viernes, 26 de febrero de 2021

SAN JOSÉ, MODELO Y MAESTRO DE OBEDIENCIA (12). Preparando nuestra Consagración a San José con san Enrique de Ossó.

SAN JOSÉ, MODELO Y MAESTRO DE OBEDIENCIA (12). 

Preparando nuestra Consagración a San José con san Enrique de Ossó.

 

Poniéndonos en presencia de Dios, pidiendo el auxilio de la Virgen María y del Ángel Custodio, recita esta oración al Glorioso San José:

 

Oración a san José

Santísimo patriarca san José, padre adoptivo de Jesús, virginal esposo de María, patrón de la Iglesia universal, jefe de la Sagrada Familia, provisor de la gran familia cristiana, tesorero y dispensador de las gracias del Rey de la gloria, el más amado y amante de Dios y de los hombres; a vos elijo desde hoy por mi verdadero padre y señor, en todo peligro y necesidad, a imitación de vuestra querida hija y apasionada devota santa Teresa de Jesús. Descubrid a mi alma todos los encantos y perfecciones de vuestro paternal corazón: mostradme todas sus amarguras para compadeceros, su santidad para imitaros, su amor para corresponderos agradecido. Enseñadme oración, vos que sois maestro de tan soberana virtud, y alcanzadme de Jesús y María, que no saben negaros cosa alguna, la gracia de vivir y morir santamente como vos, y la que os pido en este mes, a mayor gloria de Dios y bien de mi alma. Amén.

 

MEDITACIÓN

San Enrique de Ossó

SAN JOSÉ, MODELO Y MAESTRO DE OBEDIENCIA

 

Composición de lugar. Contempla a san José huyendo de noche a Egipto por obediencia.

 

Petición. Dame, obedientísimo José, obediencia pronta, ciega, universal y alegre.

 

Punto primero. La obediencia es una virtud por la cual el hombre hace todo lo que Dios manda y quiere, y en ella consiste el cumplimiento y suma de toda justicia. Tiene cuatro grados: el primero es obedecer a los mandamientos de Dios; el segundo a los consejos; el tercero a las inspiraciones y llamamientos de Dios. Estos tres grados abraza la obediencia perfecta, porque entonces habrá llegado el hombre a la perfección de la obediencia, cuando hubiere puesto por obra todo lo que Dios le manda, aconseja e inspira. Esta es la voluntad de Dios que llama el apóstol. (Rom. C. XII) buena, agradable y perfecta. La guarda de los mandamientos es de todo punto necesaria para la salvación, la de los consejos ayuda para la de los mandamientos y sirve como de antemuro a los preceptos. La de las inspiraciones es la perfección de esta virtud, pues el buen servidor no solo obedece a lo que su señor le manda por palabra, sino también a lo que le significa por señales. El cuarto grado es una perfectísima conformidad con la voluntad divina en todo lo que de nosotros ordenare: caminando con igual corazón por honra y por deshonra; por infamia y por buena fama; por salud o por enfermedad; por muerte o por vida; por riqueza o por pobreza; por infierno o por cielo: abajando la cabeza a todo lo que ordenare Dios de nosotros y tomando con igual corazón los azotes o los regalos, los favores o los desfavores de su mano: no mirando lo que nos da, sino quien lo da, y el amor con que lo da, pues no como menos amor azota el padre a su hijo, que le regala cuando ve que lo merece. Este es el mayor sacrificio que el hombre ofrece a Dios, porque en los otros sacrificios ofrece sus cosas, mas en este se ofrece a sí mismo y cuanto va del hombre a las cosas del hombre, tanto va de este sacrifico a los otros sacrificios. –Esta es la mejor disposición para alcanzar la perfección cristiana, y para que Dios haga la voluntad del hombre, y haga a este según su corazón (Reg. I,3). ¡Oh qué admirable es esta virtud! Verdaderamente ella hace al hombre omnipotente, allana cosas que parecen imposibles.

 

Punto segundo. Obediencia de san José. Si la obediencia es hija legítima de la humildad, o más bien un ejercicio de esta virtud, claro está que siendo humildísimo san José, fue a la vez obedientísimo.

 

El varón obediente cantará victoria. (Prov.) ¡Cuántas no cantó san José del mundo, a quien siempre despreció; del demonio, a quien siempre tuvo sujeto; de sí mismo que siempre sujetó prontamente su voluntad a la de Dios!

