lunes, 26 de diciembre de 2022

27 de diciembre. DE JESÚS EN FAJAS. NAVIDAD CON SAN ALFONSO MARÍA

27 de diciembre

DE JESÚS EN FAJAS.

NAVIDAD CON SAN ALFONSO MARÍA DE LIGORIO

 

ORACIONES PARA COMENZAR TODOS LOS DÍAS:

+Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

Dispongámonos a hacer este momento de oración, elevando a Dios nuestro pensamiento y nuestro corazón; y digamos: 

                        

Oración para todos los días

Benignísimo Dios de infinita caridad, que nos has amado tanto y que nos diste en tu Hijo la mejor prenda de tu amor, para que hecho hombre en las entrañas de una virgen naciese en un pesebre para nuestra salud y remedio. Yo en nombre de todos los mortales te doy infinitas gracias por tan soberano beneficio.

En retorno de él te ofrezco la pobreza, humildad y demás virtudes de tu hijo humanado, y te suplico por sus divinos méritos, por las incomodidades en que nació y por las tiernas lágrimas que derramó en el pesebre, que dispongas nuestros corazones con humildad profunda, con amor encendido y con tal desprecio de todo lo terreno, que Jesús recién nacido, tenga en ellos su cuna y more eternamente. Amén. 

Se reza tres veces Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo

 

Gloria al Padre

y al Hijo

y al Espíritu Santo.

Como era en el principio,

ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

 

***

27 de diciembre

DE JESÚS EN FAJAS.

 

Figuraos de ver a María, que, habiendo ya dado a Luz al Hijo, lo toma con reverencia entre sus brazos, y primeramente le adora como a su Dios; después le aprieta entre fajas: Le envolvió en pañales, dice Lucas; y esto mismo canta la Iglesia cuando dice: Ata la Virgen Madre los miembros envueltos en pañales.

He aquí, Jesús Niño, que, obediente, ofrece sus manecitas, ofrece los pies y se deja fajar. Pondera cómo, cada vez que el santo Infante permitía fajarse, pensaba en las cuerdas con que debía, un día, ser preso en el huerto y las que debían atarle a la columna y en los clavos que habían de fijarle en la cruz.

Pensando de esta manera, se ofrecía con la mayor voluntad a ser fajado, a fin de soltar nuestras almas de las cadenas del infierno. Constreñido Jesús por aquellas fajas, dirigido a nosotros nos invita a estrecharnos con Él en los dulces lazos de amor y vuelto al eterno Padre, le dice: Padre mío, los hombres han abusado de su libertad y, rebelándose contra Vos, se han hecho esclavos del pecado. Yo, para pagar su desobediencia, quiero ser sujetado y estrechado por estas fajas. Desde estas ligaduras, os ofrezco mi libertad a fin de que sea libertado el hombre de la esclavitud del demonio. Acepto estas fajas. Ellas me son amadas, porque son semejanza de los cordeles con los que, desde ahora, me ofrezco a ser un día atado y conducido a la muerte por la salvación de los hombres.

Sí, las ligaduras de Jesús fueron las fajas saludables para curar las llagas de nuestra alma: Como vestidura de gloria te las vestirás, te las ceñirás cual corona de júbilo Vincula illius, alligatura salutaris (Ecclo 6, 31).

Pues qué, ¡oh, mi Jesús! ¿Vos habéis querido ser estrechado entre las fajas por mi amor? ¡Oh, caridad! ¡Tú solo has podido hacer prisionero a mi Dios! Y yo, Señor, ¿rehusaré dejarme ligar de vuestro santo amor? ¿Tendré en lo sucesivo valor de desatarme de vuestras amables y dulces cadenas? ¿Para qué? ¿Para hacerme esclavo del infierno? Señor, Vos estáis fajado en ese pesebre por mi amor. Yo quiero estar para siempre ligado a Vos.

Decía Santa María Magdalena de Pazzis, que la faja que nosotros debemos tomar es una firme resolución de estrecharnos con Dios por medio del amor, desasiéndonos al mismo tiempo del afecto a todo aquello que no es Dios.

