domingo, 11 de diciembre de 2022

12 de diciembre. MI DOLOR ESTÁ SIEMPRE DELANTE DE MÍ. San Alfonso María ...

12 de diciembre

MI DOLOR ESTÁ SIEMPRE DELANTE DE MÍ

 

ORACIONES PARA COMENZAR TODOS LOS DÍAS:

 

+Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

Dispongámonos a hacer este momento de oración, elevando a Dios nuestro pensamiento y nuestro corazón; y digamos: 

                        

Oración para todos los días

Benignísimo Dios de infinita caridad, que nos has amado tanto y que nos diste en tu Hijo la mejor prenda de tu amor, para que hecho hombre en las entrañas de una virgen naciese en un pesebre para nuestra salud y remedio. Yo en nombre de todos los mortales te doy infinitas gracias por tan soberano beneficio.

En retorno de él te ofrezco la pobreza, humildad y demás virtudes de tu hijo humanado, y te suplico por sus divinos méritos, por las incomodidades en que nació y por las tiernas lágrimas que derramó en el pesebre, que dispongas nuestros corazones con humildad profunda, con amor encendido y con tal desprecio de todo lo terreno, que Jesús recién nacido, tenga en ellos su cuna y more eternamente. Amén. 

Se reza tres veces Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo

 

Gloria al Padre

y al Hijo

y al Espíritu Santo.

Como era en el principio,

ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

 

***

12 de diciembre

MI DOLOR ESTÁ SIEMPRE DELANTE DE MÍ. Salmo 38, 18

 

Considera como todas las penas e ignominias que Jesús padeció en su vida y muerte, todas las tuvo presentes desde el primer instante de su vida y todas ellas comenzó desde niño a ofrecerlas en satisfacción de nuestros pecados, principiando desde entonces a hacer de Redentor. Él mismo reveló a un siervo suyo que, desde el primer momento de su vida hasta la muerte, siempre padeció y padeció tanto por los pecados de cada uno de nosotros que, si hubiese tenido tantas vidas cuantos son los hombres, tantas veces habría muerto de dolor, de no haberle conservado Dios la vida, para padecer más.

¡Oh, y qué martirio tuvo siempre el amante corazón de Jesús al ver todos los pecados de los hombres! Dice Santo Tomás que este dolor de Jesucristo en conocer la ofensa del Padre y el daño que del pecado debía después provenir a las almas de Él mismo amadas, sobrepujó al dolor de todos los pecadores contritos, aún de aquellos que murieron de puro dolor. Sí, porque ningún pecador ha amado jamás a Dios y a su propia alma tanto, cuanto Jesús amaba al Padre y a nuestras almas. De aquí es que aquella agonía padecida por el Redentor en el huerto, a la vista de todas nuestras culpas, de cuya satisfacción se había encargado, la padeció ya desde el vientre materno: Pobre soy yo y en trabajos desde mi juventud (Sal 87). Así, por boca de David, predijo de sí nuestro Salvador, que toda su vida debía ser un continuo padecer. De esto, deduce san Juan Crisóstomo, que nosotros no debemos afligirnos de otra cosa que del pecado y que, así como Jesús por los pecados nuestros fue afligido en toda su vida, así nosotros, que los hemos cometido, debemos tener un continuo dolor, acordándonos de haber ofendido a un Dios que tanto nos ha amado.

Santa Margarita de Cortona no cesaba de llorar sus culpas; un día le dijo el confesor: Margarita, no más, basta, el Señor ya te ha perdonado. ¡Cómo!, respondió la Santa, ¿cómo pueden serme bastantes las lágrimas derramadas y el dolor por aquellos pecados que afligieron a mi Jesús durante toda su vida?

 

AFECTOS Y SÚPLICAS.

Ved, Jesús mío, a vuestros pies el ingrato, el perseguidor que os ha tenido afligido toda vuestra vida. Pero os diré con Ezequías: Más tú has librado mi alma de que no pereciese, echaste tras tus espaldas todos mis pecados (Isaías 38).

Yo os he ofendido, os he traspasado con tantos como son mis pecados; más Vos no habéis rehusado cargaros de todas mis culpas. Yo espontáneamente he arrojado mi alma a arder en el infierno cuantas veces he consentido en ofenderos gravemente y Vos, a costa de vuestra sangre, no habéis dejado de librarla y procurar no quedase perdida. Amado Redentor mío, os doy gracias. Quisiera morir de dolor pensando que he maltratado tanto vuestra bondad infinita. Amor mío, perdonadme y venid a tomar posesión de todo mi corazón. Habéis dicho que no os desdeñaréis de entraros a quién os abre y estaros en su compañía (Ap 3, 20). Si en algún tiempo yo os he desechado, ahora os amo y no deseo otro que vuestra gracia. Ved la puerta que está abierta, entrad luego en mi pobre corazón, pero entrad luego para no salir nunca. Él es pobre, más entrando lo haréis rico. Yo seré rico, siempre que os poseyere a Vos, sumo bien.

¡Oh, Reina del cielo! ¡Madre dolorosa de Hijo dolorido! También yo os he sido motivo de pena, habiendo Vos participado de una gran parte de los dolores de Jesús.

Perdonadme, Madre mía, y alcanzadme la gracia de seros fiel, ahora que espero haya vuelto ya Jesús a mi alma.

 

PARA FINALIZAR TODOS LOS DÍAS

 

Concluyamos nuestra oración implorando la intercesión de la santísima Virgen María y del Glorioso Patriarca san José:

 

Oración a la Santísima Virgen

Soberana María que por tus grandes virtudes y especialmente por tu humildad, mereciste que todo un Dios te escogiera para madre suya. Te suplico que tú misma prepares y dispongas mi alma para celebrar el nacimiento de tu adorable Hijo.

¡Oh dulcísima Madre!, concédenos recibir a tu Hijo con tu pureza, humildad y devoción, tu profundo recogimiento y divina ternura para que seamos un día dignos de verle, amarle y adorarle por toda la eternidad. Amén.

 

Oración a San José

Oh Santísimo San José, esposo de María y padre putativo de Jesús, infinitas gracias doy a Dios porque te escogió para tan altos ministerios y te adornó con todos los dones proporcionados a tan excelente grandeza. Por el amor que le tuviste al Divino Niño, te ruego la gracia de abrasarme en fervorosos deseos de verle y recibirle sacramentalmente hasta que lo vea y goce en el cielo. Amén. 

 

***

Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.

Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.

Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.

Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.

Santos Patriarcas, Profetas y justos que aguardasteis la llegada del Mesías, rogad por nosotros.

Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.

***

¡Querido hermano, si te ha gustado esta meditación, compártelo con tus familiares y amigos.

***

Ave María Purísima, sin pecado concebida.