martes, 19 de marzo de 2019

SED IMITADORES DE SAN JOSÉ. San Juan Bautista de la Salle

 
MEDITACIÓN PARA EL DÍA DE LA FIESTA DE SAN JOSÉ 
(19 de marzo)
San Juan Bautista de la Salle 
Encargado por Dios san José de cuidar y conducir en lo externo a Jesucristo; convenía grande mente que tuviera las cualidades y virtudes necesarias para desempeñar dignamente tan santo y relevante ministerio.
El Evangelio nos señala tres, que le cuadraban admirablemente para el cargo de que estaba investido: Fue justo, muy dócil en obedecer las órdenes de Dios (1), y diligentísimo en cuidar de cuanto concernía a la educación y conservación de Jesucristo (2).
La primera cualidad que el Evangelio atribuye a san José es que era justo; y ésa es también la que más necesitaba para poder tutelar a Jesucristo; pues, siendo Dios y la santidad misma, no hubiera resultado decoroso que quien estaba encargado de su custodia, careciese de santidad y justicia delante de Dios.
Era incluso de todo punto conveniente que, después de la Virgen María, fuera san José uno de los mayores santos que entonces vivían en el mundo; a fin de que tuviese cierta proporción con Jesucristo, que le estaba encomendado y debía ser objeto de sus atenciones.
El Evangelio afirma también de él que era justo " en la presencia de Dios "; esto es, del todo santo. Hasta hay motivo para creer que, en virtud de particular privilegio, fue exento en absoluto san José de pecado.
No menos que san José, desempeñáis vosotros un empleo santo, que tiene mucho parecido con el suyo, y exige, por consiguiente, que vuestra piedad y virtud no sean corrientes. Tomad, pues, por modelo a san José, ya que le tenéis por patrono y, para haceros dignos de vuestro ministerio, no descanséis hasta conseguir descollar en virtud, a ejemplo de este gran Santo.
La segunda virtud que, según el Evangelio, resalta en san José, es su santa y total sumisión a las disposiciones divinas. Dios le amonestó por un ángel que siguiera viviendo con la Virgen María, cuando dudaba si debía dejarla; e inmediatamente cesó de pensar en ello.
Nacido el Niño Jesús, le avisó Dios, de noche, que le condujera a Egipto, para ponerle a salvo de la persecución de Herodes; y san José se levantó al instante, partió para llevarle allá con la Virgen María su Madre (3).
Muerto Herodes, le comunicó Dios que debía regresar a Judea, y él lo puso en práctica sin demora.
¡Ah! ¡Cuán digna de admiración es la pronta y sencilla obediencia de este ilustre Santo, que no difirió ni un solo instante la ejecución de cuanto Dios quería de él.
¿Tomáis tan a pechos vosotros el cumplir la voluntad de Dios como San José? Si queréis que os colme Dios de gracias, tanto en vuestro favor como para educar cristianamente a los niños cuya tutela y formación os está encomendada, debéis imitarle en su amor y fidelidad a la obediencia; la cual os conviene más que ninguna otra virtud en vuestro estado y empleo, y e la que mayor caudal de gracias os merecerá.
El Evangelio propone también a nuestra admiración la diligencia con que san José cuidó del Santísimo Niño Jesús, manifestada en la celeridad con que le condujo a Egipto, así que recibió tal aviso de parte de Dios; en las precauciones que tomó, al regreso, para no ir a Judea, por causa del temor que le inspiraba Arquelao, que allí reinaba en sustitución de su padre Herodes (4); y en la pena que experimentó de haberle perdido en Jerusalén, como lo demuestran aquellas palabras de la Virgen Santísima: Tu padre y yo, llenos de aflicción, y grandemente preocupados por Ti, te hemos andado buscando (5).
Dos cosas suscitaban en san José solicitud tan singular para con Jesucristo: el encargo recibido del Padre Eterno, y el tierno amor que profesaba a Jesús.
Vosotros debéis poner en procurar que los niños con fiados a vuestros desvelos conserven o recobren la inocencia, y en apartar de ellos cuanto pudiere dificultar su educación o impedir que alcancen la piedad; la misma diligencia y amor que puso san José en llevar a efecto cuanto podía contribuir al bienestar del Niño Jesús.
Y la razón de ello es que estáis encargados de esos niños por orden de Dios, como san José lo estaba del Salvador del mundo. Ésa ha de ser también vuestra primera preocupación en el desempeño del cargo, si de seáis ser imitadores de san José: a él ninguna cosa podía llegarle tanto al alma como el remediar las necesidades del Niño Jesús.