jueves, 28 de octubre de 2021

Jesús en El Santísimo Sacramento. San Pedro Julián Eymard

 

Jesús en El Santísimo Sacra... by IGLESIA DEL SALVADOR DE TOL...

 

Puntos de Adoración

I

JESÚS EN EL SANTÍSIMO SACRAMENTO

 

¿Ante quién estoy?

1.º Estáis, me responde la santa Iglesia, en presencia de Jesucristo, vuestro rey, vuestro Salvador y vuestro Dios.

Adórale, alma mía, con la fe del ciego de nacimiento que, reconociendo a su bienhechor, se postra ante Jesús y le adora humildemente.

Adórale con la fe de Tomás y dile: “¡Señor mío y Dios mío!”

Pero yo no veo a Jesús como el discípulo del cenáculo. –Es verdad; no obstante dice el Salvador: “Bienaventurados los que creen sin haber visto”, ni tocado con sus manos.

La Iglesia me muestra a mi Salvador y mi Dios oculto bajo la forma de una Hostia –como el precursor lo mostraba bajo la forma de un hombre cualquiera–, como María le mostró a los magos bajo la forma de un niño.

Adórale, ¡oh alma mía!, con la fe de los reyes de Belén; ofrécele el incienso de tu adoración como a tu Dios; la mirra de la mortificación como a tu Salvador, y el oro de tu amor y el tributo de tu dependencia como a tu rey.

2.º Pero ¿por qué no se me revela Jesús en el esplendor de su gloria, por qué no se manifiesta ante mis ojos?

Para probar mi fe y tornarla humilde, dócil, sumisa a la autoridad de la santa Iglesia, su esposa y mi madre, que me habla en su nombre.

Por otra parte, ¿qué necesidad tengo de ver, oír, tocar para creer en la presencia real de Jesús en la santa Hostia? ¿No me basta su palabra divina? A nadie se piden más garantías. ¿Es que puede engañarme su promesa? ¿Puede equivocarse su Iglesia? Los santos que creen, adoran y aman a Jesús en su divino Sacramento, ¿por ventura viven en el error y en la ilusión?

¡Ah!, si fuera más humilde, más puro, más fervoroso, Jesús se manifestaría con mayor claridad a mi corazón; sentiría, como Juan Bautista, la proximidad de este fuego divino; lo sentiría en mí como María cuando lo llevaba en su seno; la luz de la fe penetraría en mi alma como los rayos del sol iluminan el cristal transparente.

¡Sí, oh Señor y Dios mío, creo y adoro con la Iglesia vuestro cuerpo, vuestra sangre, vuestra alma y vuestra Divinidad sustancial, verdadera y realmente presentes en la santa Hostia!

Creo, mas aumentad mi fe; dadme una fe sencilla como la de un niño, viva como la llama del amor, fuerte como la de los mártires e intrépida como la de los apóstoles.

 

 

¿Por qué está Jesús en el Santísimo Sacramento?

1.º ¡Por mí! ¡Porque me ama! Su amor, que lo ha llevado a entregarse a los sufrimientos y la muerte de cruz, le ha hecho instituir este memorial de su pasión y de su muerte con el que quiere alimentar, mi alma. ¡Soy, pues, el fin de este divino Sacramento!

2.º Se hace todo mío en su Sacramento: le poseo enteramente tal cual es en el cielo con todas las riquezas de su gloria; tal cual era sobre la tierra, con todas las virtudes de su vida, con todas las gracias de su muerte. Si no es su amor, nada tengo que envidiar a los apóstoles que vivieron con Él; ni a los santos que triunfan con Él.

3.º No está en el santísimo Sacramento sino para mí; le recibo y le adoro como si estuviera solo en el mundo. ¡Se porta conmigo como si no tuviera más que pensar en mí, escucharme, amarme y, me atrevería a decir, servirme!

¡Oh! ¿Cómo podré corresponder a tanta bondad, a tanto amor para con una criatura tan pobre e indigna?

Pero, ¡oh Jesús mío!, vuestro amor os seduce y os engaña. ¡Os olvidáis de lo que he sido y lo que soy!

Por medio de la santa Iglesia, por los santos y ángeles os ofrezco mis acciones de gracias; con María mi madre quiero celebrar vuestra misericordia y cantar un Magníficat, el sublime canto del reconocimiento.

 

¿Para qué está Jesús en el santísimo Sacramento?

1.º Jesús está en el santísimo Sacramento para curarme.

Padezco de la fiebre del pecado. Estoy cubierto de llagas, mi alma está leprosa: he ahí mi médico. Y este buen samaritano viene a purificarme, a devolverme la salud de mi alma.

¡Oh! ¡Cuánto la necesito! Tanto tiempo ha que sufro. Las llagas de mi alma son muy crónicas; el hábito del mal está muy arraigado en mí, y las tentaciones de cada momento irritan vivamente estas llagas y alimentan muy activamente este foco de pecado. Pero, oh Jesús, decid una palabra, una sola palabra a mi alma, como a la suegra de Pedro, devorada por la fiebre, como al centurión para su hijo sin esperanza de vida, como al leproso del camino, y mi alma será salva.

2.º Jesús está en el santísimo Sacramento para ser mi maestro, para educarme, adornarme con su gracia, infundirme su espíritu de verdad y de amor; hacer vivir en mí sus costumbres y sus virtudes; en una palabra, para educarme cristianamente: es mi divino maestro, mi modelo y mi gracia.

3.º Jesús está en el santísimo Sacramento como salvador mío.

Viene para comunicarme las gracias de la redención, aplicarme sus méritos y derramar su sangre divina sobre mi cuerpo y mi alma. Y para esto se sacrifica en el altar como víctima de propiciación y pide a su Padre gracia y misericordia para mí.

Pero para que su sacrificio produzca todos sus frutos, Jesús me pide que lo complete, que me una a Él, que sufra en su lugar, ya que después de su resurrección Él no puede sufrir.

En compensación, Él dará a mis penas, a mis sufrimientos un precio y un valor infinitos, los revestirá de los méritos de su divina persona y los hará suyos; ¡esta será la redención, la pasión y la muerte del calvario renovada y reproducida en mí por la Eucaristía!

 

En cambio, ¿qué quiere Jesús de mí?

1.º Que le ame como Él me ama; que le ame al menos como un hijo ama a su padre y a su madre; a Él, el mejor de los padres y la más tierna de las madres; el amigo real, fiel, desinteresado; el amigo inmortal de los buenos y malos días.

Nada más digno.

2.º Quiere que le sirva tan bien como el interés hace servir a un amo humano; el honor, la ambición, a un poderoso rey; la piedad filial a un padre respetado, y que no se diga que Jesús es peor servido que el hombre.

Nada más justo.

3.º Aguarda a que yo le ofrende el homenaje de mi vida, de mi libertad, de todo mi ser, ya que Jesús me ofrece en el santísimo Sacramento y me da sus gracias, su libertad, su vida, todo cuanto es.

Nada más equitativo.

4.º En fin, Jesús quiere reinar en mí; ¡eso es cuanto ambiciona! ¡Es ésta su realeza de amor, el fin de su encarnación, de su pasión, de su Eucaristía!

Reinar en mí, reinar sobre mí; reinar en mi alma, en mi corazón, en toda mi vida, en mi amor. ¡Este es el segundo cielo de su gloria! ¡Oh, sí, Jesús, venid y reinad! ¡Que mi cuerpo sea vuestro templo, mi corazón vuestro trono, mi voluntad vuestra sierva devota!

¡Que sea siempre vuestro y no viva más que de vos y para vos!