martes, 13 de diciembre de 2022

14 de diciembre. HALLARÉIS AL NIÑO ECHADO EN UN PESEBRE. San Alfonso María

14 de diciembre

HALLARÉIS AL NIÑO ECHADO EN UN PESEBRE

 

ORACIONES PARA COMENZAR TODOS LOS DÍAS:

 

+Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

 

Dispongámonos a hacer este momento de oración, elevando a Dios nuestro pensamiento y nuestro corazón; y digamos: 

                        

Oración para todos los días

Benignísimo Dios de infinita caridad, que nos has amado tanto y que nos diste en tu Hijo la mejor prenda de tu amor, para que hecho hombre en las entrañas de una virgen naciese en un pesebre para nuestra salud y remedio. Yo en nombre de todos los mortales te doy infinitas gracias por tan soberano beneficio.

En retorno de él te ofrezco la pobreza, humildad y demás virtudes de tu hijo humanado, y te suplico por sus divinos méritos, por las incomodidades en que nació y por las tiernas lágrimas que derramó en el pesebre, que dispongas nuestros corazones con humildad profunda, con amor encendido y con tal desprecio de todo lo terreno, que Jesús recién nacido, tenga en ellos su cuna y more eternamente. Amén. 

Se reza tres veces Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo

 

Gloria al Padre

y al Hijo

y al Espíritu Santo.

Como era en el principio,

ahora y siempre,

por los siglos de los siglos. Amén.

 

***

14 de diciembre

HALLARÉIS AL NIÑO ECHADO EN UN PESEBRE. Lc 2, 12

 

Contemplando la santa Iglesia este gran misterio y prodigio de aparecer un Dios, nacido en un establo, toda admirada exclama: ¡Oh grande misterio, y admirable Sacramento! que los animales viesen al Señor nacido recostado en un pesebre.

Para contemplar con ternura y amor el nacimiento de Jesús, debemos pedir al Señor que nos dé una fe viva; porque, si entramos sin fe en la gruta de Belén, no experimentaremos más que un afecto de compasión, al ver un niño reducido a un estado tan pobre, que, naciendo en el corazón de invierno, es reclinado en un pesebre de bestias, sin fuego y en medio de una fría cueva.

Pero, si entramos con fe y vamos considerando qué exceso de bondad y de amor ha sido el que un Dios haya querido reducirse a comparecer pequeñito infante, estrechando entre las fajas, colocado sobre la paja, que gime, que tiembla de frío, que no puede moverse, que tiene necesidad de leche para vivir, ¿cómo es posible que cada uno de nosotros no se sienta atraído y dulcemente obligado a dar todos sus afectos a este Dios niño, que se ha reducido a tal estado para hacerse amar? Dice San Lucas que los pastores, después de haber visitado a Jesús en el establo, se volvieron glorificando y loando a Dios por todas las cosas que habían oído y visto (Lc. 2, 20).

¿Qué habían visto? No otro que un pobrecito niñito tiritando de frio, sobre unas pocas pajas; más por cuantos estaban iluminados de la fe, reconocieron en aquel infante el exceso del amor divino; del cual inflamados, iban después alabando y glorificando a Dios en la contemplación de haber tenido la suerte de ver un Dios anonadado y desmayado por amor de los hombres. Exinanivit semetipsum.

 

AFECTOS Y SÚPLICAS.

¡Oh, amable! ¡oh, mi dulce Niño! Aunque os miro tan pobre sobre esa paja, yo os confieso y os adoro por mi Señor y Creador.

Comprendo ya quién os ha reducido a estado tan miserable; ha sido el amor que me habéis tenido. Acordándome, pues, ¡Oh, Jesús mío! de la manera que en lo pasado os he tratado y de las injurias que os he hecho, me maravillo como habéis podido soportarme.

¡Malditos pecados! ¿qué habéis hecho? Me habéis hecho llenar de amargura el corazón de éste, mi enamorado Señor. Ea, pues, mi amado Salvador, por los dolores que sufristeis y por las lágrimas que derramasteis en el establo de Belén, dadme lágrimas, dadme un gran dolor que haga llorar toda mi vida los disgustos que os he ocasionado. Dadme, amor hacia Vos, pero un amor tal que compense las ofensas que os he hecho.

Os amo, mi chiquito Salvador. Os amo, Dios niño y amor mío, mi vida y mi todo. Os prometo, de aquí en adelante, no amar a otro que a Vos. Ayudadme con vuestra gracia, sin la que nada puedo.

María, esperanza mía, Vos alcanzáis cuanto queréis de este Hijo, alcanzadme su santo amor. Madre mía, escuchadme.

 

PARA FINALIZAR TODOS LOS DÍAS

 

Concluyamos nuestra oración implorando la intercesión de la santísima Virgen María y del Glorioso Patriarca san José:

 

Oración a la Santísima Virgen

Soberana María que por tus grandes virtudes y especialmente por tu humildad, mereciste que todo un Dios te escogiera para madre suya. Te suplico que tú misma prepares y dispongas mi alma para celebrar el nacimiento de tu adorable Hijo.

¡Oh dulcísima Madre!, concédenos recibir a tu Hijo con tu pureza, humildad y devoción, tu profundo recogimiento y divina ternura para que seamos un día dignos de verle, amarle y adorarle por toda la eternidad. Amén.

 

Oración a San José

Oh Santísimo San José, esposo de María y padre putativo de Jesús, infinitas gracias doy a Dios porque te escogió para tan altos ministerios y te adornó con todos los dones proporcionados a tan excelente grandeza. Por el amor que le tuviste al Divino Niño, te ruego la gracia de abrasarme en fervorosos deseos de verle y recibirle sacramentalmente hasta que lo vea y goce en el cielo. Amén. 

 

***

Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.

Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.

Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.

Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.

Santos Patriarcas, Profetas y justos que aguardasteis la llegada del Mesías, rogad por nosotros.

Todos los santos y santas de Dios, rogad por nosotros.

***

¡Querido hermano, si te ha gustado esta meditación, compártelo con tus familiares y amigos.

***

Ave María Purísima, sin pecado concebida.