miércoles, 7 de diciembre de 2022

DÍA 8. DIOS, RICO EN MISERICORDIA, NOS DIO VIDA. San Alfonso María

8 de diciembre

DIOS, RICO EN MISERICORDIA, NOS DIO VIDA

 

ORACIONES PARA COMENZAR TODOS LOS DÍAS:

 

+Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

Dispongámonos a hacer este momento de oración, elevando a Dios nuestro pensamiento y nuestro corazón; y digamos: 

                        

Oración para todos los días

Benignísimo Dios de infinita caridad, que nos has amado tanto y que nos diste en tu Hijo la mejor prenda de tu amor, para que hecho hombre en las entrañas de una virgen naciese en un pesebre para nuestra salud y remedio. Yo en nombre de todos los mortales te doy infinitas gracias por tan soberano beneficio.

En retorno de él te ofrezco la pobreza, humildad y demás virtudes de tu hijo humanado, y te suplico por sus divinos méritos, por las incomodidades en que nació y por las tiernas lágrimas que derramó en el pesebre, que dispongas nuestros corazones con humildad profunda, con amor encendido y con tal desprecio de todo lo terreno, que Jesús recién nacido, tenga en ellos su cuna y more eternamente. Amén. 

Se reza tres veces Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo

 

Gloria al Padre

y al Hijo

y al Espíritu Santo.

Como era en el principio,

ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

8 de diciembre

 

DIOS, QUE ES RICO EN MISERICORDIA, POR SU EXTREMADA CARIDAD CON QUE NOS AMÓ, AUN CUANDO ESTÁBAMOS MUERTOS POR LOS PECADOS, NOS DIO VIDA JUNTAMENTE CON CRISTO. Ef 2, 4-5

 

Considera que la muerte del alma es el pecado; pues que este enemigo de Dios nos priva de la Divina Gracia, que es la vida del alma.

Nosotros, miserables pecadores, por nuestras culpas estábamos ya todos muertos y condenados al infierno. Dios, por el inmenso amor que tenía a nuestras almas, quiso volvernos la vida, y ¿Qué hizo? Envió a la tierra a su Unigénito, para que muriese, a fin de que Él mismo nos recobrase la vida con su muerte.

Con razón, pues, el Apóstol llama a esta obra de amor, extremada caridad. Sí, porque el hombre no pudiera jamás esperar recibir de un modo tan amoroso la vida, si Dios no hubiese hallado esta manera de redimirle para siempre, eterna redemptione inventa (Hb. 9, 12). Estaban todos los hombres muertos y no había redención para ellos, pero el Hijo de Dios, por las entrañas de su misericordia, viniendo del cielo, oriens ex alto, nos ha dado la vida y por esto, justamente, llama el Apóstol a Jesucristo nuestra vida. He aquí a nuestro Redentor que, vestido ya de carne y hecho niño nos dice: He venido para que tengan vida y la tengan en abundancia (Jn 10, 10). Á este fin vino a tomar sobre sí la muerte, para darnos la vida. Razón es, pues, que nosotros vivamos solamente para aquel Dios que se ha dignado morir por nosotros: razón es que Jesucristo sea el único Señor de nuestro corazón, ya que ha derramado su sangre y dado la vida para ganárselo; porque, como dice san Pablo: Por esto murió Cristo y resucitó, para ser Señor de muertos y de vivos. (Rm 14, 12) ¡Oh, Dios!, ¿quién será aquel ingrato e infeliz, que creyendo por la fe haber muerto un Dios para cautivarse su amor, rehuse después amarle; y renunciando a su amistad, quiera hacerse voluntariamente esclavo del infierno?

 

AFECTOS Y SÚPLICAS

¡Oh, Jesús mío! Si Vos no hubieseis aceptado y sufrido la muerte por mí, yo habría quedado muerto en mi pecado, sin esperanza de salvarme y de poder ya más amaros.

Pero, después que con vuestra muerte me habéis alcanzado la vida, yo, de nuevo, la he perdido voluntariamente tantas veces, volviendo a pecar. Vos habéis muerto por ganar mi corazón y yo rebelándome contra Vos lo he hecho esclavo del demonio. Os he perdido respeto, y he dicho no quereros por mi Señor. Todo es verdad; más lo es también que Vos no queréis la muerte del pecador. Sí que se convierta y viva y por esto habéis muerto por darnos la vida. Yo me arrepiento de haberos ofendido.

Redentor mío amado, perdonadme vos, por los méritos de vuestra pasión. Dadme vuestra gracia; dadme aquella vida que me habéis adquirido con vuestra muerte y de hoy en adelante dominad plenamente en mi corazón.

No, no quiero que el demonio sea más mi dueño; él no es mi Dios, no me ama nada, tampoco ha padecido por mí. Por lo pasado, no ha sido verdadero señor de mi alma, sino ladrón; Vos sólo, Jesús mío, sois mi verdadero dueño, que me habéis criado y redimido con vuestra sangre. Vos sólo me habéis amado y amado tanto. Razón es, pues, que sea solamente vuestro en el tiempo que me resta de vida.

Decid qué es lo que queréis de mí, que todo quiero hacerlo. Castigadme como os plazca. Yo todo lo acepto. Ahorradme sólo el castigo de vivir sin vuestro amor. Haced que os ame y después disponed como queráis de mí.

María Santísima, refugio y consuelo mío, recomendadme a vuestro Hijo. Su muerte y vuestra intercesión son toda mi esperanza.

 

PARA FINALIZAR TODOS LOS DÍAS

 

Concluyamos nuestra oración implorando la intercesión de la santísima Virgen María y del Glorioso Patriarca san José:

 

Oración a la Santísima Virgen

Soberana María que por tus grandes virtudes y especialmente por tu humildad, mereciste que todo un Dios te escogiera para madre suya. Te suplico que tú misma prepares y dispongas mi alma para celebrar el nacimiento de tu adorable Hijo.

¡Oh dulcísima Madre!, concédenos recibir a tu Hijo con tu pureza, humildad y devoción, tu profundo recogimiento y divina ternura para que seamos un día dignos de verle, amarle y adorarle por toda la eternidad. Amén.

 

Oración a San José

Oh Santísimo San José, esposo de María y padre putativo de Jesús, infinitas gracias doy a Dios porque te escogió para tan altos ministerios y te adornó con todos los dones proporcionados a tan excelente grandeza. Por el amor que le tuviste al Divino Niño, te ruego la gracia de abrasarme en fervorosos deseos de verle y recibirle sacramentalmente hasta que lo vea y goce en el cielo. Amén. 

 

***

Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.

Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.

Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.

Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.

Santos Patriarcas, Profetas y justos que aguardasteis la llegada del Mesías, rogad por nosotros.

Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.

***

¡Querido hermano, si te ha gustado esta meditación, compártelo con tus familiares y amigos.

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Ave María Purísima, sin pecado concebida.