miércoles, 25 de septiembre de 2024

26. NUESTROS DEBERES PARA CON DIOS COMO CRISTIANOS. SAN JUAN EUDES

NOVENO COLOQUIO

NUESTROS DEBERES PARA CON DIOS COMO CRISTIANOS

 

MEDITACIONES SOBRE LA HUMILDAD

Y COLOQUIOS INTERIORES DEL CRISTIANO CON SU DIOS

San Juan Eudes

 

Para comenzar cada día:

+Por la señal de la Santa Cruz, de nuestro enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

Poniéndonos en la presencia de Dios, digamos la siguiente oración:

 

Profesión de Humildad

 

Señor Jesucristo, nada somos,

nada podemos ni valemos,

nada tenemos a no ser nuestros pecados.

Somos siervos inútiles, nacidos en la enemistad,

últimos de los hombres,

primeros de los pecadores.

Sea para nosotros la vergüenza y la confusión,

y para ti, la gloria y el honor por siempre jamás.

Señor Jesucristo, compadécete de nosotros. Amén.

 

NOVENO COLOQUIO

NUESTROS DEBERES PARA CON DIOS COMO CRISTIANOS

 

1

Dios, por habernos creado, es nuestro principio, nuestro rey y Soberano: y nosotros sus criaturas, su obra, sus súbditos y servidores. Pero, además, por nuestra regeneración y el nuevo nacimiento del bautismo que nos da un nuevo ser y una vida nueva y divina, Dios es nuestro Padre a quien podemos y debemos decirle: Padre nuestro que estás en los cielos. Por eso:

1.         Si por el nuevo nacimiento hemos salido del seno de Dios, nuestro Padre, también allí permaneceremos siempre, en su regazo. De otra manera perderíamos el ser y la vida nuevas que recibimos en el bautismo. Por eso nos dice: Escuchadme, vosotros, a quienes cargo en mi vientre, a quienes llevo en mis entrañas.

2.         Somos hermanos de Jesucristo, de su sangre, de su raza real y divina, y formamos parte de su genealogía. De ahí que el cristiano, el hombre nuevo y nueva criatura, que ha nacido únicamente de Dios, no conoce genealogía distinta a la de Jesucristo, ni otro Padre que a Dios. No os llamaréis padres unos a otros en la tierra. Ya no conocemos a nadie según la carne, dice san Pablo. Y el Señor nos dice: Lo que ha nacido del Espíritu es espíritu.

3.         Somos coherederos del Hijo de Dios y herederos de Dios.

¡Oh maravillas, oh dignidad, nobleza y grandeza del cristiano! Mirad qué magnífico regalo nos ha hecho el Padre, que nos llamemos hijos de Dios, y además lo somos. ¡Qué gracia tan grande nos hace Dios cuando nos hace cristianos y cuán agradecidos debemos vivir con su bondad!

Bien desdichado es quien desconoce a Dios como Padre y prefiere ser hijo del diablo. Y eso hacen los que pecan mortalmente. De ellos dice nuestro Señor Vosotros tenéis por padre al diablo y queréis realizar los deseos de vuestro padre . Humillémonos a la vista de nuestros pecados.

Renunciemos a Satanás. Entreguémonos a Dios, con el deseo ferviente de vivir en adelante como verdaderos hijos suyos, de no desmentir la nobleza de nuestro linaje, de no deshonrar a nuestro Padre. Porque así como un hijo cuerdo es su ignominia.

 

2

El cristiano es un miembro de Jesucristo. ¿Se os ha olvidado que sois miembros de Cristo? Por lo cual tenemos con Jesucristo una alianza y unión más noble, estrecha y perfecta que la que tienen con su cabeza los miembros de un cuerpo humano y natural. De lo cual se deduce:

1. Que pertenecemos a Jesucristo como los miembros a su cabeza;

2.         que, por lo mismo, estamos bajo su dependencia y dirección;

3.         que somos una sola cosa con él,

Por eso no es extraño que nos asegure que su Padre nos ama corno a él mismo: Los has amado a ellos como me amaste a mí y que escribirá sobre nosotros su nombre nuevo; que tendremos con él

1.    la misma morada, que es el regazo de su Padre: Donde yo esté allí estará también mi servidor (4); y

2.    que nos hará sentar con él en su trono (5). Su amor y su bondad son tan excesivos que no se contenta

3.    con llamarnos sus amigos, hermanos e hijos: quiere que seamos sus miembros.

 

Amémoslo, bendigámoslo y comprendamos que esta cualidad nos obliga a vivir de la vida de nuestra cabeza, a continuar en la tierra su vida y sus virtudes. Pero, ¡qué alejados estamos de esa santa vida! ¡Qué culpa horrible es cometer un pecado mortal! Porque descuartiza a Jesucristo, le arranca uno de sus miembros para convertirlo en miembro de Satanás.

