DÍA DUODÉCIMO
MES DEL
SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
extractado de los escritos de la
B. MARGARITA MARÍA DE ALACOQUE
ORACIÓN PARA COMENZAR TODOS LOS DÍAS:
Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Poniéndonos en la presencia de Dios, adoremos su majestad infinita, y digamos con humildad:
OFRECIMIENTO AL PADRE ETERNO.
Oración de Santa Margarita María Alacoque
Padre eterno, permitid que os ofrezca el Corazón de Jesucristo, vuestro Hijo muy amado, como se ofrece Él mismo, a Vos en sacrificio. Recibid esta ofrenda por mí, así como por todos los deseos, sentimientos, afectos y actos de este Sagrado Corazón. Todos son míos, pues Él se inmola por mí, y yo no quiero tener en adelante otros deseos que los suyos. Recibidlos para concederme por sus méritos todas las gracias que me son necesarias, sobre todo la gracia de la perseverancia final. Recibidlos como otros tantos actos de amor, de adoración y alabanza que ofrezco a vuestra Divina Majestad, pues por el Corazón de Jesús sois dignamente honrado y glorificado. Amén.
Se meditan los textos dispuestos para cada día.
DÍA DUODECIMO
El Corazón de Jesús manantial de Santidad
El adorable Corazón de Jesús debe ser el que santifique y consuma todos los nuestros con los santos ardores de su puro amor.
¡Ah! es preciso amarle con todas nuestras fuerzas, cueste lo que costare. Es preciso santificarnos a toda costa, y puesto que Él es santo, tenemos que hacernos santos. Y si para esto no se necesita sino amarle ¿por qué no ardemos sin cesar en la ardiente hoguera de su puro amor, el cual nos purificará y santificará al mismo tiempo?
No debemos respirar más que llamas de amor, y de amor puro, crucificando y sacrificando todo nuestro ser por una continua inmolación a la divina voluntad; para que ella se cumpla en vosotras perfectamente, contentándonos con amar, y dejarle obrar; ora nos humille, ora nos ensalce, ya nos consuele, o ya nos aflija. Todo debe sernos indiferente; y si le contentamos, esto nos basta; amemos a este único amor de nuestras almas, puesto que Él nos ha amado primero, y nos ama aun con ardor, que se abrasa continuamente en el Santísimo Sacramento. No hay más que amar al Santo de los Santos, para ser santas, quién nos impedirá pues serlo, teniendo un corazón para amar y un cuerpo para padecer, Pero ¡ay! ¿Puede uno sufrir cuando ama? No, no hay sufrimiento cuando se ama ardientemente al Sagrado Corazón de nuestro amable Jesús; porque los dolores, humillaciones, desprecios, contradicciones y cuánto hay de más amargo en la naturaleza, se trasforma en amor en este Corazón adorable, el cual quiere ser amado sin reserva, quiere poseerlo todo sin excepción, y quiere hacerlo todo en nosotras sin resistencia de nuestra parte. Entreguémonos a su poder, confiemos en Él, dejémosle obrar, y veremos que nos enviará sin faltarnos nunca, cuantos obreros sean necesarios para nuestra perfección; de tal suerte, que el trabajo estará pronto terminado, con tal que no pongamos obstáculo ¡Ay, quien le ama de veras, no piensa en resistirle!
Amémosle con todas nuestras fuerzas y potencias y seamos suyas sin reserva, puesto que quiere todo o nada. Y después de habernos dado todas de una vez, no nos volvamos atrás. Él tendrá cuidado de santificarnos a medida que nosotras cuidemos de glorificarle.
Consejos para llegar a la Santidad
«Nuestro Señor quisiera veros adelantar a grandes pasos en los caminos de su amor, aunque ellos sean de crucifixión para la naturaleza. No regateéis con Él más tiempo, dadle todo y Él os hará encontrarlo todo en su divino Corazón. Buena señal es cuando la gracia nos persigue y obliga, pero temamos no se canse y nos abandone».
«Tratad de cultivar y aprovechar los buenos sentimientos, que recibís de la soberana bondad; estad atenta; porque el Espíritu Santo sopla donde le agrada. Por esta razón aprovechemos la gracia, porque el Señor al inspirarnos el bien, nos da la fuerza para practicarle, y créeme, siempre sucede esto así con las criaturas. Seguid sus luces sin cansaros hasta que consigáis, que sea el dueño absoluto de vuestro Corazón.
Aprended a dejaros y olvidaros con un abandono pleno en manos de la Providencia y estad en el Corazón de Jesús, como una estatua en las manos de un escultor, la cual deja que la labren, formen, cortando y quitando de ella, cuanto quiere el artista que la perfecciona.
Es preciso abrazar todas las ocasiones de sufrir amorosamente y como joyas preciosas del amor del Sagrado Corazón de Jesús, acordándoos que, para ser Santa, es preciso humillarse, renunciarse a sí misma, y mortificarse; en una palabra, crucificarse en todo y por todo.
