viernes, 27 de septiembre de 2024

28. POR EL BAUTISMO, SOMOS CRISTIANOS. SAN JUAN EUDES

UNDÉCIMO COLOQUIO

POR EL BAUTISMO SOMOS CRISTIANOS.

 

MEDITACIONES SOBRE LA HUMILDAD

Y COLOQUIOS INTERIORES DEL CRISTIANO CON SU DIOS

San Juan Eudes

 

Para comenzar cada día:

+Por la señal de la Santa Cruz, de nuestro enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

Poniéndonos en la presencia de Dios, digamos la siguiente oración:

 

Profesión de Humildad

 

Señor Jesucristo, nada somos,

nada podemos ni valemos,

nada tenemos a no ser nuestros pecados.

Somos siervos inútiles, nacidos en la enemistad,

últimos de los hombres,

primeros de los pecadores.

Sea para nosotros la vergüenza y la confusión,

y para ti, la gloria y el honor por siempre jamás.

Señor Jesucristo, compadécete de nosotros. Amén.

 

UNDÉCIMO COLOQUIO

POR EL BAUTISMO SOMOS CRISTIANOS.

 

1

El Bautismo es una nueva creación. Por eso la santa Escritura llama al cristiano nueva criatura. De esta segunda creación la primera es solo sombra y figura.

En la primera creación Dios nos sacó de la nada. En la segunda nos sacó de una nada mucho más extrema: de la nada del pecado. Porque la primera nada no se opone al poder de Dios: en cambio, la segunda le resiste con su infinita malicia. Cuando Dios nos creó en Jesucristo, como dice san Pablo, cuando nos dio un ser y una vida nuevos en él por el bautismo, nos encontró en la nada del pecado, en estado de enemistad y de oposición a él. Pero Dios venció nuestra malicia con su bondad y su poder infinitos.

En la primera creación Dios nos dio un ser humano, débil y frágil; en la segunda un ser celestial y divino.

En la primera nos hizo a su imagen y semejanza: en la segunda restauró su imagen que el pecado había borrado en nosotros, nos la imprimió de manera mucho más noble y excelente, pues nos hizo partícipes de su divina naturaleza.

En la primera creación Dios colocó al hombre en este mundo visible, creado por él en el comienzo de los siglos: en la segunda colocó al cristiano en un mundo nuevo, que es Dios mismo con todas sus perfecciones. Ese mundo nuevo es el regazo de Dios. Es Jesucristo, Hombre-Dios, con su vida, sus misterios, su cuerpo, que es su Iglesia triunfante, militante y sufriente.

El mundo de la primera criatura es un mundo de tinieblas, pecado y maldición. El mundo entero está en poder del maligno. En cambio, el mundo de la nueva criatura a es un mundo de gracia, de santidad y bendición, con bellezas y delicias infinitas. En efecto, ¡cuántas maravillas y encantos hay en Dios, en su santidad, eternidad, inmensidad, en su gloria y felicidad, en sus tesoros, en la vida temporal de Jesucristo, con sus misterios, acciones, padecimientos y virtudes; en su vida gloriosa e inmortal, ¡en su Iglesia y en la vida de todos sus santos!

En el mundo de Adán, hay cielos, astros, elementos. En el mundo del cristiano el ciclo es Dios y el seno de Dios; el sol es Jesús, la luna es María; los astros y estrellas los santos; La tierra es la humanidad sagrada de Jesús; el agua es la gracia ¡a cristiana: el aire es el Espíritu Santo; el fuego, el amor y la caridad; el pan es el cuerpo de Jesucristo; el vino es su sangre; los vestidos son Jesucristo: porque cuantos habéis sido bautizados en Cristo, os habéis revestido de Cristo.

En el mundo cristiano no hay pobres ni plebeyos. Todos los verdaderos cristianos son infinitamente ricos: Todo es vuestro. Todos son nobles, príncipes y reyes.

