jueves, 26 de septiembre de 2024

27. MARAVILLAS OBRADAS POR DIOS AL HACERNOS CRISTIANOS. SAN JUAN EUDES

DÉCIMO COLOQUIO

MARAVILLAS OBRADAS POR EL PADRE, EL HIJO Y EL ESPÍRITU SANTO PARA HACERNOS CRISTIANOS

MEDITACIONES SOBRE LA HUMILDAD

Y COLOQUIOS INTERIORES DEL CRISTIANO CON SU DIOS

San Juan Eudes

 

Para comenzar cada día:

+Por la señal de la Santa Cruz, de nuestro enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

Poniéndonos en la presencia de Dios, digamos la siguiente oración:

 

Profesión de Humildad

 

Señor Jesucristo, nada somos,

nada podemos ni valemos,

nada tenemos a no ser nuestros pecados.

Somos siervos inútiles, nacidos en la enemistad,

últimos de los hombres,

primeros de los pecadores.

Sea para nosotros la vergüenza y la confusión,

y para ti, la gloria y el honor por siempre jamás.

Señor Jesucristo, compadécete de nosotros. Amén.

 

DÉCIMO COLOQUIO

MARAVILLAS OBRADAS POR EL PADRE, EL HIJO Y EL ESPÍRITU SANTO PARA HACERNOS CRISTIANOS

 

1

Se necesitaban dos cosas importantes que incluyen muchas otras, para hacemos cristianos. La primera era destruir la alianza desdichada que por el pecado habíamos contraído con el demonio de quien llegamos a ser esclavos, hijos y miembros. La segunda reconciliarnos con Dios, de quien nos hicimos enemigos y establecer con él una alianza nueva, más noble y estrecha que la que teníamos antes del pecado.

Para llenar ambas condiciones era necesario aniquilar nuestros pecados, librarnos del poder de Satán, purificar nuestras almas de las manchas de sus delitos y adornarlas con gracias y dones acordes con la cualidad de hijos de Dios y miembros del Hijo de Dios.

Para este fin he aquí, en primer lugar, lo que ha hecho el Padre eterno. Nos envió y dio a su Hijo único y amadísimo, que es su corazón, su amor, sus delicias, su tesoro, su gloria y su vida. ¿Pero dónde, a quién, y porqué lo hizo?

1.         Lo envió a este mundo, a esta tierra de miseria y maldición: como quien dice a un lugar de tinieblas, de horror, de pecado y de tribulación.

2.         Nos lo dio a nosotros, sus enemigos ingratos y pérfidos; a los judíos, a Herodes, a Judas, a los verdugos que lo ultrajaron, vendieron, crucificaron y que todavía lo ultrajan, venden y crucifican cada día. Y, al dárnoslo, lo entregó a los tormentos de la cruz y de la muerte. De tal manera amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo único.

3.         ¿Por qué lo envió y entregó de esa manera? Para libramos de la tiranía del pecado y del demonio; para lavar nuestras almas con su sangre; para adornarlas con su gracia; para nuestra redención, nuestra justificación y santificación y para hacernos pasar de nuestra condición de esclavos, hijos y miembros de Satanás a la dignidad de amigos e hijos de Dios, de hermanos y miembros de Jesucristo. iOh bondad inefable, exclama san Agustín, ¡oh misericordia incomparable! No éramos dignos de ser los esclavos de Dios y he aquí que nos vemos contados entre sus hijos" (1). ¿Cómo te pagaremos, Padre bondadoso, el don infinito de damos lo más querido y precioso que tienes, ¿a tu Hijo único? Te ofrecemos en acción de gracias a este mismo Hijo, y, en unión con él nos ofrecemos, entregamos, consagramos y sacrificamos a ti irrevocablemente. Tómanos y poséenos perfectamente y para siempre.

 

2

En segundo lugar, para hacernos cristianos el Hijo de Dios salió del seno de su Padre, vino a este mundo, se hizo hombre y permaneció en la tierra treinta y cuatro años. ¡Y durante ese tiempo cuántos misterios y grandezas realizó!

¡Cuántas cosas extrañas padeció! ¡Cuántos oprobios y tormentos sobrellevó! ¡Cuántas lágrimas y sangre derramó!

¡Cuántos ayunos, vigilias, trabajos, fatigas, amarguras, angustias, y suplicios soportó! Y todo ello para hacemos cristianos, hijos de Dios y miembros suyos. Tú, Dios mío, sólo empleaste seis días para crear el mundo y un instante para crear al hombre. Pero para hacer al cristiano empleaste treinta y cuatro años de trabajos y sufrimientos indecibles.

