25 de diciembre
NATIVIDAD DEL SEÑOR
Sermón de San León, Papa.
Sermón 9 de la Natividad del Señor.
La magnitud de las obras divinas excede a todo cuanto pudieran expresar las palabras de los hombres, y de ahí nace la imposibilidad de hablar, de donde se origina el motivo que nos impide callar. El Profeta, hablando de Cristo Jesús, Hijo de Dios: “¿Quién podrá contar su generación?”, se refiere a Él no sólo en cuanto es Dios, sino también en cuanto es hombre. Que las dos naturalezas se junten en una sola persona, si la fe no lo cree, la razón no lo explica. Y nunca falta materia de alabanza, porque lo que pueda decir el que alaba nunca es suficiente. Gocémonos, pues, en nuestra insuficiencia para hablar dignamente de un tan grande misterio de misericordia; y tengamos por gran dicha el ser vencidos por la inmensidad de este beneficio. Nadie está tan cerca de la verdad como aquel que entiende que, tratándose de cosas divinas, por mucho que avance en su conocimiento, le queda siempre mucho por investigar. Quien presumiere haber alcanzado el término al que tendía, no sólo no ha dado con lo que buscaba, sino que se ha detenido en su inquisición.
Gocémonos, pues, en nuestra insuficiencia para hablar dignamente de un tan grande misterio de misericordia; y tengamos por gran dicha el ser vencidos por la inmensidad de este beneficio. Nadie está tan cerca de la verdad como aquel que entiende que, tratándose de cosas divinas, por mucho que avance en su conocimiento, le queda siempre mucho por investigar. Quien presumiere haber alcanzado el término al que tendía, no sólo no ha dado con lo que buscaba, sino que se ha detenido en su inquisición. A fin de que no nos acongojemos por la propia insuficiencia, vienen en nuestra ayuda las palabras del Evangelio y de los profetas, las cuales de tal manera nos enfervorizan y enseñan, que no sólo recordamos la Natividad del Señor, mediante la cual el Verbo se hizo carne, sino que podría decirse que la contemplamos presente. Pues lo que el Ángel anunció a los pastores, mientras velaban guardando a sus rebaños, también llegó a nuestros oídos. Y por lo mismo presidimos a las ovejas del Señor, porque aquellas palabras divinamente anunciadas las conservamos en los oídos del corazón, como si se nos dijera en la festividad presente: “Os anuncio un grande gozo, que será para todo el pueblo, y es que hoy os ha nacido el Salvador que es Cristo Señor, en la ciudad de David”.
A fin de que no nos acongojemos por la propia insuficiencia, vienen en nuestra ayuda las palabras del Evangelio y de los profetas, las cuales de tal manera nos enfervorizan y enseñan, que no sólo recordamos la Natividad del Señor, mediante la cual el Verbo se hizo carne, sino que podría decirse que la contemplamos presente. Pues lo que el Ángel anunció a los pastores, mientras velaban guardando a sus rebaños, también llegó a nuestros oídos. Y por lo mismo presidimos a las ovejas del Señor, porque aquellas palabras divinamente anunciadas las conservamos en los oídos del corazón, como si se nos dijera en la festividad presente: “Os anuncio un grande gozo, que será para todo el pueblo, y es que hoy os ha nacido el Salvador que es Cristo Señor, en la ciudad de David”.