Nada me importa ya el mundo de Adán, podrido y pestilente por causa del pecado. Dejémoslo a los hijos de este siglo y coloquemos nuestro corazón en nuestro mundo. Salgamos del mundo de Adán para entrar En nuestro mundo encontramos las riquezas, honores y deleites verdaderos. Los hijos del siglo colocan su placer en las cosas del mundo: en hablar y oír hablar de ellas. Ellos pertenecen al mundo, por eso hablan el lenguaje del mundo. En cambio, nosotros debemos colocar nuestro gozo en ponderar y oír ponderar las maravillas y noticias de nuestro mundo, mucho más deleitosas que las del mundo del pecador.

Finalmente, debemos estar muertos para el mundo de Adán y no vivir sino en nuestro mundo y de la vida de nuestro mundo que es Dios y Jesucristo nuestro Señor. Porque estamos en él como una parte de él mismo, que debe estar animada por su Espíritu para vivir de su vida. Esa muerte y esa vida las expresa san Pablo con estas palabras: Estáis muertos y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Entreguémonos a Dios para entrar en sus sentimientos y roguémosle que imprima en nosotros desprecio y aversión por el mundo de Adán y gran aprecio y amor por el mundo nuestro.

 

2

La Escritura llama al bautismo baño de regeneración y nuevo nacimiento por el agua y el Espíritu Santo. De esa generación y nacimiento es ejemplar y prototipo la generación y el nacimiento eterno del Hijo de Dios en el seno de su Padre y su generación y nacimiento temporal en el seno virginal de María.

Porque, así como en su generación eterna el Padre le comunica su ser y su vida y todas sus perfecciones, también en nuestro bautismo ese mismo Padre nos da por su Hijo y en su Hijo, un ser y una vida santos y divinos.

Y así como en la generación temporal del Hijo de Dios, su Padre le da un ser nuevo y una vida nueva, la cual, aunque santa y divina se halla revestida de mortalidad, de pasibilidad y de las miserias de la vida humana, así la vida nueva que Dios nos da en el bautismo está rodeada de fragilidad y debilidades de la vida humana con la que está unido.

Además, así como el Espíritu Santo fue enviado para formar al Hijo de Dios en las entrañas de la santa Virgen, también se le envía para formarlo y hacerlo vivir, mediante el bautismo, en nuestra alma, para incorporamos y unirnos a él y hacemos nacer y vivir en él: A menos que uno nazca del aguay del Espíritu (1).

Y así como las tres divinas Personas han cooperado conjuntamente con el mismo poder y bondad, en la obra de la encarnación, también esas Personas se hallan presentes en nuestro bautismo para damos el nuevo ser y la nueva vida en Jesucristo.

De esa manera nuestro Bautismo es una inefable generación. Por propia iniciativa nos engendró, y un nacimiento admirable, imagen viva del nacimiento eterno y temporal del Hijo de Dios. Por eso nuestra vida ha de ser imagen perfecta de la suya. Hemos nacido de Dios en Jesucristo por la acción del Humillémonos al vernos tan alejados de esa vida. Entreguémonos a Dios con el ferviente deseo de empezar a vivirla. Roguémosle que destruya en nosotros la vida del mundo y del pecado y establezca la suya, para no ser de aquellos a quienes san Pablo llama ajenos a la vida de Dios.

 

3

El bautismo es una muerte y una resurrección. Es una muerte porque si uno murió por todos, luego todos han muertos. Es decir, todos los que, por el bautismo están incorporados a él como sus miembros. Porque si tenemos una Cabeza crucificada y muerta, también debemos estar sus miembros crucificados y muertos para el mundo, el pecado y nosotros mismos.

El bautismo es una resurrección: salimos de la muerte del pecado a la vida de la gracia.

Es una muerte y una resurrección cuyo ejemplar es la muerte y resurrección de Jesucristo.