Unas pocas palabras te bastaron para la primera creación, pero para la segunda entregaste tu sangre y tu vida con dolores infinitos. Por eso, si tengo tantas obligaciones contigo por mi creación, mucha más tengo por mi regeneración. Si me debo todo a ti por haberme dado el ser y la vida, ¿cuánto más por haberte entregado tú mismo a mí, en tu encarnación, y por haberte sacrificado por mí en la cruz? Que al menos, Salvador mío, a pesar de minada, te pertenezca totalmente. Que no viva sino para amarte, servirte y honrarte y para hacerte amar y honrar en todas las formas posibles.

 

3

En tercer lugar, también el Espíritu Santo tuvo su parte para hacernos cristianos. Porque formó en las sagradas entrañas de la santa Virgen a nuestro Redentor y nuestra Cabeza; lo animó y condujo en sus pensamientos, palabras, acciones y padecimientos y en el sacrificio de sí mismo en la cruz: Allí, Cristo se ofreció a sí mismo, por el Espíritu Santo, a Dios.

Y después de que nuestro Señor subió al cielo, el Espíritu Santo vino a este mundo para formar y establecer el cuerpo de Jesucristo, que es su Iglesia, y para aplicarle los frutos de la vida, la sangre, la pasión y la muerte de Jesús. Sin ello hubieran sido varias la pasión y la muerte de Jesucristo.

Además, el Espíritu Santo viene a nosotros en nuestro bautismo, para formar en nosotros a Jesucristo

y para incorporarnos a él, para hacemos nacer y vivir en él, para aplicarnos los frutos de su sangre y de su muerte y para animamos, inspiramos, movernos y conducimos en nuestros pensamientos, palabras, acciones y padecimientos, de manera que los tengamos cristianamente y solo para Dios.

Hasta tal punto, que no podemos pronunciar como conviene el santo nombre de Jesús, ni tener un buen pensamiento, sino gracias al Espíritu Santo.

¡Cuántas maravillas han obrado el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo para hacernos cristianos! ¡Qué prodigioso es ser cristiano! Cuánta razón tiene san Juan cuando hablando en nombre de todos los cristianos dice: el mundo no nos conoce. ¡Cuántos motivos tenemos de bendecir y amar al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo por habernos llamado y elevado a la dignidad de cristianos! Por eso nuestra vida debe ser santa, divina y espiritual, ya que todo lo que ha nacido del Espíritu es espíritu.

Me doy a ti, Espíritu Santo: toma posesión de mí y condúceme en todo y haz que viva como hijo de Dios, como miembro de Jesucristo y como quien, por haber nacido de ti, Le pertenece y debe estar animado, poseído y conducido por ti.

 

Jaculatoria: Alaben al Señor por sus misericordias, y por las maravillas que hace con los hombres (1).

 

Para finalizar cada día:

 

LETANÍAS DE LA HUMILDAD

Venerable Cardenal Merry del Val

 

Jesús manso y humilde de corazón, óyeme.

 

Del deseo de ser lisonjeado, líbrame Jesús

Del deseo de ser alabado, líbrame Jesús

Del deseo de ser honrado, líbrame Jesús

Del deseo de ser aplaudido, líbrame Jesús

Del deseo de ser preferido a otros, líbrame Jesús

Del deseo de ser consultado, líbrame Jesús

Del deseo de ser aceptado, líbrame Jesús

 

Del temor de ser humillado, líbrame Jesús

Del temor de ser despreciado, líbrame Jesús

Del temor de ser reprendido, líbrame Jesús

Del temor de ser calumniado, líbrame Jesús

Del temor de ser olvidado, líbrame Jesús

Del temor de ser puesto en ridículo, líbrame Jesús

Del temor de ser injuriado, líbrame Jesús

Del temor de ser juzgado con malicia, líbrame Jesús

 

Que otros sean más estimados que yo. Jesús dame la gracia de desearlo

Que otros crezcan en la opinión del mundo y yo me eclipse. Jesús dame la gracia de desearlo

Que otros sean alabados y de mí no se haga caso. Jesús dame la gracia de desearlo

Que otros sean empleados en cargos y a mí se me juzgue inútil. Jesús dame la gracia de desearlo

Que otros sean preferidos a mí en todo. Jesús dame la gracia de desearlo

Que los demás sean más santos que yo con tal que yo sea todo lo santo que pueda. Jesús dame la gracia de desearlo

 

Oración:

Oh Jesús que, siendo Dios, te humillaste hasta la muerte, y muerte de cruz, para ser ejemplo perenne que confunda nuestro orgullo y amor propio. Concédenos la gracia de aprender y practicar tu ejemplo, para que humillándonos como corresponde a nuestra miseria aquí en la tierra, podamos ser ensalzados hasta gozar eternamente de ti en el cielo. Amén.

 

***

Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.

Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.

Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.

Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.

San Juan Eudes, ruega por nosotros.

Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.

***

¡Querido hermano, si te ha gustado esta meditación, compártela con tus familiares y amigos!

***

Ave María Purísima, sin pecado concebida.