sábado, 2 de marzo de 2019

¿QUÉ NOS PIDE LA VIRGEN EN LOS PRIMEROS SÁBADO DE MES?


¿QUÉ NOS PIDE LA VIRGEN EN LOS PRIMEROS SÁBADO DE MES?

PRIMER SÁBADO DE MES. Marzo 2019

Queridos hermanos:
Hemos considerado ya en el mes de noviembre lo que la Virgen nos promete a quienes haga los primeros sábados de mes: darnos en la hora de la muerte las gracias necesarias para la salvación. Esta es la gran promesa del Inmaculado Corazón de María. Una promesa que no hemos de desperdiciar.
Una promesa de tremenda importancia porque como la pregunta del Evangelio: ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si al final pierde su alma? ¿De qué nos servido la vida y todo lo que hayamos hecho si al final perdemos nuestra alma?  La salvación es lo único importante. Si nos salvamos habremos ganado, si nos condenamos habremos perdido. Nos jugamos la eternidad.

En este primer sábado de mes quisiera que nos detuviésemos a considerar aquello que la Virgen nos pide a cambio. Nos promete las gracias necesarias para la hora de la muerte, y a cambio, ¿qué nos pide? La Virgen tras manifestar su corazón inmaculado rodeado de espinas y explicar que estas son los pecados con que los hombres ingratos la hieren le dice a Sor Lucía:
“Tú procura consolarme y a todos los que, durante cinco meses, en el primer sábado, se confiesen, reciban la Sagrada Comunión, recen el Rosario y me hagan compañía durante 15 minutos meditando en los misterios del rosario con el fin de desagraviarme les prometo asistir en la hora de la muerte con las gracias necesarias para su salvación.”


Fijémonos primero en ese “tú al menos procura consolarme”. Ese tú es dirigido a Sor Lucía que ha fue elegida del cielo para esa misión tan particular de ser apóstol del Inmaculado Corazón de María y ser su particular reparadora. Todavía la iglesia no ha juzgado acerca de la santidad de aquella niña que después terminó consagrándose a Dios como monja carmelita. Su proceso de canonización está abierto y quiera Dios que pronto la veamos en los altares. Pero pensemos que belleza de alma debería tener Lucía para esta misión tan especial: Ser apóstol y reparadora del Inmaculado Corazón de María. Sin duda alguna su humildad y su pureza resplandecían en su rostro.
Pero ese tú dirigido a Lucía está también dirigido a cada uno de nosotros, a los que nos ha llegado también el conocimiento de esta revelación del cielo. Si nunca lo hubiésemos escuchado, desconoceríamos este mensaje y no tendríamos obligación moral de acogerlo. Pero, al contrario, se nos ha contado y lo conocemos y debemos sentirnos interpelados. Hoy, el Inmaculado Corazón de María también nos dice a cada uno de los que estamos aquí presentes: “Tú al menos procura consolarme.”
Debemos sentirnos orgullosos y privilegiados de esta elección de la Madre de Dios. Se ha fijados en nosotros y quiere que le ofrezcamos nuestro acto de reparación.

Quizás alguno piense que estoy desfigurando las palabras de la Virgen queriendo aplicarlas a nosotros. Pero, ¿qué es lo que añade a continuación nuestra Señora? “Di a todos.” A todos. Es una llamada universal para todos los católicos, para todos los bautizados. Ahí estamos cada uno de nosotros.

Bien. Continuemos con la petición de la Virgen.

