sábado, 4 de diciembre de 2021

NOVENA A LA INMACULADA CONCEPCIÓN. San Enrique de Ossó. Día 7

DÍA 7

NOVENA A LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA CON SAN ENRIQUE DE OSSÓ.

 

Por la señal de la santa cruz….

 

ORACIÓN PREPARATORIA PARA TODOS LOS DÍAS

¡Oh María Inmaculada, Virgen y Madre de Dios y Madre mía de mi alma! vos sois ya en el primer instante de vuestra Concepción más hermosa que la hermosura, más graciosa que la gracia, más santa que la santidad, más pura en cuerpo y alma que todos los ángeles y todos los hombres: solo Dios es más puro que vos. Confieso, Madre querida, que no bastan todas las lenguas angélicas y humanas para pregonar dignamente vuestras excelencias, privilegios y gracias. Permitidme, pues, a lo menos, Virgen Inmaculada, que mi corazón se goce, mi espíritu se regocije y mi mente se extasíe contemplando vuestra Inmaculada Concepción, cifra de todas vuestras glorias, y exclame alborozado con los ángeles y los hombres y con la misma Trinidad Beatísima: Toda hermosa sois ¡oh María! y mancha original no hay en vos; vos sola llena de gracia, vos sola inmaculada, vos sola perfecta y adornada desde el primer instante con el cúmulo y grandeza de todas las gracias, virtudes y privilegios celestiales. Vuestra Concepción Inmaculada ¡oh María!, es el misterio de vuestras insondables grandezas y la prerrogativa más amada de vuestro corazón. Alcanzadme, pues, que, venerando este misterio, los venere todos y consiga el entero perdón de todos mis pecados, una perfecta pureza de alma y cuerpo, la perseverancia y el aumento en el amor de Dios y de vos, y la gracia especial que solicito en esta novena. Amén.

 

Unos segundos de silencio

 

Bendita sea tu pureza

Y eternamente lo sea,

Pues todo un Dios se recrea

En tan graciosa belleza.

A ti, celestial Princesa,

Virgen sagrada María,

Te ofrezco desde este día

Alma, vida y corazón,

Mírame con compasión,

No me dejes, Madre mía.

 

Meditación propia del día.

 

MEDITACIÓN DÍA 7º

Composición de lugar. Represéntate aquel grande portento de que nos habla san Juan, esto es, a una mujer vestida del sol, calzada de la luna y coronada su cabeza con corona de doce estrellas.

Petición. Dame, Dios mío, gracia eficaz para admirar, amar e imitar como debo a María en su Inmaculada Concepción.

Punto primero. María a sus hijos. –Considera, hijo mío, que yo, María, aparecí en mi Concepción Inmaculada como el más estupendo milagro de sobre la tierra, el espectáculo más admirable entre todas las cosas admirables; el portento que enaltece a toda la humana naturaleza y sobrepuja a todos los serafines: un prodigio inaudito, una incomprensible novedad. Después de Dios, hijo mío, soy superior a todos, más pura y más bella que todos los serafines. Templo, trono y cielo de la divinidad; gloria, decoro y ornamento de toda la Iglesia, porque yo soy sola Inmaculada. Porque si los santos apóstoles, doctores, vírgenes y mártires la honran a pesar de ser concebidos en pecado, ¿cuánto más la he de honrar yo con mi Inmaculada Concepción, pues soy la Reina de todos ellos? Bastaría yo sola, hijo mío, para hacer a la Iglesia admirable, fuerte y gloriosa. Bastaría yo sola, que soy el primero y más noble miembro de toda la Iglesia, para hacerla honorable, amable y admirable por siempre y por todo el mundo. Mas no solo, hijo mío, soy la gloria de Jerusalén, la honorificencia de todo el pueblo fiel, sino que soy también la alegría y el esfuerzo de Israel. Yo soy Virgen poderosa, causa de vuestra alegría, auxilio de los cristianos, refugio de pecadores, vida, dulzura, fortaleza y esperanza de los débiles, porque triunfé del demonio en mi primer instante y siempre. Yo soy la Madre divina que engendró el gozo principal, Cristo Jesús, y lo nutrió y lo introdujo con gloria en el mundo. Nada hay en mí de austero, hijo mío, nada que infunda temor. Soy toda suave, toda amable, y como mansa y fecunda ovejita, a todos suministro lana, leche y miel. Soy toda llena de piedad, de gracia, de mansedumbre, de misericordia, de ternura y de amor. Fui concebida Inmaculada para ser con el tiempo digna Madre de Dios y de los hombres. Por mí, hijo mío, se regocija el cielo, se alegran los ángeles, son vencidos los demonios, destruidas las herejías y los hombres reconciliados con Dios. Por mí toda criatura viene al conocimiento de la verdad, y la Iglesia ha sido establecida por todo el mundo. Yo soy vuestro alivio, vuestra guía, vuestra fortaleza, vuestro consuelo, vuestra vida, dulzura y esperanza. ¡Cuántos títulos, hijo mío, para moverte a invocarme con toda confianza y amor!

