viernes, 30 de diciembre de 2022

31 de diciembre. DE JESÚS QUE LLORA. NAVIDAD CON SAN ALFONSO MARÍA

31 de diciembre

DE JESÚS QUE LLORA

NAVIDAD CON SAN ALFONSO MARÍA

 

ORACIONES PARA COMENZAR TODOS LOS DÍAS:

 

+Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

Dispongámonos a hacer este momento de oración, elevando a Dios nuestro pensamiento y nuestro corazón; y digamos: 

                        

Oración para todos los días

Benignísimo Dios de infinita caridad, que nos has amado tanto y que nos diste en tu Hijo la mejor prenda de tu amor, para que hecho hombre en las entrañas de una virgen naciese en un pesebre para nuestra salud y remedio. Yo en nombre de todos los mortales te doy infinitas gracias por tan soberano beneficio.

En retorno de él te ofrezco la pobreza, humildad y demás virtudes de tu hijo humanado, y te suplico por sus divinos méritos, por las incomodidades en que nació y por las tiernas lágrimas que derramó en el pesebre, que dispongas nuestros corazones con humildad profunda, con amor encendido y con tal desprecio de todo lo terreno, que Jesús recién nacido, tenga en ellos su cuna y more eternamente. Amén. 

Se reza tres veces Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo

 

Gloria al Padre

y al Hijo

y al Espíritu Santo.

Como era en el principio,

ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

 

***

31 de diciembre

DE JESÚS QUE LLORA

 

Las lágrimas del niño Jesús fueron muy diferentes de los otros niños que nacen. Estos lloran por dolor, Jesús no, sí que llora por compasión de nosotros y por amor, según san Bernardo. Gran señal de amor es el llorar. Esto precisamente decían los judíos, luego que vieron al Salvador llorar en la muerte de Lázaro. Ved cómo le amaba (Jn 11, 36).

Lo mismo podían decir los Ángeles, mirando las lágrimas que derramaba Jesús Niño: Ecce quomodo amat Vos. Ved cómo nuestro Dios ama a los hombres cuando, por amor de ellos, le vemos hecho Hombre y Niño llorando. Lloraba Jesús y ofrecía al Padre sus lágrimas, para alcanzarnos el perdón de los pecados.

Aquellas lágrimas, dice san Ambrosio, lavaron mis delitos. Él, con sus vagidos y lloros, pedía piedad para nosotros condenados a muerte eterna; y así aplacaba la indignación de su Padre. ¡Oh! ¡Y cómo sabían las lágrimas de este Niño perorar en favor nuestro!

¡Oh! ¡cuán preciosas fueron ellas para Dios! Entonces, fue cuando el Padre hizo publicar, por los Ángeles, que Él ya hacía paz con los hombres y los recibía en su gracia: Et in terra pax hominibus bonae voluntatis.

Lloró Jesús por amor, pero también por dolor, al ver que tantos pecadores, aún después de tantas lágrimas y sangre derramadas por la salud de ellos, habían de seguir despreciando su gracia.

Ahora bien, pues, ¿quién será tan duro que, viendo llorar a un Dios Niño por nuestras culpas, no llore él también y no deteste aquellos pecados que tanto han hecho llorar a este amante Señor?

¡Ah! No aumentemos más penas a este Niño inocente. Consolémosle sí, uniendo nuestras lágrimas con las suyas. Ofrezcamos a Dios las lágrimas de su Hijo y roguémosle que, por ellas, nos perdone.

 

AFECTOS Y SÚPLICAS.

Niño mío amado, Con qué, ¿mientras estabais llorando en la gruta de Belén, pensabais en mí, considerando desde allí mis pecados que eran los que os hacían llorar? Y yo, Jesús mío, en vez de consolaros con mi amor y gratitud, a vista de lo que habéis padecido por salvarme, ¿he aumentado vuestro dolor y la causa de vuestras lágrimas?

Si menos hubiese yo pecado, menos habríais Vos padecido. Llorad, pues, llorad, que tenéis razón de llorar, viendo tanta ingratitud en los hombres a un amor tan grande.

Más ya que lloráis, llorad aún por mí. Vuestras lágrimas son mi esperanza. Lamento los disgustos que os he dado, Redentor mío, los odio, los detesto, me arrepiento de ellos con todo el corazón. Lloro por todos aquellos días infelices en que viví enemigo vuestro y privado de vuestra hermosa gracia; pero mis lágrimas, ¡oh, Jesús mío!, ¿para qué servirán sin las vuestras?

Padre eterno, yo os ofrezco las lágrimas de Jesús y por ellas os pido el perdón. Vos, Salvador mío, ofrecedle todas las lágrimas que por mí derramasteis en vuestra vida y con ellas aplacadle por mí. Os ruego todavía, ¡oh, amor mío!, que enternezcáis con estas lágrimas mi corazón y le inflaméis de vuestro santo amor. ¡Ah! ¡Pudiera yo, de hoy en adelante, consolaros con mi amor, tanto cuanto os he causado pena con mis ofensas! Concededme, pues, ¡oh, Señor!, que estos días que me restan de vida, no los haga servir para disgustaros más, sí solo para llorar el sentimiento que os he ocasionado y para amaros con todos los afectos de mi alma.

¡Oh, María! Os suplico por aquella tierna compasión que tantas veces tuvisteis, viendo llorar a Jesús, me alcancéis un continuo dolor de las ofensas que yo, ingrato, os he hecho.

 

PARA FINALIZAR TODOS LOS DÍAS

 

Concluyamos nuestra oración implorando la intercesión de la santísima Virgen María y del Glorioso Patriarca san José:

 

Oración a la Santísima Virgen

Soberana María que por tus grandes virtudes y especialmente por tu humildad, mereciste que todo un Dios te escogiera para madre suya. Te suplico que tú misma prepares y dispongas mi alma para celebrar el nacimiento de tu adorable Hijo.

¡Oh dulcísima Madre!, concédenos recibir a tu Hijo con tu pureza, humildad y devoción, tu profundo recogimiento y divina ternura para que seamos un día dignos de verle, amarle y adorarle por toda la eternidad. Amén.

 

Oración a San José

Oh Santísimo San José, esposo de María y padre putativo de Jesús, infinitas gracias doy a Dios porque te escogió para tan altos ministerios y te adornó con todos los dones proporcionados a tan excelente grandeza. Por el amor que le tuviste al Divino Niño, te ruego la gracia de abrasarme en fervorosos deseos de verle y recibirle sacramentalmente hasta que lo vea y goce en el cielo. Amén. 

 

***

Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.

Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.

Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.

Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.

Santos Patriarcas, Profetas y justos que aguardasteis la llegada del Mesías, rogad por nosotros.

Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.

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¡Querido hermano, si te ha gustado esta meditación, compártelo con tus familiares y amigos.

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Ave María Purísima, sin pecado concebida.