jueves, 1 de diciembre de 2022

Día 2. Y EL VERBO SE HIZO CARNE. San Alfonso María

2 de diciembre

Y EL VERBO FUE HECHO CARNE

San Alfonso María de Ligorio

 

 

ORACIONES PARA COMENZAR TODOS LOS DÍAS:

 

+Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

Dispongámonos a hacer este momento de oración, elevando a Dios nuestro pensamiento y nuestro corazón; y digamos: 

                        

Oración para todos los días

Benignísimo Dios de infinita caridad, que nos has amado tanto y que nos diste en tu Hijo la mejor prenda de tu amor, para que hecho hombre en las entrañas de una virgen naciese en un pesebre para nuestra salud y remedio. Yo en nombre de todos los mortales te doy infinitas gracias por tan soberano beneficio.

En retorno de él te ofrezco la pobreza, humildad y demás virtudes de tu hijo humanado, y te suplico por sus divinos méritos, por las incomodidades en que nació y por las tiernas lágrimas que derramó en el pesebre, que dispongas nuestros corazones con humildad profunda, con amor encendido y con tal desprecio de todo lo terreno, que Jesús recién nacido, tenga en ellos su cuna y more eternamente. Amén. 

Se reza tres veces Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo

 

Gloria al Padre

y al Hijo

y al Espíritu Santo.

Como era en el principio,

ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

 

 

29 de noviembre

Y EL VERBO FUE HECHO CARNE

 

El Señor envió a San Agustín para que escribiera sobre el corazón de santa María Magdalena de Pazzis las palabras Verbum caro factum est. Por lo que nos interesa, pidamos también nosotros al Señor que nos ilumine el entendimiento y nos haga conocer qué exceso y prodigio de amor ha sido el que el Verbo eterno, el Hijo de Dios, se haya hecho también hombre por amor nuestro.

La santa Iglesia se llena de admiración contemplando este misterio, según aquellas palabras; Consideré tus obras y me pasmé.

Si Dios hubiese criado mil mundos mil veces más grandes y bellos que el presente, es cierto que esta obra sería infinitamente menor que la Encarnación del Verbo. Fecit potentiam in brachio suo. Para ejecutar la obra de la Encarnación se ha necesitado toda la omnipotencia y sabiduría infinita de un Dios, haciendo que la naturaleza humana se uniese a una persona divina y que una persona divina se humillase a tomar la naturaleza humana; de manera que Dios se hizo hombre y el hombre se hizo Dios; y habiéndose unidos la divinidad del Verbo al alma y al cuerpo de Jesucristo, se hicieren divinas todas las acciones de este hombre-Dios: divinas sus oraciones, divinos los padecimientos, divinos los vagidos, divinas las lágrimas, divinos los pasos, divinos los miembros, divina aquella sangre, para hacer de ella un baño de salud destinado a lavar todos nuestros pecados y un sacrificio de infinito valor, para aplacar la justicia del Padre justamente indignado con los hombres.

Y, ¿quiénes son al fin estos hombres? Miserables criaturas, ingratas y rebeldes.

Y ¡por ellas hacerse un Dios hombre! ¡Sujetarse a las mismas miserias humanas! ¡Padecer y morir por salvar a estos seres indignos! Se humilló a sí mismo, dice san Pablo, hecho obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. (Flp 2, 8).

¡Oh fe santa! Si tú no nos asegurases de esto, ¿quién podría creer jamás que un Dios de infinita majestad se haya abajado hasta hacerse pasible y mortal como nosotros, para salvarnos a costa de tantas penas e ignominias y de una muerte cruel y vergonzosa? ¡Oh, gracia! ¡Oh, fuerza de amor! Exclama san Bernardo. ¡Oh, gracia! que ni aun podrían imaginársela los hombres si Dios mismo no hubiera pensado hacérsela! ¡Oh, amor divino que no podrá jamás comprenderse! ¡Oh, misericordia! ¡Oh, caridad infinita, digna solamente de una bondad infinita!