Su muerte: porque dice san Pablo: Hemos sido bautizados en su muerte; hemos sido sepultados en la muerte con Jesucristo por el bautismo. Su resurrección: porque como Jesucristo fue resucitado de la muerte, así nosotros empezáramos una vida nueva.

Por consiguiente, por el bautismo estamos obligados a morir a todo para vivir con Jesucristo de una vida celestial, como quienes ya no pertenecen a la tierra sino al cielo y que tienen allí su espíritu y su corazón, como decían los primeros cristianos por boca de san Pablo: Nosotros somos ciudadanos del cielo, y también: Si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, no las de la tierra.

Finalmente, por el bautismo debernos hacer verídicas aquellas palabras: Estáis muertos y vuestra vida escondida con Cristo en Dios. Muertos a lo que no es Dios para vivir únicamente en Dios y con Jesucristo. Como muertos que han vuelto a la vida. Deben llevar en la tierra la vida del cielo, es decir una vida santa que sea ejercicio constante de amor, de adoración y alabanza a Dios y de caridad con el prójimo.

Esa debe ser la vida de todo bautizado. Los que, en cambio, viven de la vida del mundo, de la vida de los paganos y de los demonios, renuncian a su bautismo y se hacen más réprobos que ellos.

Qué temible es el pecado: destruye en nosotros una vida tan noble y preciosa, la vida de Dios y de Jesucristo en nuestras almas y la cambia por una vida pecadora y diabólica.

Detestemos, pues, nuestros pecados, renunciemos de corazón a la vida del mundo y del hombre viejo. Entreguémonos a Jesús y roguémosle que la destruya en nosotros y establezca la suya.

 

 

Para finalizar cada día:

 

LETANÍAS DE LA HUMILDAD

Venerable Cardenal Merry del Val

 

Jesús manso y humilde de corazón, óyeme.

 

Del deseo de ser lisonjeado, líbrame Jesús

Del deseo de ser alabado, líbrame Jesús

Del deseo de ser honrado, líbrame Jesús

Del deseo de ser aplaudido, líbrame Jesús

Del deseo de ser preferido a otros, líbrame Jesús

Del deseo de ser consultado, líbrame Jesús

Del deseo de ser aceptado, líbrame Jesús

 

Del temor de ser humillado, líbrame Jesús

Del temor de ser despreciado, líbrame Jesús

Del temor de ser reprendido, líbrame Jesús

Del temor de ser calumniado, líbrame Jesús

Del temor de ser olvidado, líbrame Jesús

Del temor de ser puesto en ridículo, líbrame Jesús

Del temor de ser injuriado, líbrame Jesús

Del temor de ser juzgado con malicia, líbrame Jesús

 

Que otros sean más estimados que yo. Jesús dame la gracia de desearlo

Que otros crezcan en la opinión del mundo y yo me eclipse. Jesús dame la gracia de desearlo

Que otros sean alabados y de mí no se haga caso. Jesús dame la gracia de desearlo

Que otros sean empleados en cargos y a mí se me juzgue inútil. Jesús dame la gracia de desearlo

Que otros sean preferidos a mí en todo. Jesús dame la gracia de desearlo

Que los demás sean más santos que yo con tal que yo sea todo lo santo que pueda. Jesús dame la gracia de desearlo

 

Oración:

Oh Jesús que, siendo Dios, te humillaste hasta la muerte, y muerte de cruz, para ser ejemplo perenne que confunda nuestro orgullo y amor propio. Concédenos la gracia de aprender y practicar tu ejemplo, para que humillándonos como corresponde a nuestra miseria aquí en la tierra, podamos ser ensalzados hasta gozar eternamente de ti en el cielo. Amén.

 

***

Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.

Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.

Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.

Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.

San Juan Eudes, ruega por nosotros.

Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.

***

¡Querido hermano, si te ha gustado esta meditación, compártela con tus familiares y amigos!

***

Ave María Purísima, sin pecado concebida.