jueves, 15 de febrero de 2018

LA NACIÓN JUDÍA CONOCIÓ Y CRUCIFICÓ; LAS DEMÁS NACIONES DE LA TIERRA OYERON Y CREYERON. San Agustín

COMENTARIO AL EVANGELIO CATENA AUREA

JUEVES DESPUÉS DE CENIZA
Forma Extraordinaria del Rito Romano

Sermón de San Agustín, 62
Este centurión era de los gentiles: ya en la Judea había soldados del Imperio Romano. Considerándose como indigno apareció como digno, no de que entrase el Verbo entre las paredes de su casa, sino en su corazón. Y no hubiera dicho esto con tanta fe y humildad si no hubiese llevado ya en su corazón a Aquel de quien temía que entrase en su casa, pues no era una gran felicidad que Jesús hubiese entrado en su casa y no en su pecho.
Si yo, que estoy bajo potestad, tengo poder de mandar, ¿cuánto podrás Tú, a quien sirven las potestades?
No dice todos, sino que muchos vendrán de Oriente y de Occidente. Con estas dos partes se designa todo el mundo.
Así como vemos a los cristianos, llamados al convite celestial, donde se encuentra el pan de la santidad y la bebida de la sabiduría, también vemos a los judíos reprobados en la siguiente frase: "Mas los hijos del reino serán arrojados a las tinieblas exteriores". Esto es, los judíos, que recibieron la ley, que celebran en sus figuras los misterios futuros que, una vez presentes, no reconocieron.
Así como el Señor no entró con el cuerpo en la casa del centurión, sino que ausente de cuerpo y presente con la majestad, sanó al mismo muchacho, así en el solo pueblo judío estuvo con el cuerpo, porque en las demás naciones ni nació de la Virgen, ni padeció, ni mostró enfermedad alguna, ni hizo milagros, y sin embargo se cumplió lo que se había dicho: "El pueblo que no me conoció, me sirvió, y al oír hablar de mí, me obedeció" ( Sal 17,46). La nación judía conoció y crucificó; las demás naciones de la tierra oyeron y creyeron.