“Durante Cinco primeros sábados”. La Virgen quiere este acto de reparación en sábado, porque es su día, el día de la Virgen. El sábado es el último día de la semana, el día sagrado para el pueblo judío. Es el día que da paso y nos lleva al domingo, día de Cristo Resucitado. María es la que nos conduce y nos da a Cristo. Ella es la que da paso al primer y octavo día, porque a través de ella vino Cristo a nosotros y a través de ella también entraremos en el octavo día que marca la eternidad: os daré las gracias necesarias para la hora de la muerte.
La Virgen quiere que se haga el primer sábado de mes. Y podemos entender para que todo el mes estemos pendiente de ella, para que todo el mes quede consagrado por su amor maternal y su protección.
La Virgen quiere que sean cinco sábados. Las razones las hemos meditado a lo largo del curso pasado. Como Jesús le reveló a Sor Lucía, cinco primeros sábados porque cinco son las principales blasfemias e injurias que se cometen contra el Inmaculado Corazón de María: contra su Inmaculada Concepción, contra su Virginidad, contra su Maternidad divina y espiritual sobre todos los hombres, la blasfemia e injuria de aquellos que inculcan en los niños y en los jóvenes el desprecio hacia la Virgen y por aquellos que ultrajan las sagradas imágenes de nuestra Señora.
Ya me habéis oído otras veces como Sor Lucía estaba continuamente haciendo los primeros sábados de mes. Terminaba unos y empezaba otros. Hay tantas almas que salvar, hay tantas almas por las que podemos ofrecerlos. Seguramente nunca se le borró de su mente aquellas palabras que escuchó de niña en la aparición de agosto de 1917: “Orad, orad mucho y haced sacrificios por los pecadores. Son muchas almas las que van al infierno porque no hay quien se sacrifique y rece por ellas”.
¡Sólo en el cielo sabremos el número de almas que hayamos podido ayudar con nuestras oraciones y sacrificios!
La Virgen quiere que en el primer sábado de mes confesemos y comulguemos. No hay mejor forma de reparar el pecado que confesando nuestros pecados, incluso cuando no haya conciencia de pecado mortal, hemos de recibir el sacramento del perdón porque nos comunica la gracia que no podemos contar ni medir, ni nunca tenemos suficiente. Y estando el alma en gracia y más unidos a Cristo, recibirle en la sagrada comunión.
Hoy se comulga mucho más que en el momento en el que la Virgen hizo esta petición. La pregunta sería, pero ¿comulgamos mejor?
Hemos de acercarnos al Sagrado Banquete de la Eucaristía con temor y temblor. Es Dios mismo que se da en alimento a nuestras almas, que se une a nosotros para que nosotros seamos transformados en él. Es participar de su oblación al Padre para reparar el pecado de la humanidad.
Confesar y comulgar es el mejor modo y el que la Virgen nos pide para reparar su Inmaculado Corazón; y somos nosotros los agraciados con tan grandes dones.
Confesión y comunión que puede hacerse días antes o después, según la oportunidad que tengamos para ello.

¿Qué más nos pide la Virgen? Rezar el rosario y meditar sus misterios durante 15 minutos. Creo que no es necesario hacer más hincapié en lo bueno y ventajoso que es el rezo del rosario. La Virgen nos pide que acompañemos el rezo del rosario con la meditación de los misterios que son un resumen y compendio de la Vida de Cristo y de la Virgen para que tengamos siempre delante de nuestros ojos las obras de Cristo. Meditación que puede ser guardar un silencio contemplativo en cada misterio o servirnos de alguna reflexión que lo ilumine.

Finalmente, todo ello, con “la intención de desagraviarme”. He aquí lo más importante de los cinco primeros sábados de mes. La intención que hemos de tener de desagraviar y reparar el Corazón Inmaculado de María.
Intención que hemos de purificar de nuestros propios intereses y que ha de perfeccionarse por el amor. Nuestra reparación más que una búsqueda egoísta de salvación ha de ser fruto y respuesta del amor a nuestra Madre del cielo que por nuestra salvación pasó tanto trabajos y sufrió hasta la muerte mística expresada en esa espada que atravesó su corazón.
¡Qué bien comprendió esto santa Teresita del Niño Jesús! Compuso una poesía titulada ¿Por qué te amo, oh María? Y desengrana cada uno de los misterios de la Virgen en relación con su propia vida. Os invito a buscarla y meditarla.
La santa sintiéndose  tan amada de la Virgen termina expresando su deseo de llegar a su encuentro en el cielo y como niña pequeña ponerse en sus rodillas y decirle los motivos de su amor, que se resumen en su condición de madre:
“No temo el resplandor de tu gloria suprema,
he sufrido contigo,
y ahora quiero
cantar en tus rodillas, Virgen, por qué te amo
¡y repetir por siempre y para siempre
que yo soy hija tuya...!”

La Virgen es nuestra Madre, correspondámosle con verdadero amor de hijos. ¡Qué así sea!