6 de Diciembre: San Nicolás, Obispo y confesor.
Nicolás, nacido en el ilustre lugar de Patras, Licia, fue obtenido de Dios por sus padres con repetidas preces. Cuánta había de ser la santidad de este varón, ya se manifestó desde su cuna. Pues ya en su infancia se abstenía de la leche los miércoles y viernes, tomándola una sola vez y por la tarde, mientras en los demás días lo hacía con frecuencia. Observó el ayuno hasta su muerte. Huérfano en su juventud, dio sus bienes a los pobres. De su caridad cristiana nos da un ejemplo este hecho: Había en su ciudad un hombre que tenía tres hijas en edad de matrimonio, y, como por su pobreza no las pudiera casar, había resuelto prostituirlas. Sabido por Nicolás, arrojó de noche, por la ventana, el dinero necesario para la dote de una doncella. Lo repitió dos veces más, por lo que las tres doncellas fueron dadas en matrimonio a hombres honrados.
Como el Santo se consagró totalmente a Dios, partió para Palestina, para visitar y venerar los Santos Lugares. En esta peregrinación subió a una nave con un cielo sereno y la mar tranquila, prediciendo una horrenda tempestad, que luego sobrevino, y puso a todos en gran peligro; mas con su oración la calmó. Luego, vuelto a su patria, dio muestras de insigne santidad, y por voluntad de Dios volvió a Mira, metrópoli de Licia. Esta ciudad acababa de perder el obispo, y mientras los demás obispos de la provincia deliberaban acerca del sucesor que habían de darle, fueron advertidos divinamente elegir al que entrase el primero al día siguiente en la iglesia, que se llamase Nicolás. Tratando de cumplir esta orden del cielo, fue hallado en la puerta de la iglesia Nicolás, y con unanimidad de todos le constituyeron obispo de Mira. Resplandeció por la castidad, que siempre observó, por su gravedad, su asiduidad en la oración, su vigilancia, abstinencia, generosidad y hospitalidad, y por su mansedumbre en las exhortaciones y severidad en las reprensiones.
Ayudó a viudas y huérfanos con limosnas, consejos y servicios. Socorrió a los oprimidos hasta el punto de que para ayudar a tres tribunos condenados por Constancio Augusto como calumniadores, y que le habían invocado por su fama de taumaturgo, se apareció, aún en vida, al emperador con semblante amenazador y consiguió así su libertad. Predicando en Mira sobre la verdad de la fe cristiana contra las prescripciones de Diocleciano y Maximiano, detenido por los satélites del emperador, y llevado muy lejos, fue encarcelado. En la cárcel estuvo hasta ser proclamado emperador Constantino, quien mandó le sacaran de allí, pudiendo volver a Mira. Asistió al concilio de Nicea, en el cual, juntamente a 318 Padres, condenó la herejía arriana; volviendo a su obispado, y acercándose su muerte, elevó su mirada al cielo, vio que le salían al encuentro los Ángeles, y al pronunciar aquellas palabras del Salmo: “En ti, Señor, he esperado”, llegando a las palabras: “En tus manos encomiendo mi espíritu”, voló a la patria celestial. Su cuerpo fue trasladado a Barí, Apulia, en donde es muy venerado.
Oremos.
Oh Dios, que honraste al bienaventurado pontífice Nicolás con innumerables milagros; te rogamos nos concedas que por sus méritos e intercesión, nos libremos de las llamas del infierno. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, Dios, por todos los siglos de los siglos.
R. Amén.