Es verdad que todo esto es costoso a la naturaleza, que teme mi propia destrucción en cuanto la hace sufrir. Pero, ¡ay! ¿Se la puede hacer morir, sin sufrir mucho puesto, que todo es lucha y oposición en nosotros? Porque nuestras pasiones, se rebelan sin cesar y si no peleamos varonilmente nos harán caer; no obstante, no debemos turbarnos por esto, ni abatirnos o desanimarnos, sino hacernos violencia; sacando provecho de nuestras propias caídas, para animarnos al combate, a ejemplo de los Santos, que sintieron nuestras mismas debilidades. Es preciso que, cómo ellos, luchemos contra nosotros mismos hasta el fin, y morir con las armas en la mano, porque la corona no se da, sino a los victoriosos.
“Ya sabéis, que en esto no hay medio, es preciso obrar con ánimo; pues que se trata de salvarse o perderse por toda la eternidad. Lo uno y lo otro depende de nosotros; fue preciso pues, escoger entre amar a Dios eternamente en el cielo con los santos, después de habernos hecho violencia, mortificándonos y crucificándonos en la tierra como ellos, o renunciar a esta dicha, concediendo a la naturaleza, lo que ciega e inicuamente desea”.
No os precipitéis, al tratar de formar vuestro interior y exterior, bajo el modelo de la humilde dulzura del Corazón de Jesús; haced vuestras acciones todas con la misma tranquilidad, como si no tuvieseis otra cosa que hacer, y con la misma pureza y amor como si fuese la última de vuestra vida, empleando todos los momentos en aquello que está destinado.
Mucho deseo, que podamos dejarnos y olvidarnos enteramente de nosotros, para no ver, ni tener más que nuestro Uno Necesario que esto sólo quiere de nosotros. Nuestra vida toda debe aspirar a esta unidad por medio de un acto puro y simple; unidad de voluntad a la de nuestro Soberano bien, para no querer, sino lo que Él quiere, unidad de amor, unidad de corazón, de espíritu, de obra, procurando también esta unión, cuando Él obre en nosotros, en cuanto esté de nosotras.
La Beata elige el camino más seguro para llegar a la perfección
Hacía ya algunos años que había abrazado la vida Religiosa, cuando Nuestro Señor se presentó a ella de la manera que explica: Tenía, dice, en una mano el retrato de la vida más dichosa que se puede imaginar, para una Religiosa, toda de paz y consuelo interior y exterior, una salud perfecta y aplaudida de las criaturas. En la otra el retrato de una vida humillada, crucificada, despreciada, contradecida y siempre padeciendo en el cuerpo y en el espíritu; presentándome estos dos retratos me dijo, Escoge hija mía, el que más te agrade; te haré las mismas gracias en la elección del uno, que en la del otro. Postrándome a sus pies y adorándole, le dije: «Señor mío, yo no quiero sino a Vos, haced la elección por mí».
Después de haberme instado, para que eligiese, le repetí: «Vos me bastáis; oh Dios mío, elegid por mí el que más gloria os dé, sin fijaros en mi interés y consuelo. Estad Vos contento, y esto me basta». Entonces me dijo: que, como la Magdalena, había escogido la mejor parte, que no perdería jamás, esto que Él sería mi herencia para siempre y me presentó la vida de crucifixión. He aquí, me dijo, lo que te he escogido y lo que más me agrada; tanto para el cumplimiento de mis designios, cuanto para hacerte más semejante a mí. El otro retrato es una vida de goces, no de méritos; esta es para la eternidad». Acepté este retrato de muerte, besando la mano, que me le presentaba, aunque mi naturaleza se estremeció; le abracé con toda la efusión de mi corazón, y estrechándole contra mi pecho, me pareció que imprimía de tal manera en mí, que creí no ser ya otra cosa, que un compuesto de lo que se me había representado.
Acto de adoración y amor al Sagrado Corazón
Yo adoro con toda la capacidad de mi Corazón vuestra soberanía ¡oh sagrado, divino y adorable Corazón de Jesús! Quiero temeros y respetaros con mi constante cuidado en no ofenderos más; porque sois infinitamente bueno. ¡Oh Corazón Santísimo yo os amo y quiero amaros sobre todas las cosas, y con todas mis fuerzas y potencias, detestando todo pecado, esperando que, puesto que soy toda vuestra, por haberme dado la vida en la cruz, a costa de tantos dolores, tendréis piedad de mi flaqueza y miseria, y no permitiréis que me pierda.
Yo os amo cuanto puedo; pero extended mi capacidad y aumentad mi amor, a fin de que os ame más, y que este amor me haga ser siempre vuestra. Esta es la gracia que os pido para mí y para todos los corazones, capaces de amaros.
PARA FINALIZAR
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Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.
Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.
Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.
Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.
Santa Margarita María de Alacoque, ruega por nosotros.
Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.
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Ave María Purísima, sin pecado concebida.