A este fin, todavía, parece que, nuestro amante Jesús, había querido dejarse, por decirlo así, ser atado y prisionero en el Santísimo Sacramento del altar bajo las especies en que se oculta, a fin de ver sus amadas almas hechas prisioneras de su Amor.

 

AFECTOS Y SÚPLICAS

Y ¿qué temor puedo yo jamás tener de vuestros castigos, ¡oh, amado Niño! ¿cuándo os veo sujeto entre las fajas privándoos, por decirlo así, de poder levantar la mano para castigarme?

Vos, en tal estado, me dais a entender que no queréis afligirme, si yo quiero soltarme de las cadenas de mis vicios y unirme con Vos. Sí, Jesús mío, quiero desatarme. Yo me arrepiento con toda el alma de haberme separado de Vos, sirviéndome malamente de aquella libertar que me habéis dado.

Vos me ofrecisteis otra libertad más bella. Libertad que, suelta de las cadenas del demonio, me coloca entre los hijos de Dios. Vos os habéis hecho aprisionar de estas fajas por amor mío. Yo quiero ser también prisionero de vuestro grande amor.

¡Oh, dichosas cadenas! ¡oh, hermosas insignias de salvación, que atáis las almas con Dios! Ea, pues, estrechadme tanto que no pueda, en lo sucesivo, separarse más del amor de este sumo bien, Jesús mío. Yo os amo. A Vos me uno. A Vos doy todo mi corazón, toda mi voluntad.

No, que no quiero dejaros ya, amado Señor mío. ¡Oh, mi Salvador! Que por pagar mis deudas quisisteis, no sólo ser apretado entre las fajas de María, sino que permitisteis ser atado por los verdugos, cual reo, y, así, atado andar por las calles de Jerusalén, para ser llevado a la muerte cual corderillo inocente, que va al matadero.

Vos, que quisisteis ser enclavado en la cruz y no la dejasteis sino después de haber dejado en ella la vida. ¡Oh! No permitáis que yo haya de verme otra vez privado de vuestra gracia y de vuestro amor.

¡Oh, María que sujetasteis un día entre las fajas a este Hijo inocente!, ¡sujetadme a mí también, pecador! Atadme a Jesús, a fin de que no me aparte jamás de sus pies. A Él viva siempre unido y unido muera, para que tenga, después, la dicha de entrar en aquella patria bienaventurada, donde nunca podré, ni tendré temor de separarme de su santo amor.

 

PARA FINALIZAR TODOS LOS DÍAS

 

Concluyamos nuestra oración implorando la intercesión de la santísima Virgen María y del Glorioso Patriarca san José:

 

Oración a la Santísima Virgen

Soberana María que por tus grandes virtudes y especialmente por tu humildad, mereciste que todo un Dios te escogiera para madre suya. Te suplico que tú misma prepares y dispongas mi alma para celebrar el nacimiento de tu adorable Hijo.

¡Oh dulcísima Madre!, concédenos recibir a tu Hijo con tu pureza, humildad y devoción, tu profundo recogimiento y divina ternura para que seamos un día dignos de verle, amarle y adorarle por toda la eternidad. Amén.

 

Oración a San José

Oh Santísimo San José, esposo de María y padre putativo de Jesús, infinitas gracias doy a Dios porque te escogió para tan altos ministerios y te adornó con todos los dones proporcionados a tan excelente grandeza. Por el amor que le tuviste al Divino Niño, te ruego la gracia de abrasarme en fervorosos deseos de verle y recibirle sacramentalmente hasta que lo vea y goce en el cielo. Amén. 

 

***

Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.

Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.

Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.

Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.

Santos Patriarcas, Profetas y justos que aguardasteis la llegada del Mesías, rogad por nosotros.

Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.

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¡Querido hermano, si te ha gustado esta meditación, compártelo con tus familiares y amigos.

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Ave María Purísima, sin pecado concebida.