 

Esta virtud fue la más querida del corazón del Santo, y de la que nos da o leemos más heroicos ejemplos. –Quiere por humildad dejar a María su esposa ocultamente, mas un ángel le avisa que no tema recibir por su mujer a María, y depone su temor, su humildad y obedece al punto. –Mándale el Señor por un ángel que tome al Niño recién nacido y a la Madre, joven tierna y delicada, y salga de Judea y vaya de noche con precipitada fuga a Egipto, y que se mantenga allí desterrado hasta nueva orden; y obedece prontamente, ciegamente, sin quejarse ni murmurar ni replicar. ¡Qué heroísmo! ¡Qué grandeza de alma! ¡Qué perfectísima obediencia! –Mándale el ángel que vuelva a su patria, y habite Nazaret, y ejecuta enseguida su orden. -Ordénale el eterno Padre, al confiarle el cuidado de su Hijo Jesucristo y al nombrarle su sustituto en la tierra que mande a su Hijo como padre, y, ¡obediencia la más difícil para el corazón humildísimo del Santo! Cumple san José esta obediencia mandando al Hijo de Dios en los treinta años que vivió en su compañía. –Dispone el Señor ¡oh más que heroica obediencia! que deje el trato y conversación familiar que por treinta años había gozado, de Jesús y María, y se vaya al limbo, y esté allí esperando la resurrección de Cristo, y el Santo se conforma a la divina voluntad, deja tan divina compañía, y se va solo a habitar aquel lugar de tinieblas, a esperar la resurrección de Cristo. –Obedece san José no solo los mandamientos, sino los consejos, las indicaciones de la voluntad de Dios; porque siervo bueno y fiel, conforma en todo sus pensamientos y deseos a lo que quiere el Señor, y lo mismo acepta los dolores que los gozos durante su vida mortal. ¡Oh santo mío!, ¡cómo confunde tu perfectísima obediencia mi resistencia a la voluntad de Dios y a su ley santa! Hazme perfectamente obediente para ser grandemente santo. Amén.

 

Punto tercero. ¿Cuál es tu obediencia, devoto josefino? ¿Cómo cumples los mandamientos de la ley de Dios, tu Padre? ¿Cómo cumples los mandamientos de la santa Iglesia, tu Madre? ¿Cómo cumples las obligaciones de tu estado? Sin esto es imposible vivir feliz, agradar a Dios y salvar tu alma. ¿Cómo cumples los designios amorosos que Dios tiene sobre tu alma? ¿Eres dócil a sus inspiraciones, o como Herodes cruel, ahogas en su cuna estos inocentes hijos de la gracia más delicada y amorosa de tu Redentor? ¿Cuántos años por ventura está Jesús a la puerta de tu corazón y llama? Y tú, no le respondes, o le desprecias, o le dices: espera y vuelve a esperar. ¿Está tu voluntad conforme a la divina? ¿Quieres tú hacer la voluntad de Dios, o quieres que Dios haga la tuya? ¿Sirves a Dios a temporadas, esto es, tan solo cuando te regala, o cuando todo te sucede prósperamente, y le vuelves las espaldas cuando te visita con la tribulación, enfermedad o desamparo? ¿Eres de los que cojean a dos partes o tienen el corazón dividido, o de los que hacen una religión y unos mandamientos a su gusto, creyendo y practicando lo que se les antoja, y despreciando lo que no les agrada? Esto sería erigirte en otro Dios, colmo del orgullo, ceguedad satánica, rebelión diabólica. ¡Oh devoto josefino! No imites a estos obedientes ni aun a aquellos que quiere conciliar la luz con las tinieblas, a Cristo con Belial. Obedece prontamente, ciegamente, totalmente. Basta saber que es voluntad de Dios, ley de Dios, agrado de Dios, para renunciar a tu propia voluntad, a toda otra ley, a todo otro agrado. Primero es agradar a Dios que a nadie. Húndase el mundo antes que descontentar a Dios desobedeciéndole. Nada contra Dios. Oh Santo mío, obedientísimo san José: pon la ley de Dios en medio de mi corazón para que la ame sobre todas las cosas; no sea traidor a mi conciencia, a mis deberes de cristiano. No falte un ápice a lo que ella manda, porque es la voluntad de mi Dios, santa, agradable y perfecta. Amén.

 

Obsequio. Obedecer sin replicar, o ser condescendiente con el prójimo en lo que no sea pecado.

 

Jaculatoria. Dios mío, primero morir obediente, que pecar desobedeciendo.

 

Oración final para todos los días

Acordaos, oh castísimo esposo de la Virgen María, dulce protector mío san José, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han invocado vuestra protección e implorado vuestro auxilio, haya quedado sin consuelo. Animado con esta confianza, vengo a vuestra presencia y me recomiendo fervorosamente a vuestra bondad. ¡Ah!, no desatendáis mis súplicas, oh padre adoptivo del Redentor, antes bien acogedlas propicio y dignaos socorrerme con piedad.