3 de Diciembre: San Francisco Javier, Confesor
Nacido Francisco en Javier, diócesis de Pamplona, de nobles padres, fue en París compañero y discípulo de San Ignacio. Con tal maestro hizo progresos tan rápidos, que al contemplar las cosas divinas, algunas veces se levantaba sobre la tierra, con frecuencia celebrando el santo sacrificio de la Misa en presencia de muchos. Estas delicias las merecía por las maceraciones de su cuerpo; pues se privaba de la carne y del vino y del pan de trigo; tomaba sólo alimentos viles, y muchas veces, se abstuvo de todo alimento por dos o tres días. Se azotaba con disciplinas de hierro, y con frecuencia derramaba abundante sangre. Sólo se permitía un brevísimo sueño, aun sobre el suelo.
Maduro por la austeridad y santidad de su vida para el cargo de apóstol, como Juan III, rey de Portugal, pidiese para las Indias algunos miembros de su Congregación al papa Paulo III, éste le eligió para esa misión, confiándole la potestad de Nuncio apostólico. Llegado a las Indias, fue instruido milagrosamente en lenguas muy difíciles y diversas de aquellas naciones. Algunas veces sucedió que hablando él en una sola lengua a personas de diversas naciones, cada una le oía en la suya propia. Recorrió a pie, y muchas veces descalzo, muchas provincias. Introdujo la fe en el Japón y en otras seis comarcas. Convirtió a centenares de miles de hombres, y confirió el bautismo a muchos reyes y a grandes príncipes. Y a pesar de obrar tan grandes cosas por Dios, conservaba tal humildad, que escribía a San Ignacio, su superior, de rodillas.
Este ardor en la propagación del Evangelio, lo premió el Señor con numerosos milagros. Dio la vista a un ciego. Con la señal de la cruz convirtió el agua del mar en agua dulce en tan gran cantidad, que alivió durante largo tiempo a quinientos hombres que morían de sed. Con aquella agua, llevada a diversas regiones, varios enfermos curaron. Resucitó a varios muertos, entre ellos a uno que había sido sepultado el día anterior, al que devolvió la vida mandando que le sacasen de la sepultura; lo mismo hizo con otros dos, tomándoles de la mano mientras les llevaban a la tumba, devolviéndoles con vida a sus padres. Poseyó el espíritu de profecía, reveló acontecimientos que debían tener lugar en lugares o en tiempos remotos. Murió en Sanciano lleno de méritos, consumido por los trabajos, el día dos de diciembre. Su cadáver, cubierto dos veces con cal viva, manó sangre, esparció un olor suavísimo, y extinguió una peste en Malaca, adonde fue llevado. Por último, habiendo brillado con nuevos milagros, Gregorio XV le inscribió en el número de los santos. El papa Pío X le eligió Patrono celestial de la Sociedad y Obra de la Propagación de la Fe.
Oremos.
Oh Dios, que por la predicación y milagros del bienaventurado Francisco quisiste agregar a tu Iglesia los pueblos de las Indias; concédenos propicio que imitemos las virtudes de aquel cuyos méritos celebramos.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, Dios, por todos los siglos de los siglos.
R. Amén.
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