo; no hablando de él sino caritativamente, soportándole, excusándole, haciendo y queriendo para con él, lo que yo quisiese hiciesen conmigo, no permitiendo que mi lengua pronuncie jamás palabra alguna ofensiva o de resentimiento. No me turbaré con nada para que mi Rey halle en mí un imperio de paz. Así sea.
PARA FINALIZAR
***
Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.
Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.
Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.
Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.
Santa Margarita María de Alacoque, ruega por nosotros.
Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.
***
¡Querido hermano, si te ha gustado esta meditación, compártela con tus familiares y amigos!
***
Ave María Purísima, sin pecado concebida.