Punto segundo. Los hijos de María a su Madre. –Permitidme ¡oh Madre amada! que exclame fuera de mí con la Iglesia santa: Toda hermosa sois ¡oh María! y mancha original no hay en vos. Vos sois la gloria de Jerusalén, la alegría de Israel, el honor de nuestro pueblo, la abogada de los pecadores. ¡Oh María! Virgen prudentísima, Madre clementísima, ruega por nosotros, intercede por nosotros con vuestro Hijo y Señor mío Jesucristo, y presérvanos de todo mal y de todo pecado, y sintamos vuestra eficaz protección todos los que os proclamamos Inmaculada. ¡Oh Madre de la eterna vida! ¡Cuán felices somos los hijos de la Iglesia! ¡Cuán honrados y ennoblecidos por teneros a vos por Madre! Yo quiero honraros como la gloria de la Iglesia más preclara, y quiero honrar a la Iglesia porque posee por su Reina y su Madre a vos ¡oh María Inmaculada! ¡Con cuánto gozo clamaré en vida y en la hora de la muerte, con cuánto consuelo y confianza de mi alma, con mi amada Madre, y vuestra privilegiada hija santa Teresa de Jesús! “En fin, Señor, soy hijo de la Iglesia. En fin, Señor, soy hijo de María” ¡Cuán dulce cosa será morir con este gozo! Haced, Madre querida, que me haga digno hijo de vos con mis obras, que os honre a vos y a la Iglesia con mi conducta cristiana, conforme en todo con la ley de Dios. ¡Oh señora mía y Madre mía! Confirmadme en el bien con vuestra fortaleza, honradme con vuestra gloria, consoladme con vuestra bondad. Dignaos que yo os alabe, honre, glorifique y ensalce con mis santas obras. Hacedme puro y santo y digno hijo vuestro. Yo me ofrezco a vos en vida y por toda la eternidad.

Confortad, Madre poderosísima, a la Iglesia en todas sus grandes tribulaciones y persecuciones. Coronadla con la gloria del triunfo sobre sus enemigos, que lo son de la verdad y de la virtud. Consolad al sumo pontífice que tanto os ama, y todos reconozcan que sois vos, ¡oh María Inmaculada! la gloria, el honor, la fortaleza y el gozo de la Iglesia católica, que confía en vos. Amén.

Jaculatoria. ¡Oh María Inmaculada! no cese jamás de amaros mi corazón y de alabaros mi lengua. Bendita seas.

Obsequio. Llevaré día y noche el escapulario de la Inmaculada Concepción, y en las tentaciones lo apretaré contra mi corazón, diciéndole: vuestro soy ¡oh María! salvadme.

 

Terminada la meditación se concluye con estas oraciones.

 

HOMENAJE DE PIEDAD FILIAL A MARÍA

1.     Yo os venero de todo mi corazón, oh Inmaculada María, Virgen santísima, como a Hija del Padre celestial, y os consagro mi alma con todas sus potencias. Hacedme puro y santo. Avemaría.

2.     Yo os venero de todo mi corazón, oh Inmaculada María, Virgen santísima, como a Madre del único Hijo de Dios, y os consagro mi cuerpo con todos sus sentidos. Hacedme puro y santo. Avemaría.

3.     Yo os venero de todo mi corazón, oh Inmaculada María, Virgen santísima, como a esposa del Espíritu Santo, y os consagro mi corazón con todos sus afectos. Dignaos alcanzarme de la Santísima Trinidad las gracias que necesito para salvarme. Hacedme puro y santo. Avemaría.

 

ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS

¡Oh Inmaculada María! vos nacisteis de la boca del Altísimo toda pura, hermosa, agraciada y santa, primogénita entre todas las criaturas, rutilante como la aurora, bella como la luna, escogida como el sol. Obra maestra del poder, sabiduría y amor de Dios, fuisteis, oh María, morada de todas las gracias del Espíritu Santo, paraíso de todas las delicias del Eterno, casa y arca de la Sabiduría increada, digno habitáculo preparado para Sí, por altísimo prodigio de la naturaleza y de la gracia, sois ¡oh María! el lirio entre espinas, la rosa siempre viva, la zarza de Moisés, el retoño de gracia, la tierra virginal y siempre bendita de la que se formó el nuevo Adán, Jesucristo. Vos sois la paloma siempre pura, la Jerusalén santa, el trono excelso de Dios, templo divinísimo, tesoro de inmortalidad, paraíso ameno de inocencia, cedro incorruptible, huerto cerrado, ciudad de Dios y milagro inefable de su omnipotencia. Vos sois el arca de Noé, la escala de Jacob, la torre inexpugnable de David, la fuente sellada y la única hija de vida, reparadora de todo el humano linaje. Vos sola ¡oh Inmaculada María!, aplastasteis la cabeza de la serpiente infernal con vuestro pie inmaculado y triunfasteis siempre de sus iras. Haced, pues, oh querida Madre mía, que todos los que nos gozamos y os honramos en el misterio de vuestra Inmaculada Concepción, libres de toda culpa, vivamos en justicia, muramos en gracia y consigamos la gloria por vos, oh María Inmaculada. Amén.

 

Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío.

Inmaculado Corazón de María, sed la salvación mía.

Glorioso Patriarca san José, ruega por nosotros.

Santos Ángeles Custodios, rogad por nosotros.

Ave María Purísima, sin pecado concebida.