Detestemos nuestros crímenes. Entreguémonos como sus miembros y hagamos el propósito de vivir de su vida. Porque sería monstruoso que un miembro viviera una vida distinta de la de su cabeza. Por eso san Gregorio de Nisa afirma que el cristianismo es hacer profesión de vivir de la vida de Jesucristo.

 

3

El cristiano es templo del Espíritu Santo, al decir de san Pablo: Sabéis muy bien que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo (1). Porque si somos hijos de Dios y una sola cosa con el Hijo de Dios, como los miembros con su cabeza, su mismo Espíritu debe animamos. Por eso san Pablo nos dice: La prueba de que sois hijos es que Dios envió a vuestro interior el Espíritu de su Hijo y que si alguno no tiene el Espíritu de Cristo ese no es cristiano. De manera que el Santo Espíritu nos ha sido dado para que sea el espíritu de nuestro espíritu, el corazón de nuestro corazón, el alma de nuestra alma, para que esté siempre con nosotros y dentro de nosotros, no sólo como en su templo sino como en una parte de su cuerpo, vale a decir en una parte del cuerpo de Jesucristo, que es el suyo y que debe estar animado por el pues los miembros y cada parte del cuerpo deben estar animados por el mismo espíritu que anima a su cabeza.

¿Quién, pues, podrá concebir y expresar la excelencia de la religión cristiana, la dignidad de un cristiano, hijo de Dios, miembro de Jesucristo, animado por su Espíritu? ¿Cuál sea nuestra obligación para con Dios? ¿Cuál la santidad de nuestra vida? ¿Cuán culpable quien peca mortalmente? Porque el pecador destierra al Espíritu Santo de su templo para alojar al espíritu del mal; crucifica y da muerte en sí mismo a Jesucristo apagando en él su Espíritu, por el cual vivía, para entronizar y hacer vivir allí a su enemigo Satanás.

Consideremos cuidadosamente estas verdades. Grabémoslas profundamente en nuestros corazones para incitamos a bendecir y amar a Dios, a detestar nuestras ingratitudes y pecados pasados y a llevar en adelante una vida digna de la perfección de nuestro Padre, de la santidad de nuestra Cabeza y de la pureza del Espíritu.

 

Jaculatoria: Padre nuestro que estás en los cielos, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

 

Para finalizar cada día:

 

LETANÍAS DE LA HUMILDAD

Venerable Cardenal Merry del Val

 

Jesús manso y humilde de corazón, óyeme.

 

Del deseo de ser lisonjeado, líbrame Jesús

Del deseo de ser alabado, líbrame Jesús

Del deseo de ser honrado, líbrame Jesús

Del deseo de ser aplaudido, líbrame Jesús

Del deseo de ser preferido a otros, líbrame Jesús

Del deseo de ser consultado, líbrame Jesús

Del deseo de ser aceptado, líbrame Jesús

 

Del temor de ser humillado, líbrame Jesús

Del temor de ser despreciado, líbrame Jesús

Del temor de ser reprendido, líbrame Jesús

Del temor de ser calumniado, líbrame Jesús

Del temor de ser olvidado, líbrame Jesús

Del temor de ser puesto en ridículo, líbrame Jesús

Del temor de ser injuriado, líbrame Jesús

Del temor de ser juzgado con malicia, líbrame Jesús

 

Que otros sean más estimados que yo. Jesús dame la gracia de desearlo

Que otros crezcan en la opinión del mundo y yo me eclipse. Jesús dame la gracia de desearlo

Que otros sean alabados y de mí no se haga caso. Jesús dame la gracia de desearlo

Que otros sean empleados en cargos y a mí se me juzgue inútil. Jesús dame la gracia de desearlo

Que otros sean preferidos a mí en todo. Jesús dame la gracia de desearlo

Que los demás sean más santos que yo con tal que yo sea todo lo santo que pueda. Jesús dame la gracia de desearlo

 

Oración:

Oh Jesús que, siendo Dios, te humillaste hasta la muerte, y muerte de cruz, para ser ejemplo perenne que confunda nuestro orgullo y amor propio. Concédenos la gracia de aprender y practicar tu ejemplo, para que humillándonos como corresponde a nuestra miseria aquí en la tierra, podamos ser ensalzados hasta gozar eternamente de ti en el cielo. Amén.

 

***

Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.

Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.

Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.

Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.

San Juan Eudes, ruega por nosotros.

Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.

***

¡Querido hermano, si te ha gustado esta meditación, compártela con tus familiares y amigos!

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Ave María Purísima, sin pecado concebida.