 

AFECTOS Y SÚPLICAS.

¡Oh, alma! ¡Oh, cuerpo! ¡Oh, sangre de mi Jesús! Yo os adoro y os doy gracias. Sois mi esperanza. Vosotros sois el precio pagado para rescatarme del infierno. Qué vida tan infeliz y desesperada aguardar debería en la eternidad, si Vos, Redentor mío, no hubieseis pensado en salvarme con vuestra muerte. Mas ¿cómo las almas redimidas por Vos con tanto amor, sabiendo esto, pueden vivir sin amaros y despreciar vuestra gracia, que con tantos trabajos les habéis procurado? ¿Por ventura ignoraba yo todo esto? ¿Cómo, pues, he podido ofenderos y ofenderos tantas veces? Pero, repito, vuestra sangre es mi esperanza.

Conozco, Salvador mío, el grande agravio que os he hecho. ¡Oh, hubiese yo muerto mil veces antes! ¡Oh, si os hubiese siempre amado! Mas os doy gracias porque me dais tiempo de verificarlo aún. Espero, en lo que me resta de esta vida y después en la eternidad, alabar por siempre la misericordia que conmigo habéis usado. Después de mis pecados, yo merecía más tinieblas y me habéis dado más luz. Merecía que mi corazón quedase más endurecido y Vos lo habéis enternecido y compungido. Así es que, por vuestra gracia, siento ahora un gran dolor de las ofensas que os he hecho; siento en mí un gran deseo de amaros; siento en mí una firme resolución de perderlo todo antes que vuestra amistad; siento un amor hacia Vos que me hace aborrecer todo lo que os desagrade y, este dolor, este deseo, esta resolución y este amor, ¿quién me lo da? Me lo dais Vos por vuestra misericordia. Luego es, Jesús mío, señal de que ya me habéis perdonado; es señal de que ahora me amáis y queréis salvarme a todo trance. Sí, Vos queréis salvarme, principalmente por daros gusto. Vos me amáis y también yo os amo; pero os amo poco. Dadme más amor: Vos merecéis más amor de mi, a quién habéis dispensado gracias más especiales que a los demás. Ea, pues aumentad la llama.

María santísima, alcanzadme que el amor de Jesús consuma y destruya en mí todos los deseos que no son para Dios. Vos que oís a todos, oídme también y alcanzadme, amor y perseverancia.

 

 

PARA FINALIZAR TODOS LOS DÍAS

 

Concluyamos nuestra oración implorando la intercesión de la santísima Virgen María y del Glorioso Patriarca san José:

 

Oración a la Santísima Virgen

Soberana María que por tus grandes virtudes y especialmente por tu humildad, mereciste que todo un Dios te escogiera para madre suya. Te suplico que tú misma prepares y dispongas mi alma para celebrar el nacimiento de tu adorable Hijo.

¡Oh dulcísima Madre!, concédenos recibir a tu Hijo con tu pureza, humildad y devoción, tu profundo recogimiento y divina ternura para que seamos un día dignos de verle, amarle y adorarle por toda la eternidad. Amén.

 

Oración a San José

Oh Santísimo San José, esposo de María y padre putativo de Jesús, infinitas gracias doy a Dios porque te escogió para tan altos ministerios y te adornó con todos los dones proporcionados a tan excelente grandeza. Por el amor que le tuviste al Divino Niño, te ruego la gracia de abrasarme en fervorosos deseos de verle y recibirle sacramentalmente hasta que lo vea y goce en el cielo. Amén. 

 

***

Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.

Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.

Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.

Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.

Santos Patriarcas, Profetas y justos que aguardasteis la llegada del Mesías, rogad por nosotros.

Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.

***

¡Querido hermano, si te ha gustado esta meditación, compártelo con tus familiares y amigos.

***

Ave María Purísima, sin pecado concebida.